El crimen de Eduardo José Salas por el que fue juzgada la mujer ocurrió el 15 de julio de 2007. Durante el debate la fiscal Marta Jerez sostuvo que ella había planificado el asesinato de su esposo y que su amante, Luis Piccinetti, había sido el encargado de ejecutarlo.
“Nunca me ensucié las manos con la sangre de mi marido”, fue la respuesta de Silvia durante el careo al que la sometieron con el otro acusado cuando éste trató de despegarse del hecho.
Antes de escuchar la condena, la mujer hizo uso de sus últimas palabras para dirigirse al tribunal :“Yo estoy acá porque creo en la justicia y quiero Justicia. Durante todo este tiempo me he sometido al proceso porque soy inocente. Al igual que mis hijos, quiero saber quién mató a Pepe”.
“Yo tengo 52 años, en mi caso es muy larga mi condena”, señaló Lai, que no quiere hablar del crimen de su marido. En aquel momento cuando la condenaron, llevaba casi la mitad de su vida dedicada a la docencia. Fue entonces que, por sus hijos y por todo el tiempo de encierro que le quedaba por delante, decidió estudiar otra carrera.
“Lo más difícil para mi fue separarme de mis hijos”, dijo sobre lo que sintió hace ya una década cuando escuchó la decisión de los jueces. “Mis hijos se quedaron sin papá y sin mamá, tenía que mostrarles que la vida seguía”, indicó.
“Silvia logró que la Corte de Tucumán resolviera que la educación es un derecho humano tanto al alcance de los ciudadanos libres como de los privados de la libertad”, señaló su abogado, Manuel Pedernera. Además, el letrado resaltó las “convicciones y la dignidad” de su clienta. “Que quiera salir del pozo en donde se encontraba y todavía permanece privada de la libertad es valorable”, dijo. Sus hijos la acompañaron en todo el proceso y la familia de su exmarido no se presentó como querellante.
Durante el tiempo de encierro y por su formación como docente, ella venía llevando adelante un plan de alfabetización para las reclusas e incluso, contó, llegó a cuidar a varios de sus hijos. “Son muchos los niños que están privados de la libertad junto con sus mamás”, explicó su abogado.
El expolicía no podrá ejercer hasta que no cumpla totalmente su condena, a fines de 2021.
Lai contó por qué decidió a estudiar abogacía dentro de la cárcel. “Descubrí que el único derecho que perdemos es la libertad ambulatoria, lo demás tiene que darse aún en esta institución”, afirmó la condenada y ahora abogada. Y señaló: “El infierno puede estar afuera o adentro de una cárcel, todo depende de cómo uno lleve su vida”.
Con 13 años ya cumplidos de su pena, podrá ir morigerándola por los estudios que realizó en prisión y su buena conducta.
Sobre su nombramiento como ayudante de Cátedra en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Tucumán, la casa de altos estudios señaló: “La facultad viene desarrollando programas para personas privadas de su libertad. Y que una persona haya conseguido este logro es importantísimo para seguir sosteniéndolo. No preguntamos sobre su pasado, solo les decimos que estudien, estudien y estudien”. También se aclaró que la colaboración de la reclusa será ad honorem.
“Personalmente, creo que ella ya pagó su deuda con la sociedad. Le quedan unos años todavía para cumplir la condena, pero casos excepcionales como este merecen finales excepcionales”, consideró Marcelo Rubinstein, director de la cátedra de Ejecución y Sentencia de la facultad de Derecho de la UNT