Una situación extrema vivida por una mujer tucumana a bordo de un taxi se convirtió en viral gracias a que la joven tomó coraje para relatarla a través de Facebook.
La extrema tensión que vivió a bordo del vehículo la llevó a compartir la experiencia en las redes sociales y reflexionar sobre la desprotección a la que están expuestas muchas mujeres sólo por el hecho de quedar a solas con un hombre.
El nombre de la mujer se mantiene en reserva porque, luego de publicar su experiencia, recibió mensajes descalificadores. Este es su relato.
“Me pasó algo terrible y recién una semana después me animo a contarlo. Tenía miedo o vergüenza o las dos cosas juntas, no sé, pero me di cuenta que hay cosas que no se tienen que callar, y me doy cuenta porque estoy teniendo muchos conflictos internos a raíz de eso y además porque quiero que empecemos a tener conciencia y a cuidarnos entre nosotras, porque me di cuenta que nadie lo va a hacer por nosotras.
Me junté con mis amigas a comer un asado, cuando me fui me acompañaron a que me tomé un taxi a mí y a un par más, como las otras chicas se iban para otro lado me subí sola. Más de una vez me tomé un taxi y no pasó nada, una siempre se sube con miedo pero al final se termina diciendo ‘no pasa nada, no paranoiquees’. Me subí y noté que el taxista tenía el vidrio de atrás tapado pero no le di mucha importancia (me subí rápido porque los hinchas de Atlético estaban haciendo fila de noche para sacar entradas y me estaban tirando besos y gritándome cosas) cuando me subo esta fue la conversación con el taxista:
¿Tus amigas se van para el otro lado?
Sí.
Ah… Vas solita.
…
Che ¿Y te espera alguien en tu casa?
En ese momento le mande un mensaje a una compa que estaba cuando me subí preguntando si había anotado patente y me contesto que no.
Sí, sí me esperan.
ah… Bueno, avisá que te vas a demorar.
El corazón me empezó a latir a mil y me transpiraban las manos, eran como las 2 de la mañana y los semáforos no andaban, el auto no frenaba, no había nadie en la calle. En ese momento en el que veía cuales eran mis opciones escuché ruidos de placer que salían de su boca. Se estaba masturbando. Quería vomitar. Lo escuchaba susurrar ‘¿te gusta?’. Quería llorar. Quería patearle la cabeza. Comenzó a bajar la velocidad en una parte oscura de la Av. Belgrano como para estacionarse y con el auto en movimiento todavía me bajé y corrí. Afortunadamente venía un taxi atrás y me subí, el taxista me preguntó si estaba bien y le dije que sí pero que quería llegar a mi casa. No vi patente ni rostro porque quería irme.
Ahora no puedo caminar por calles llenas de gente, ni sentarme en asientos de a dos en los colectivos sin que me empiecen a transpirar las manos, ni pasar cerca de un grupo de hombres en la calle sin querer llorar, ni dormir bien, y por supuesto no me puedo subir a ningún taxi, entre otras cosas. Me sentí humillada y chiquita, sentí que ese tipo me pudo reducir con dos palabras de mierda, aprovechándose del hecho de que todas las mujeres tenemos miedo si andamos solas y de noche. En ese momento me di cuenta de la triste realidad: no soy libre. No fue mi culpa por subirme sola al taxi ni por no contestarle nada. Fue su culpa y me marcó seguro para siempre.
Lamentablemente no queda otra que cuidarnos entre nosotras, tomar patentes y no tomarnos un taxi en la calle. No somos libres, todavía no”.
Fuente: Las 4 Avenidas