Pedro estaba sentado frente al televisor de su casa cuando comenzó a llorar. Era domingo, ya de noche, y en la pantalla Independiente perdía con River. No había manera de aliviar la pena del nene tucumano de 12 años.
“Este sentimiento que tengo por el club no lo puedo sentir por nadie ni nada más”, decía mientras se secaba las lágrimas con los mangas de su buzo.
José Gabriel Norry, su padre, lo abrazó. Sabía lo que sentía porque a él, en ese instante, le pasaba lo mismo. El Rojo vive un momento crítico y los hinchas como Pedro lo saben. “Somos un club gigante, papá, Independiente es mi corazón”, repetía.
Todavía con la cara roja por el llanto, a Pedro se le ocurrió algo. Entró a su cuarto, vio sus únicos botines (nuevos, flamantes, comprados en febrero) y decidió que era momento de venderlos. Se había enterado de la colecta que encabeza Santiago Maratea para que los hinchas puedan sanear al club, y ese dato quedó en su cabeza.
Al otro día no les comentó nada a sus padres. Cuando salió de la escuela técnica fue a la plaza. Ahí lo esperaban sus amigos. Chapulín, como le dicen en Tafí Viejo, al noroeste de San Miguel de Tucumán, sacó sus botines y se los pasó a un conocido. Le dieron cinco mil pesos. “Para el Rojo”, dijo, y se fue.
En esa transacción dejó ir su objeto más preciado, pero se sintió el hincha más orgulloso de todos. Pedro, que juega como lateral izquierdo en el club Sportivo Guzmán, sabía que desde ese momento iba a tener que entrenarse en zapatillas.
Cuando volvió de la plaza, Pedro dejó la plata en la mesa de luz. “Lo hice porque amo a Independiente. Sueño con jugar en el Rojo y conocer la cancha. Aunque ya no está en el club, mi ídolo es Tagliafico”, contó.
“Independiente es un club gigante, es mi corazón. Lo amo. Espero que estos cinco mil pesos sirvan. Es un sentimiento”, se puede escuchar en un audio del nene publicado por el periodista Lucas Scagliola.
Su pasión por Independiente la heredó de su tío Pepe Ruiz y de su padre, José Gabriel. Él fue quien se dio cuenta de que su hijo había vendido los botines. Los cinco mil pesos en el cuarto, a un costado de la cama, llamaron su atención, y entonces preguntó.
“¿Qué hacen esos billetes de mil pesos ahí? ¿De dónde sacaste esa plata, hijo?”, consultó José Gabriel. Pedro bajó la mirada, y entonces le contó lo que había ocurrido. “Vendí los botines, papá, y quiero darle esa plata a Independiente y ayudar con la colecta”.
Pedro se puso a llorar, José también. Otro abrazo, como el de la noche previa, de padre a hijo, resumió el amor que tienen por el Rojo. “Se me soltaron las lágrimas de verlo así, no te das una idea, fue un momento muy fuerte. Él se pensó que lo iba a retar, pero cómo haría eso si los vendió para ayudar al club”.
En las últimas horas ambos donaron el dinero para la colecta. Pedro sus cinco mil pesos, su papá otros tantos. Mientras, un amigo de la cuadra le prestará unos botines usados para poder entrenarse en Sportivo Guzmán, junto a Lautaro Kolchut, y no ir en zapatillas.
“No nos hemos olvidado del club, acá estamos para ayudar”. José dice eso y la voz al otro lado del teléfono se le quiebra. Desde este jueves, los hinchas del Rojo, como en tantos otros momentos, se pondrán parte del futuro del club al hombro.