De acuerdo con un análisis elaborado por la Asociación Médica de Texas, existen ctividades que conllevan un mayor riesgo a la hora de entrar en contacto con el Covid-19, virus que tiene en vilo al mundo entero hace ocho meses.
La doctora Lisa Maragakis, epidemióloga y especialista en enfermedades infecciosas de la universidad de Baltimore, indicó que “la evidencia científica sugiere que pequeñas partículas virales pueden permanecer en el aire durante varias horas”.
El listado de la Asociación Médica de Texas incluye 37 actividades que realizamos de manera regular todas las personas: trabajo, recreación, trámites y deporte. Contempla prácticamente todo lo que hacemos usualmente o, debido a la cuarentena, anhelamos hacer.
El ranking estable cinco grandes grupos de riesgos: bajo; bajo-moderado; moderado; moderado-alto y alto
Abrir el correo es la acción de menor riesgo de todas, luego ubica –también en este primer grupo pero un pequeño peldaño más peligroso– pedir comida para llevar en un restaurante, acampar.
La segunda escala, la de “riesgo bajo-moderado”, la entidad le otorgó un 3 –siempre del 1 al 9– a hacer las compras, salir a caminar, correr, andar en bicicleta con otros o jugar al golf. Con una puntuación de 4, ubicó hospedarse en un hotel por dos noches, sentarse en la sala de espera del médico, visitar una biblioteca o museo, comer en un restaurante al aire libre, caminar en el centro de la ciudad o pasar una hora en la zona de juegos de una plaza.
En riesgo moderado y con una puntuación de 5 sobre 9, los expertos advierten sobre cenar en la casa de otra persona, asistir a una barbacoa al aire libre, ir a la playa o comprar en un centro comercial. Con un nivel de peligro de 6 sobre 9, califican el enviar a los niños a la escuela, trabajar una semana en un edificio de oficinas, nadar en una piscina pública o visitar a familiares adultos mayores o a amigos en sus casas.
En el grupo de “moderado-alto”, los médicos norteamericanos ubican la visita a la peluquería, comer en un restaurante (interior), asistir a una boda o a un funeral, viajar en avión, jugar al básquet o al fútbol y abrazar o saludar con un apretón de manos a un amigo.
Y finalmente establecen como “riesgo alto”, comer en un buffet, ir al gimnasio, a un parque de diversiones, al cine, al teatro, asistir a un concierto masivo, a un estadio deportivo, participar de un servicio religioso con más de 500 personas o ir un bar. Esta última actividad tiene un riesgo de 9 sobre 9. Días atrás, de hecho, se conoció una investigación científica que explicaba que los bares son un gran foco de transmisión de coronavirus. Allí convergen los miedos de todos los infectólogos: nulo distanciamiento social, nadie usa mascarilla, no suele haber ventilación y el consumo de bebidas hace que la gente pierda el control y no cumpla con las medidas de prevención básicas.
A pesar de que en un momento se dijo que cantar era una de las actividades más riesgosas, un nuevo estudio de la Universidad de Bristol examinó la cantidad de aerosoles y gotículas generadas por 25 profesionales que hicieron ejercicios de canto, habla, respiración y tos; y se llegó a la conclusión de que la masa de aerosoles producida aumentaba con fuerza al subir el volumen del canto o el habla, en hasta 20 o 30 veces.
Sin embargo, el canto no produjo sustancialmente más aerosoles que hablar a un volumen similar y tampoco hubo una diferencia significativa en la producción de aerosoles entre diferentes géneros como el coral, teatro musical, ópera, jazz, gospel, rock o pop.
En las últimas horas, se conoció un informe publicado en The Journal of Pediatrics y dado a conocer por The Harvard Gazette, elaborado por médicos y científicos de esa universidad norteamericana. “En el estudio más completo de pacientes pediátricos con COVID-19 hasta la fecha, los investigadores proporcionan datos críticos que muestran que los niños juegan un papel más importante en la propagación comunitaria de COVID-19 de lo que se pensaba anteriormente”, señala el paper científico. El informe agrega que sobre todo el fenómeno se da en los dos primeros días luego de que los pequeños hayan sido infectados.
Incluso, el nivel de carga viral en esos menores era mayor que la presente en enfermos avanzados y en estado delicado, muchos de ellos hospitalizados en unidades de terapia intensiva. “En un estudio de 192 niños de 0 a 22 años, 49 dieron positivo al SARS-CoV-2 y otros 18 niños tuvieron una enfermedad de aparición tardía relacionada con el COVID-19. Se demostró que los niños infectados tenían un nivel significativamente más alto de virus en sus vías respiratorias que los adultos hospitalizados en UCI para el tratamiento de COVID-19”, remarcó la publicación.