Paula Giselle León está detenida desde hace dos semanas acusada de matar a golpes a Diego Nicolás Alonso en medio de una pelea en la casa en la que convivían en Mendoza. En las últimas horas, la mujer declaró ante la Justicia que lo asesinó porque se había querido defender de un abuso sexual, pero su testimonio no convenció a las autoridades y seguirá presa.
La autopsia determinó que la víctima, de 44 años, recibió 33 golpes y uno de ellos fue el que le causó la muerte. Si bien todavía no se pudo establecer qué tipo de relación era la que ambos mantenían, lo cierto es que Paula vivía en el mismo domicilio que la víctima, en la calle Gobernador González al 600.
De acuerdo al relato de la detenida, empezó a golpear a Alonso porque él la estaba manoseando y basado en esa versión, su abogado defensor pidió que el caso fuera tratado como emoción violenta para atenuar la pena. Sin embargo, no fueron pocos los indicios que apuntaron en otra dirección y pusieron en duda la acusación.
En principio, fuentes policiales indicaron al portal El Sol que al momento de su detención León no mencionó en ningún momento el presunto intento de abuso sexual pero, en cambio, tenía unas valijas preparadas por lo que se presume que tenía planeado fugarse. Además, los vecinos que declararon en la causa manifestaron que la pareja era conocida por llevar una relación conflictiva y que las peleas entre los dos eran habituales.
Finalmente este martes, después de analizar las pruebas y las dos presentaciones, el juez Juan Manuel Pina consideró que los elementos incriminatorios eran suficientes y dictó la prisión preventiva para León por homicidio simple, un delito por el que podría ser condenada a una pena de entre 8 y 25 años de cárcel.
Previamente se le había impuesto la misma medida a la joven por violación del artículo 205 del Código Penal, es decir, por incumplir la cuarentena preventiva y obligatoria por el coronavirus.
Faltaban algunos minutos para las 11 del martes 8 de septiembre cuando la madre de Alonso, de 68 años, fue hasta la casa de su hijo. Al llegar, le llamó la atención que la puerta estuviera entreabierta y confirmó su recelo apenas atravesó el umbral.
Todo estaba desordenado, había manchas de sangre por todos lados y pelos, como si hubiera sido el escenario de una violenta pelea. El cuerpo de su hijo estaba sobre la cama en la habitación, muy golpeado a simple vista. Pero ya estaba muerto.