El “showman” Oyarbide: ahora bailó para la TV abierta

Publicado el: 24 mayo, 2016

A poco más de un mes de haber renunciado a su cargo de juez federal, Norberto Oyarbide se encuentra en pleno proceso de acostumbrarse al tiempo libre que le dio su retiro. Sucede que, tras 40 años en la Justicia y 21 a cargo de un Juzgado, para el polémico ex magistrado “no fue grato renunciar”: “Tuve una sensación muy semejante al día que falleció mamá, y yo acompañado por todos mis amigos la acompañé hasta el Jardín de Paz y cuando vi que el cajón se sumergía en la tierra, el día que yo entregué mi renuncia sentí algo semejante. Como que estaba abandonando una parte valiosa de mi vida. Pero así son las cosas y yo me ajusto a la realidad. De todos modos Dios es tan formidable que me sigue abriendo caminos”, contó Oyarbide en una extensa entrevista con el programa Desgeneradas, de Canal 9.

En ese tiempo libre del que ahora goza Oyarbide se encuentra la raíz del polémico video que días atrás lo mostró bailando desenfrenadamente. Según contó, un grupo de amigos que lo conocían “al enterarse que estaba jubilado”, decidió organizar una reunión “a compartir un asado”. Luego, vino la música, el baile, la grabación con un celular y la viralización. “Desde que aparecieron todos estos aparatos que las chicas mueren y los chicos también (por los celulares), al diablo con la vida privada”, reflexionó.

Consultado sobre su pasión al bailar, el ex juez explicó: “Esto es lo que yo siento en mi alma: para amar a una persona, para casarte con ella, para tener un hijo, para cantar, para bailar, para ser concertista, tenés que sentir dentro tuyo verdaderamente lo que estás haciendo. Si sientes ridículo, o piensas que no lo estás haciendo del todo correcto, mejor ¿sabes qué?, te tomas una cerveza al costado y miras cómo el resto se divierte. Porque hay gente que baila insoportablemente mal, pero lo hace con pasión. Todo el mundo tiene derecho”.

Una infancia entre la “rigidez” materna y el “corazón tierno” paterno
“Procedo de una familia muy simple, mis abuelos fueron todos traídos por Urquiza y se radicaron en la provincia de Entre Ríos. Un pariente se quedó en una isla muy cercana a la Isla Martín García, llamada Oyarbide”. Así comenzó el relato el ex magistrado sobre sus años de infancia en Concepción del Uruguay, “la zona de la chamarrita, de ahí que tenga una pasión especial por el folklore”. El padre de Oyarbide fue peluquero, “de una familia no humilde, sino extremadamente humilde”. Su casa, incluso, tenía “algunos pisitos de tierra”. Sin embargo, ya desde pequeño el ex juez mostró sus ambiciones: “Desde niño, siempre tuve sueños”, dijo, y añadió: “Lo que tenía en claro, ya estando en el colegio secundario y habiendo recibido distinciones, yo le trasmitía a toda la gente que quería ser doctor”.

A los 20 años, pisó por primera vez Buenos Aires solo, sin su familia, para estudiar medicina. “Cuando dejo mi terruño en Entre Ríos, con una valijita como de cartón, que me agarró una lluvia en Retiro y se desarmó toda”, recordó. Luego, tras las primeras clases, se dijo a sí mismo: “No voy a perder dos años maravillosos de mi vida en esta quimera. Mañana me largo yo solo y voy a tratar de buscar cuál es mi lugar”.

De aquellos años, recuerda “la presencia gigante” de sus padres, y una autoexigencia “insoportable”. Oyarbide era virtualmente hijo único, pues sus dos hermanos fallecieron tempranamente. “Mi madre fue una figura rectora en mi vida”, contó, y añadió: “Mi madre me marcó reglas muy claras de conducta. Una exigencia importante en cuanto al cuidado de la estética. Era inmensamente coqueta. Mi padre también era elegante, era travieso: dejó una novia esperando en el altar porque conoció a mi madre 15 días antes de casarse”.

La última vez que habló con su madre, ya al borde de su muerte, ella le transmitió que “debía estar inmensamente feliz” por sus logros, explicó al borde del llanto. También, le dijo “que sea natural, libre, y que no viva dependiendo de las opiniones de las personas”. “Me dijo no quiero que me llores, quiero que estés absolutamente espléndidamente vestido, como vos sabés que a mí me gusta. Me eligió hasta el traje que tenía que ponerme, y me dijo serví champagne a todos, nada de café. Eso es un velorio de gente que no… Y no me muestres ante nadie, que todos me recuerden como fui”, detalló.

“Toda la parte instrumental, la rigidez, procede de mi madre. El de corazón tierno era papá. Extraje los genes un poquito de cada uno de ellos”, afirmó Oyarbide, quien también recordó que tuvo a su lado “personas magníficas aquí en Buenos Aires”.

De sus años como estudiante, guarda “un recuerdo especial de mucha tristeza”. “Tantas veces junto con otros compañeros tenías que escapar de la Facultad de Derecho porque nos corrían a los tiros”. Al llegar a Buenos Aires, estuvo en una pensión estudiantil, en Congreso, en Humberto 1º y Entre Ríos. “Corrí la coneja como loco”, dijo, y recordó cuando “sentía el ruido en las tripas” por el hambre y no le servía la ropa que había traído de Entre Ríos “porque estaba flaquito”. “Es horrible pasar por un restorán y ver toda la gente y no tener una moneda”. Sin embargo, nunca pensó en armar su valija y “decir yo acá me voy”.

La altura de Napoleón Bonaparte

En la Facultad de Derecho, Félix Luna fue “el primer maestro con el cual debuté”. En una oportunidad, cuando sus compañeron lo burlaban por su altura, Luna le preguntó cuánto medía. “1,60 dice mi libreta de enrolamiento”, respondió, a lo que Luna comentó: “Usted tiene la altura de Napoleón Bonaparte”. “Fue muy simpático todo eso”, dijo Oyarbide antes de recordar que aprobó la materia con 10 “y él pidió que toda la gente se pusiera de pie y me diera un aplauso”.

El amor y la ley

En tren de filosofar, Oyarbide sostuvo que “la tarea de un juez tiene bastante que ver con el amor y el respeto a los demás”. Sin embargo, para el amor “los dos tienen que proceder de familias sanas”, afirmó. Sobre la ley, el ex juez dijo que “es lo máximo”, y que “sin ley la vida no es posible”.

Fuente: Infobae

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