Y un día, San Martín ganó. No ganó un partido cualquiera. Le ganó al puntero, invicto, con un jugador menos y perdiendo 1 a 0. Yendo de punto y siendo banca en las circunstancias más adversas. Tuvieron que pasar siete partidos para que el “Santo” volviera a sonreir: lo hizo con la atención de todo un país. Ante el puntero invicto que venía a procurar extender su racha y con un DT como Eduardo Coudet.
Primero, quedándose con 10 ante la insólita expulsión del arquero Arce y desperdiciando cuatro chances netas de gol. Parecía nervioso. Parecía que se iba a quedar con las manos vacías. Esa sensación dura flotaría en toda La Ciudadela cuando llegó el gol del visitante a los tres minutos del segundo tiempo. Mas puntero que nunca. El otro, más hundido. Mazazo.
Como suele suceder, La Ciudadela estuvo repleta y la reacción del equipo de Walter Coyette llegó a los 26 minutos. Claudio Bieler, claro, el único que podía hacerlo.
Pero si le faltaba algo a este partido que tuvo de todo-un comienzo postergado por un problema en la torre de luces-era la resucitación del Santo teniendo enfrente, como si fuera tal vez una señal, una camiseta, justamente, como la de Racing. Y así fue: llegó el segundo a los 33 minutos otra vez, la frialdad del “Taca” Bieler para conectar un centro de Matías García. Para después aferrarse como sea a un resultado que parecía algo impensado teniendo en cuenta todo lo que había pasado. Fue justo: San Martín había hecho bastante más frente a un rival timorato. Eso sí, los últimos minutos fueron todos de Racing que fue a la carga procurando llegar a eso tan temido: el empate que esta vez no llegó. Respira La Ciudadela. Respira San Martín. Falta mucho.