“Piñas van, piñas vienen”: se volvió a abrir el debate de los “valores” del rugby en las redes

Publicado el: 30 noviembre, 2020

¿Élite, clase y género como teatro de fondos de la violencia? Una vez más, tras los repudiables mensajes de algunos jugadores de Los Pumas que, surgieron entre las cenizas de Twitter, se volvió a abrir el debate que sometió a discusión los supuestos “valores” de los rugbiers.

“Terminamos el 2020 como lo empezamos: hablando sobre las acciones de los rugbiers. No del deporte”, es una de las frases que más se repite en Twitter.

En una suerte de escrache colectivo para los jugadores de Los Pumas, diversos usuarios y usuarias de la red social Twitter reflotaron publicaciones de Pablo Matera, el capitán de la selección nacional de rugby, y de otros jugadores para mencionar el asesinato de Fernando Báez Sosa. Sin filtro, los detractores de la violencia instalada en este deporte, salieron al ataque.

 

 

 

¿Culpa del rugby? No

¿Es el rugby? Es la pregunta obligada, abonada por la acumulación de sucesos de esta índole, que han logrado hacer un estereotipo que solo es percibido como injusto por los propios practicantes de este deporte y sus círculos sociales concéntricos.

La respuesta es no.

Claramente no es el rugby en sí mismo, en tanto disciplina deportiva. Es decir, la práctica lúdica de 15 personas frente a otras 15, por el mero hecho de chocar sus cuerpos, de derribar oponentes, de empujar con sus espaldas arqueadas una formación donde hay 1000 kilos de cada lado, no provoca en sí mismo formas sociales de violencia. No hay una genética, una ontología del rugby en la que la fricción del deporte, por su propia mecánica, induzca a sus practicantes a actuar como matones.

Hay muchos chicos y muchas chicas que juegan al rugby y no solo no participan de este tipo de prácticas aberrantes sino que las repelen y condenan. Sin embargo, para inquietar un poco esta reflexión, queremos decir: esta práctica no es sorprendente y conmocionante, es legítima, es legitimada por sectores masculinos y femeninos, aún en aquellos que no participan de manera directa. En alguna medida es una conducta deseada en la idiosincrasia del “mundo rugby”.

 

 

 

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