Miguel Ángel Figueroa nació en Jujuy y llegó a Tucumán para estudiar en la universidad hace 20 años. Esta semana sufrió un grave caso de discriminación por parte de un cajero de la distribuidora Tatito, en avenida Ejército del Norte al 2200.
Miguel explicó que: “Todo sucedió este mediodía. Yo dicto un taller literario y salí bien temprano esta mañana para imprimir unos fanzines, fotocopias para divulgar las cosas que escribimos porque los libros, como muchos saben, están muy caros. Como también muchos saben, esta mañana temprano hacía mucho frío como lo hizo durante todo el día y salí de mi casa vestido bien abrigado, abrigadísimo, con el gorro, una especie de bufanda, un paraguas y un alpino. Vestido así, cuando volvía de imprimir las cosas, un vecino mayor me pidió si podía ir a hacerle las compras al super de la esquina como siempre le hago porque él, con esta pandemia, no puede salir, y porque yo tampoco quiero que salga. Entonces no tuve tiempo para cambiarme y fui al súper vestido así como estaba. Ahí, en el súper, empezó todo”.
“Yo sé que el gorro que yo tengo es viejo, es viejísimo, pero a ese gorro me lo regaló mi mamá. Yo sé que ya está para tirarlo, pero yo al gorro lo quiero. De hecho el gorro me va grande, se me cae, pero me lo trato de acomodar y, cuando hace tanto frío como hoy, salgo abrigadísimo y me pongo el gorro. Con el gorro y el barbijo, se me veían los anteojos solamente en el súper cuando empecé a escuchar los murmullos. Al principio pensé que se referían a otra persona, pero la persona que murmuraba, que trabaja en el supermercado, comenzó a subir el tono y empezó con burlas refiriéndose a mí: al gorro negro, al color negro, y que a mí mismo no se me veía por mi color de piel”.
“Yo estaba en el sector de la fiambrería y la verdad es que no sé a quién esta persona le comentaba las cosas que decía sobre mí. El tema es que mientras yo hacía las compras para mi vecino, yo trataba de no darle importancia a lo que decía. Todo había comenzado con un simple comentario y con las burlas: la persona señalaba un objeto de color negro y me comparaba a mí con ese objeto. Le decía a su interlocutor: ‘Mirá, esta cosa tiene el mismo color que él’ o ‘Mirá, esto tiene el mismo color que él’. Fijate el pronombre demostrativo que usaba: ‘esto’. O decía en voz alta: ‘Mirá: esto es tan negro como’, o ‘Es tan negro que…’. Entonces el tema ya se estaba pasando a claroscuro”, relata Miguel en alusión a la persona que, tal como denuncia luego en un video, siguió discriminándolo con más comentarios despectivos ya detrás del mostrador mientras dialogaba con un policía en la sucursal de la avenida Ejército del Norte.
“Además del comentario de mi color de piel, del gorro negro, esta persona hacía referencia a una actitud que yo tengo con mis vecinos: soy yo quien les hace las compras a cuatro vecinos mayores y a una persona que sufrió un acv y que lamentablemente no puede mover un brazo. Entonces voy muchas veces al supermercado, continuamente, y salgo con muchas bolsas. Ya venía siendo hostigado por este tema y la misma persona me decía que yo había nacido para hacer las compras. ‘¿Por qué hacés tantas veces las compras?’, me preguntaba. Ese pensamiento retrógrado cruzó un límite con el comentario de hoy, después de que le aclaré que yo no había nacido para los mandados de nadie, que de hecho soy Licenciado en Letras, que tengo un título universitario. Pero entonces esta persona me respondió que él era ingeniero en sistemas y que yo había nacido para ser esclavo de él. Así como te lo digo. ‘Vos naciste para ser mi esclavo’, me dijo. Y eso cruzó un límite”.
“Como te digo: ya venía siendo hostigado, pero la verdad que hoy se pasó de la raya y me vi obligado a poner un límite y decidí filmar un video: mientras yo almorzaba en mi casa, nervioso después de lo vivido, tomé valor y grabé el video contra esta persona que me enrostraba su título universitario, que se reía cuando yo le respondía con mi título, que me decía que era mentira que yo fuera Licenciado en Letras. Imaginate si todo el mundo anduviera por la vida presentándose por el título que tiene. Saludándose así: ‘Buenas tardes, licenciado’, ‘Adiós, ingeniero’. Saludar a una persona por el título es cualquiera. Tengo la intención de formar un taller literario para niños y hay seis niños en el barrio que me saludan y me quieren. ¿Sabés cómo me dicen los chicos? ‘¡Hola, Miguel!’ Tu padre y tu madre se han matado pensando tus nombres para que los usemos: a mí llamame por mi nombre, eso me hace feliz. Yo vivo en barrio El Bosque y tengo como vecino a un profesor en Letras, Marcelo Martino, que estudió en Colonia, que es una eminencia, pero que se maneja por la vida como lo que es: una persona común y corriente”.