Mario Robledo concursa en el 1º Festival de Empanadas Latinas, el mismo se realiza del 2 al 4 de octubre en Berlín. Desde su «localcito» como él lo llama, bien a lo tucumano con el uso del diminutivo, se dedica a ofrecer comidas típicas del norte argentino; su especialidad: las empanadas tucumanas, bien jugosas, que a modo de promocionarse y convencido del sabor único de las mismas, se animó a sumarse a la competencia.
Los del jurado «pasarán por el localicito a degustar las empanadas». Mario abre temprano el bar, que en honor a sus dos pequeños hijos se llama «Mía y Leo» y desde que lo hace el movimiento no para, hasta la noche. «Vendemos empanadas, pero también sanguches de milanesa, napolitanas, tartas (con la masa de las empanadas) de carne, acelga, jamón y queso, a la gente le gusta».
Pero en «Mía y Leo» también se ofrecen desayunos y meriendas con dulces norteños: un cafecito con alfajores de maicena, facturas con dulce de leche. «Todo es elaborado por nosotros, buscamos destacar la comida familiar».
Del Villa Nueva a Berlín
Mario, tiene 44 años, se fue hace 16 años de Monteros, estuvo 6 en España, primer destino al irse de Argentina y luego se trasladó con su esposa a Alemania. En donde finalmente se instaló y está hace 10 años. Mientras su esposa se dedica a la docencia, él buscó hacer crecer el bar «con el apoyo de mi familia siempre, lo levantamos de a poquito, lo fuimos mejorando, la verdad que quedó lindo, pero faltan algunas cositas más hacerle» aclara Mario, pero el orgullo le desborda por las palabras y a miles y miles de kilómetros igual se le nota.
El monterizo reconoce que no fue fácil instalarse, aún le cuesta el idioma y con la pandemia, tema imposible de eludir, aclara que fue bastante complicado, pero él piensa que no hay que tener miedo, sino saber trabajar con todas las medidas de seguridad para prevenir el contagio.
«Aquí el contacto es con personas de muchas partes del mundo: turcos, italianos, españoles, japonenes, rusos, otros latinos. Voy a hacer las comprar y el contacto es directo, así que lo mejor es mantener la distancia, cuidar la higiene, en especial en el local; uno levanta los platos donde comieron, y si bien se los manda directo a una maquina que los limpia, ya el contacto estuvo cuando se los levantó de la mesa, entonces hay que lavarse las manos y seguir las medidas necesarias. Es estresante, pero no hay que tenerle miedo, sino hacer lo que se tiene que hacer».
Rituales y costumbres
«Como hoy es viernes, la gente vendrá más tarde. Pero anoche trabajamos hasta tarde». El movimiento es constante en el bar, que además luce pintoresco con mesas y sillas de madera, en distintos colores, en su mayoría tonos pasteles, y adornados con detalles, que estando tal lejos de casa, pasan a ser símbolos de referencia de la argentinidad: en una esquina y desde donde se la puede ver por la ventana luce erguida una guitarra criolla, un sillón cubierto con un poncho salteño, el lugar se ambienta con música folclórica del norte argentino… Claro el mate y la yerba no faltan.
«El localcito», como expresa su propietario, es un espacio que atrae a alemanes, turistas de todo el mundo y un rincón de felicidad para los argentinos, que al pasar, reconocen elementos de la patria que los vio nacer y no pueden evitar la atracción de saborear un poquito de lo argentino.