Lejos de parecer una demostración de confianza o de amor, compartir contraseñas, que te revisen el celular, los mails, las redes o el WhatsApp es violencia.
Lorena tiene 33 años. Hace poco menos de un año conoció a Gabriel. Desde el inicio de la relación el tema de los celos fue motivo de discusión. Él creía que ella hablaba con su ex a escondidas y ella, para demostrarle que no, le dejaba acceder a todo su mundo virtual. Unos meses después se separaron y entre idas y vueltas él le confesó que usaba una aplicación con la que clonaba su teléfono y podía ver quiénes de sus contactos estaban conectados al mismo tiempo.
“Como mi ex estaba conectado al mismo momento que yo, él se hizo toda la película de que estábamos hablando todo el tiempo. Fue un calvario”, contó Lorena.
Según la psicología clínica, muchos hombres consideran a la mujer como un “enigma” y eso habilita a que sientan la necesidad de controlar a su pareja. Así lo explica la psicóloga Analía Estevez: “Hay una línea de posesividad que es ilusoria. La necesidad de querer conocer y controlar a su mujer porque creen que algo se está perdiendo y no quiere dejar nada bajo control. No es un acto de amor porque se priva de la libertad a la intimidad. La necesidad de control está íntimamente relacionado con su masculinidad y la posibilidad de verla en riesgo”.
En esa relación, la mujer siente la necesidad de “sentirse querida”, entonces accede a compartir su intimidad. “La subjetividad de la mujer está más marcada por buscar el plano del amor que tiene que ver con el mandato de femineidad que permite que eso se tolere. Pero es un barril sin fondo. Mientras más se permite conocer de la intimidad, más va a querer saberlo todo y no se puede saber todo. No tiene fin y se vuelve una relación muy difícil”, agrega Estevez.
Existe algo de lo que creemos que es el “amor romántico” que exige que haya una prueba de amor en la pareja. Muchas veces el acceso a los dispositivos o redes sociales se entiende como la demostración del “te amo”.
Coral Gómez Herrera escribió el libro La Construcción Sociocultural del Amor Romántico. Ella segura que esta idea “se asocia a una prueba de amor y es terrible porque es fundamental la privacidad y la intimidad de las personas. Es un derecho. Las relaciones ´románticas´ terminan siendo una especie de guerra basadas en la desconfianza y se van ahogando”.
Cuando Victoria tenía 25 años estaba en pareja con Santiago. Una noche él la encaró: “¿Quién es Facundo?” Le había revisado su teléfono y encontró una conversación con un compañero de trabajo. Mariana tiene 21 y hace un mes se separó de su novio. Después de varias discusiones lo que hizo que ella pusiera fin a la relación fue que él había accedido a su Facebook y se había hecho pasar por ella en una conversación por chat con un amigo del que él desconfiaba.
Desde septiembre del 2017 la Corte Suprema de Justicia determinó que espiar las redes sociales, el correo electrónico y la lista de contactos del teléfono celular a la pareja es un delito. Fue a raíz de que una mujer denunciara que su marido le había revisado el teléfono.
La Justicia entendió que el usuario de la red social o del correo constituyen una comunicación electrónica o dato informático que es de acceso restringido. Según explica la abogada Florencia Zerda la pena de este tipo de delitos es muy baja porque va de los 15 días a los 6 meses. En la Ley 26.485 (Protección Integral de las Mujeres) no se contempla este tipo de violencia digital pero se puede encuadrar en lo que es la violencia psicológica (control, celos, etc): “Lo que pasa en estos casos es que las víctimas no suelen tomar conciencia de que sufren un tipo de violencia. Lo vemos mucho con adolescentes. Lo primero que hay que hacer es dejar de normalizarlos”.
¿Y qué pasa cuando se usan aplicaciones para clonar o espiar a la pareja? Para Florencia el problema de estas herramientas que se usan para espiar, no es en sí su existencia sino el uso que se le da. “Es probable que este tipo de aplicaciones no haya sido creada para controlar o si lo fuera, no para este tipo de control. Por eso es indispensable hacer un uso responsable de la tecnología y saber cómo utilizarla: usar la privacidad, no compartir las contraseñas, no dejar que cualquiera vea lo que publicas o las fotos que subís, etc”, explicó.
Florencia explicó que para denunciar algún caso de violencia digital la mejor prueba es “dejar el teléfono a disposición y no tocar ni borrar ninguna conversación, fotos o material que pueda entorpecer la investigación”.