Tendría 16 o 17 años de edad pero más de 90 en el corazón. Cada vez que veía a su padre entrar borracho a casa se sentía más viejo. Pero un día ocurrió algo nuevo en aquel barrio de Pedregulho, en la ciudad de Guaratinguetá, a 160 kilómetros de San Pablo, Brasil. Llegó un franciscano de profundos ojos azules a la parroquia del barrio Nuestra Señora de la Gloria. Lo miró y le pidió lo que nunca creyó capaz de hacer: amar a su padre, “tal como era”. Ver a Jesús en ese hombre destruido por el alcohol.
“La experiencia de amar a mi padre provocó un cambio total en mi familia a lo largo de dos o tres años. Hasta que él se recuperó y encontró trabajo en Mozambique, África”, cuenta Nelson Giovanelli, uno de los fundadores de la Fazenda de la Esperanza, junto con el franciscano Hans Stapel. El sábado ambos estuvieron en la inauguración del segundo centro de recuperación de adictos de Tucumán (en El Saladillo, cerca de El Cadillal) y el primero de la Arquidiócesis de Tucumán. La otra Fazenda está ubicada en Aguilares, en la diócesis de Concepción.
El método comenzó a aplicarse en Brasil, donde nació, en 1983. Está apoyado en tres pilares: espiritualidad, convivencia y trabajo. Es un espacio de puertas abiertas e ingreso voluntario, que se sostiene a partir de la producción de los caminantes, que son los que comienzan el proceso de recuperación. No hay tratamiento médico ni farmacológico. El amor y el espíritu de superación llevan a un cambio de hábitos. Los jóvenes aprenden oficios y viven de su propio trabajo en panadería y huerta.
-¿Cuál fue la experiencia que dio comienzo a todo?
Nelson: Cuando mi padre se fue a Mozambique con mi madre, yo me quedé trabajando. Un día volvía a mi casa cuando me encontré con un grupo de chicos que siempre se reunían en la esquina a drogarse y beber. Eran como 20. Entonces recordé la experiencia con mi padre. Me acerqué pensando en esas palabras de San Pablo que dicen: “me hice débil con los débiles”. Se creó una amistad muy fuerte con ellos y después de dos meses uno de ellos pidió ayuda, y cuando eso sucedió, lo invite a ir a la parroquia. Él atrajo a otros chicos de la calle y así comenzó todo. Cuando mis padres volvieron de África encontraron la casa llena de adictos. Aún no estaba la idea de hacer un centro de rehabilitación.
– ¿Cómo creció el proyecto? ¿Tiene ayuda estatal?
Fray Hans: Gracias a las donaciones lograron inaugurar 107 fazendas en 17 países. Las hay en Rusia Filipinas, Angola, Mozambique, Colombia, Paraguay, Uruguay, Bolivia, Portugal, Suiza, Italia, Alemania y Argentina. No siempre hay apoyo estatal, pero tampoco dependemos de ello.
– ¿Cuántos jóvenes se han recuperado?
N: – Tenemos 3.000 personas en las Fazendas del mundo y se han recuperado más de 30.000.
-¿Cuál es el origen de la drogadicción en los jóvenes?
– F. H: La falta del sentido de la vida. El consumo entró de una manera muy fuerte en las familias y creó división, sacó del corazón lo esencial. Por eso los chicos que vienen a la Fazenda logran muy rápido la alegría porque la droga no es el mayor problema, porque encontraron una paz que no tenían. Lo más difícil es aceptar que tengo que cambiar, no mi familia ni el mundo. Debo cambiar mi mentalidad, mi estilo de vida, desterrar el consumismo y el egoísmo. Es un proceso que exige trabajo, pero que sirve para toda la vida.
Fuente: La Gaceta