El Miedo: colectivo inconsciente de la Pena y la Violencia

Publicado el: 5 agosto, 2017

Por Pablo Jozami Para poder verdaderamente avanzar en el camino es preciso que primero comprendamos cómo operan ciertos mecanismos sociales que se corresponderían con los comportamientos compulsivos y viciados de la sociedad en general, y ver que nos involucran a todos por igual porque, siendo el humano el conjunto pensamiento, palabra, emoción, acción e omisión, en algo de ello la pena o la violencia nos envuelve. Quien quiera realmente avanzar precisa dejar de lado y para siempre sus juicios de valores que, finalmente y con total atención a lo ya expresado y próximo a expresarse, solo conducen a la condena y en ello hay inherentemente violencia y por ende pena.

Mientras haya violencia jamás se podrá decir que la raza humana conoce lo que el Amor es. Para que el Amor surja —y con Él sea la Paz— primero es preciso cesar la violencia, y para ello se requiere de la Luz del conocimiento y la comprensión de los mecanismos propios de su alienada naturaleza. La violencia es el síntoma de una sociedad sin Amor, sin Amor entre pares, sin Amor a las demás especies, sin Amor al planeta y a la naturaleza, sin Amor al Gran Espíritu. Mientras habitemos esta tierra sin un claro y consciente reconocimiento de que nuestra naturaleza biológica nos supone a todos iguales, solo estaremos actuando sobre la tierra como un virus reproduciéndose y destruyendo el órgano en que se gestó —llamado Humanidad—, y haciendo metástasis en el resto del cuerpo planetario; por esto es preciso comprender este asunto y así darnos cuenta de que ser y hacer camino a la igualdad es el camino al Amor, al Ser.

Cuando hablamos de desigualdad es más que evidente el surgimiento de la comparación, la envidia, la frustración y el consecuente odio; toda la cadena de destrucción propia de la violencia se presenta como consecuencia y en correspondencia al efecto de la acción del desequilibrio. Esto es sin dudas la no aceptación de nuestra naturaleza de pares, una verdadera conducta antisocial que, como todo río que desemboca en el mar, finalmente deriva en el peor de los males del mundo entero: el miedo.

Los nativos de este continente consideraron al miedo como una enfermedad, cuyos síntomas son la pena y la violencia; dos caras de una misma moneda, inseparables y destructivas, y todo ella parte de un mismo triangulo de compulsión. La pena es un grillete que encadena al alma sin que la persona pueda ser feliz, es decir que el precio que pagamos por el miedo cuando la moneda cae mostrando su cara de pena es la infelicidad. La violencia es un veneno que intoxica al alma condenándole a un estado de estrés e intranquilidad sin que la persona pueda ser paz, es decir que el precio que pagamos cuando la moneda muestra su cara de violencia es la guerra y la resistencia. La pena es el síntoma que deriva del aislamiento al que condujeron la violencia y el miedo; ésta tiene muchas caras y cada una de ellas se corresponde con un duelo específico del alma, como por ejemplo el apego, con el cual el Amor está imposibilitado de florecer. Si hay apego entonces se es sin libertad, por tanto no se es, ya que el Ser es libre. La raíz de esta pena es la idea de la soledad, lo que creemos que la soledad es. De este miedo deriva la evasión, para no enfrentar el miedo en realidad. Para salir de la pena, el primer paso es enfrentar el miedo a la soledad, para así hallar el Amor propio que surge de la comunión con uno mismo, la comunión del Ser.

Por otro lado, es preciso comprender que miedo es violencia en estado latente, y que para poder verdaderamente lograr una sociedad sin miedo —con lo cual cesaría inmediatamente la violencia— es preciso educar una sociedad capaz de amar, en igualdad de pares y en armonía con la vida misma. Puede resultar difícil imaginar el mundo que surgiría de ello porque aun pensamos al mundo en términos de actual estructura, y de hecho la sola idea de imaginar un mundo libre es contradictoria si comprendemos que la imaginación sería otra creencia, otro pensamiento que como tal se basa en el pasado, ya que en el pensamiento jamás hay algo nuevo, siempre es pasado. Lo que podemos visualizar con total certeza es que un humano educado bajo la premisa del Amor por sus pares y por sí mismo, jamás sería capaz de ocasionar ni ocasionarse daño alguno.

Es de una incoherencia total que entre pares, como células humanas que somos, nos miremos a nosotros como extraños de quienes tengamos que resguardarnos. Sería como que en nuestro propio organismo las células del páncreas se resientan entre ellas llegando hasta a cometer acciones atentando contra la salud e integridad del propio órgano común a todas ellas.

Como célula humana de un organismo llamado humanidad he decidido comprometerme a despertar de la inconsciencia colectiva, sanar mi Ser, empoderarme de mi Voluntad, y expandir mi Amor para así irradiar Luz en mi paso por esta existencia.

Hoy el camino me precisa en otro lugar hacia el cual me estoy dirigiendo para expandir mi consciencia y así continuar con mi verdadero destino, que no es más que voluntad del Gran Ser Creador. Hago un llamado a recorrer lo ya expresado e ir así aunando consciencia respecto de la palabra. También hago un llamado al silencio y la auto observancia para poder darnos cuenta de la verdad que late en nuestros corazones.

Desde lo más profundo de mi Ser, con todo el poder de mi Voluntad, deseo que seamos Uno en el Amor, UN MISMO SER. Amor, Paz y Felicidad. Soy Humano.

Hasta el regreso.

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