Por Mariana Romero (Periódico Móvil)- La desnutrición en Tucumán ha dejado de ser siquiera un número. El Estado no la mide, aunque se ocupa sí de documentar cuántos niños tienen bajo peso de acuerdo a su estatura. Y si el muchacho no es muy alto, no hay problema, el bajo peso ni siquiera es un problema.
Sin embargo, los trabajadores de la salud continúan recibiendo en sus consultorios y en los hospitales casos alarmantes. Es difícil para ellos aceptar la nueva modalidad de medición, especialmente cuando los que ya no figuran en las estadísticas están allí de cuerpo presente, diciendo con su propio cuerpo que sí existen y sí tienen un grave problema. Su propia humanidad dice a los gritos que el problema está, que se llama desnutrición y que es el principio de una serie de desgracias que, probablemente, lo acompañarán el resto de su vida. Una de ellas es el retardo mental.
Discapacidad y nutrición
Cristina Argota (MP 3370) es médica pediatra en el Hospital del Niño Jesús. Entre otras funciones, es la encargada de revisar a los niños con algún tipo de discapacidad para emitir el certificado correspondiente.
A la doctora Argota le llamó siempre la atención el dato alarmante de que el 100% de los niños que presentan algún grado de retardo mental tienen las necesidades básicas insatisfechas.
Por ello, elaboró un estudio que presentó en las Jornadas Regionales de Pediatría del NOA y que alerta sobre la necesidad urgente de revertir la situación socio económica de la población infantil para abordar el tema del retardo mental.
Argota evaluó los casos de 95 niños de hasta 18 años con alguna discapacidad relacionada al retardo. Descubrió que el 68% presentaba algún grado de malnutrición.
Dentro de esa categoría, el estudio señala que el 25% de los investigados padece desnutrición crónica; el 6%, desnutrición aguda y el 12%, riesgo nutricional. Finalmente, el 22% padece de obesidad.
“En los pobres, la obesidad se asocia -entre otras causas- a episodios de desnutrición en edad temprana, incluso durante la vida intrauterina, a factores alimentarios, socioculturales y de género”, detalla Argota en diálogo con Periódico Móvil.
Un cuadro devastador
La desnutrición no es espontánea ni aislada. Se trata de un cuadro originado por factores múltiples y que acarrea consecuencias a largo plazo. El estudio de la doctora Argota revela datos esclarecedores al respecto.
Sólo el 59% de los niños con retardo mental que investigó la pediatra tiene agua en su domicilio. El 24% deben buscarla afuera y el 5% no tiene ningún acceso al líquido potable. El 71% tiene techos de chapa y el 23% vive en condiciones de hacinamiento.
De las 95 familias investigadas, 71 reciben planes sociales, 67 tienen trabajo inestable (changas, cartoneo, venta ambulante) y 41 están desempleados. Sólo 13 padres tienen un empleo estable.
“Mientras la mamá recibe la Asignación Universal por Hijo, el papá trabaja de cartonero, changarín o albañil. No llegan a cubrir la canasta básica de alimentos. En muchas familias la mamá es el sostén, o los abuelos. Si observamos la vivienda, en la totalidad de las familias tienen Necesidades Básicas Insatisfechas”, detalla Argota.
La pobreza, madre de todas las desgracias
Muchos de los niños que presentan algún grado de desnutrición provienen de familias en las que la mamá tuvo problemas alimenticios. De hecho, el 54% de los embarazos de estos niños fue patológico, aunque las causas son diversas.
Un niño que nace y desarrolla sus primeros años de vida en un ambiente donde el alimento no es suficiente, padece falta de estimulación de las funciones intelectuales, además de otras anomalías en su desarrollo. Si el niño no fue nutrido correctamente hasta los dos años, las consecuencias pueden durar toda la vida.
El factor ambiental es determinante. El 70% de los niños no tiene baño instalado y sólo el 18% tienen cloacas. Crecer en un barrio con basurales a cielo abierto, conexiones clandestinas de luz, chapas y maderas que se desprenden de las casas; ratas, cucarachas, moscas y mosquitos abundantes determina un riesgo constante de infección o contaminación durante la infancia.
“Es terrible decir esto pero cuando esos niños crecen quedan muy expuestos a las adicciones. Buscan alún “placer” en el consumo de drogas”, indica Argota.
Educación
Uno de los problemas más graves en la detección del retardo es su diagnóstico tardío. Argota señala que la discapacidad suele ser detectada en edad escolar, cuando el niño ya perdió los valiosos primeros años de vida para recibir tratamiento y estimulación.
“Como hay una disposición de que no pueden repetir el jardín ni los dos primeros grados, el problema suele aparecer recién en tercer grado. Antes, debiamos por lo menos poder escribir nuestro nombre para pasar a la primaria, pero ahora de manera obligatoria y sin tener en cuenta eso los niños pasan a la escuela. No se enciende ninguna alarma”, reclama Argota.
Un rayo en cielo sereno
No es la primera vez que Argota sale de su consultorio y se llega al ámbito donde viven sus pacientes para elaborar un informe científico. En el año 2012, junto a la enfermera María Julia Astrada, instaló un consultorio improvisado en la Costanera y, durante semanas, evaluó las condiciones de vida de sus habitantes.
El resultado fue lapidario. Sólo el 49% de los niños tenía una nutrición adecuada. El resto se encontraba en situaciónes que iban desde el riesgo nutricional hasta la desnutrición crónica o aguda.
Tras la divulgación del estudio, miembros del Gobierno se llegaron hasta el lugar para repartir algunos elementos de comida, recuerda Argota. “Así como llegaron, se fueron. Fue como un pantallazo, les llevaron cosas y no volvieron más. Si me preguntan cómo evolucionó la situación en la Costanera, les puedo decir que no cambió nada. Ese estudio sigue vigente”, destacó.
La necesidad del Estado
Argota está convencida de que la situación se puede revertir sólo con una intervención fuerte del Estado. “Las condiciones de pobreza que se perpetúan a través de las generaciones, producen un modelo sociobiológico con consecuencias a largo plazo”, analiza.
El panorama, de no mediar una acción concreta, se presenta devastador para los menores con déficit nutricional. “Son niños y niñas de talla más corta, con bajo peso al nacer que no se modifican o se incrementan, mayor prematurez, mortalidad materna e infantil, enfermedades infecciosas prevenibles y bajas oportunidades para el progreso intelectual e inserción en el campo productivo”, aclara la pediatra.
“La conocida relación entre pobreza y desnutrición es elocuente. También afecta la capacidad intelectual, reproductiva y productiva”, sentecia la profesional.
Argota asegura que “para disminuir la incidencia del Retardo Mental es prioritario reforzar el control y prevención de la embarazada y del niño, como la detección precoz de la enfermedad”.
Y finalmente, formula el mismo reclamo que la impulsa desde hace años a involucrarse más allá de su función médica: “pedir al Estado no falsear las cifras de la malnutrición en nuestra Provincia. La niñez tucumana está marginada por falta de condiciones ambientales y económicas, agravada durante la última década por el aumento de la pobreza”.
Informe completo: “Retardo mental y sus causas. Consultorio externo de neurología. Hospital del Niño Jesús (HNJ). Tucumán”