Año 1979. Posiblemente los memoriosos repitan que nunca hubo tanta gente como la de ese día en un estadio, el de Atlético Tucumán. Diego, la incipiente estrella del seleccionado juvenil, convertido en eterno desde este 25 de noviembre del 2020, pisaba por primera vez una cancha de la provincia. Desplegaba su enorme talento, inigualable, insuperado: fue frente al Decano pero aquel día debieron haber hinchas de todos los clubes. Sólo Maradona podría hacerlo: hacer coincidir a “decanos” y “cirujas”. Todos dicen haber estado aquel día. Cuarenta y un años pasaron: 25 de noviembre de 1979.
Atlético se enfrentaba a aquel Argentinos Juniors que tenía un imán irresistible. Un duelo inmerso en el mito futbolero, en muchos que dicen haber estado ese día, aunque probablemente falten a la verdad. Ese día dos hermanos estuvieron con su padre en el estadio. Uno tenía diez años y el otro, cargado por su papá, contaba con apenas seis.
El estadio quedó pequeño. Uno de esos hermanos, ambos fanáticos confesos de San Martín, recuerda el glorioso instante.
“No sé cómo entramos con mi papá. Fue una verdadera locura, no cabía un alfiler pero fue la única vez en que mi mirada iba a una sola camiseta que tenía el número de mi edad. A mí no me importaba mucho el partido. Solo me fijé en los movimientos de un jugador. Sólo miraba a Diego. Cuando tenía la pelota pero también caminando, trotando, parado con los brazos en jarra“.
El papá de pie estirando el cuello, para poder ver, como fuera lo que pasaba en el césped. “Estábamos en una esquinita me acuerdo…cada vez que Diego se acercaba a ese lado sacaba una instantánea, y se escuchaban los murmullos porque más allá de que todos sabían quien era, era como raro verlo ahí, en directo. Después hizo un gol de tiro libre, lo repito en mi cabeza. Me acuerdo como si fuera ayer”, dice hoy, aquel niño que tiene 51.
Cuando un ultrafanático decano postea la foto de las tribunas aquel día, él solo puede decir: “Estuve en el estadio aquel día. Gracias a Dios”.
Atlético ganó el partido 2 a 1 y consiguió la clasificación a cuartos de final del torneo Nacional ante más de 30 mil personas. Juan Francisco “Kila” Castro, sería recordado como aquel que “mejor marcó a Maradona en toda su carrera” (algo probablemente exagerado pero ¿Quién lo puede desmentir?) terminaría contando anécdotas de todo tipo, cansado de que le preguntaran lo de siempre: ¿es verdad? ¿usted no lo dejó mover a Maradona? Con una sonrisa, El Kila nunca lo negaba.
Según el relato popular, Castro había marcado con éxito a Maradona en el partido de la primera rueda en Buenos Aires, Rogelio Domínguez director técnico de Atlético, repitió la formula en Tucumán y el volante no le falló.
Los momentos quedaron plasmados en imágenes irrepetibles para los tucumanos.
Con un cielo nublado con amenaza de lluvia, hinchas hasta en las torres de iluminación, pasillos abarrotados de publico, una recaudación record para el fútbol tucumano, el marco era imponente porque todos querían ver al nuevo ídolo mundial. Diego Armando Maradona con 19 años jugaba en Tucumán y era fiesta.
Mientras el partido seguía la voz del estadio pedía al público que bajara de las torres de iluminación del estadio: los hinchas hacían señas de que no había mas lugar en la tribuna de calle Laprida y vieron todo el partido desde esa ubicación.
Los recuerdos de aquella tarde tenían el antecedente de aquel inolvidable mundial juvenil de 1979 ganado por Maradona y su troupe en Japón, bajo la batuta técnica de César Luis Menotti.
“Me acuerdo como mi papá nos levantaba para ver el mundial juvenil de Rusia. Todavía quedaba parte de la fiebre mundialista del 78 pero Maradona cambió todo. “Este es el nuevo Pelé”, le escuché decir a mi papá, que por lo general, no se equivocaba en nada de lo que decía en fútbol. Para mí era palabra sagrada. Cuando dijo hay que ser de Boca pese a que todos los jugadores de la selección eran de River nos hicimos de Boca y listo. No se discutía. Si el viejo decía el mejor arquero del mundo es Gatti, ponele la firma que era así. Cuando dijo Este es el nuevo Pelé, yo creía que “Pelé” era como una especie de categoría de jugador, no tenía idea de quien era Pelé. Y bueno, este es el nuevo Pelé, repetíamos con mi hermano. Hasta mi vieja también interrumpía su descanso nocturno y veíamos esos partidos en blanco y negro. Diego dominando el campo de largo y ancho, haciéndose cada vez más grande: lo mirábamos extasiados, con sueño, hechizados en esos pantallazos que nos llegaban en blanco y negro. Cuando levantó la copa a todos nos pareció algo casi normal: no nos dábamos cuenta que estábamos en la cima del mundo”, explica aquel ex niño.
Gustavo, fanático de San Martín, también recuerda, subido a los brazos de su papá, en la cancha de su archirrival, haciendo todo para ver a Diego.
“De ese día tengo pantallazos pero también lo vimos otra vez en Mar del Plata. Fue cuando estaba a punto de pasar de Argentinos a Boca. Teníamos platea se largó una tormenta terrible. Pero también me acuerdo la vez que papá nos vino a avisar que Diego firmaba para Boca: jugábamos en una canchita con un amigo en una localidad balnearia donde pasábamos las vacaciones…estaba emocionado”, dice con los ojos rojos. Para él, también es un día difícil.