Lebbos en el juicio: “En cada ‘por qué’ la estrangulaban de nuevo”

Publicado el: 22 febrero, 2018

Por Mariana Romero – En el testimonio más esperado desde que se inició el juicio por el crimen de Paulina Lebbos, su padre brindó un pormenorizado relato de lo ocurrido desde la desaparición de la joven hasta la actualidad. Alberto Lebbos prestó juramento minutos antes de las 17 ante el tribunal integrado por Carlos Caramuti (presidente), Rafael Macorito y Dante Ibáñez.

Antes de comenzar su exposición en calidad de testigo (fue ofrecido por la fiscalía, la querella y las defensas), hizo un pedido a los abogados de los imputados: “quiero decirles que estoy dispuesto a contestar todo tipo de preguntas, estoy a total disposición de todas las partes con la mayor libertad y amplitud; pero les quiero pedir que, cuando me hablen, no me digan que se solidarizan o que sienten mi pena. Que sólo me hagan preguntas”.

Luego comenzó a responder las inquietudes del fiscal Carlos Sale. Detalló cómo era Paulina: “todo lo que hacía era muy previsible, tenía una hija de cinco años, era una buena madre, siempre decía a qué hora volvía a casa”. Por eso, relató, se alarmó cuando le avisaron, el domingo 26 de febrero de 2006, que no había ido a la casa de su novio, César Soto, ni había regresado a su hogar. Entonces, detalla, comenzó su periplo.

Aseguró que fue a buscar a Soto y a Virginia Mercado, la amiga con la que había salido la noche anterior y la última en verla con vida. Recorrió hospitales, casas de amigos y, finalmente, radicó la denuncia en la Unidad Regional Capital de la Policía de la Provincia. Lo hizo por consejo del entonces secretario de Seguridad, Eduardo Di Lella, y quien en esos tiempos era jefe de Policía, Hugo Sánchez, a quienes había encontrado en la calle. Hoy, ambos están imputados por encubrimiento agravado.

Lebbos asegura que se dio cuenta, al día siguiente, de que en la Policía reinaba un “gran desorden”. Asentó una nueva denuncia en la entonces Brigada de Investigaciones y pidió, como en la anterior oportunidad, que citaran a Soto y Mercado. Pero ello no ocurrió, por lo que él fue a buscar a ambos y los llevó a declarar. “Virginia hace el identikit, había que difundirlo, no lo difundían. Nosotros, con mis amigos, teníamos que hacer fotocopias y pegarlos por todas partes. Yo les pedía que difundan a las policías fronterizas y me decían que lo hacían. Era mentira. Yo me comunicaba con la Policía de Salta y me decían que no tenían idea. Les reclamaba acá y me respondían con evasivas”, detalló. Además, recordó cuando fue a la localidad de San Andrés porque le dijeron que acababan de hacer un rastrillaje pero, al llegar, se dio cuenta de que se trataba de una mentira y la medida no se había realizado.

Lebbos resaltó que pasaron nueve días hasta que llamó a Emilio Mrad para que lo representara. “A mí no se me cruzaba por la cabeza que necesitaba un abogado. Porque eran mis compañeros de trabajo, no eran mis amigos pero sí mis compañeros”, dijo, en referencia a las autoridades de Seguridad que, como él, eran funcionarios de la Casa de Gobierno.

El día del hallazgo

A Lebbos le llamó la atención que hubiera tanta gente -funcionarios especialmente- en Tapia el 11 de marzo de 2006, cuando fue al lugar junto a su abogado porque el entonces fiscal de la causa, Alejandro Noguera, le avisó que se había hallado un cuerpo. “Se adelanta Hugo Sánchez y me dice en forma muy ampulosa, moviendo los brazos, ‘¡Señor Lebbos! Después de un intenso rastrillaje por parte de la Policía en todo este predio, encontramos un cuerpo’”, rememoró. Luego, señaló que un lugareño se le acercó y le dijo “eh, don Lebbos, ojalá que no sea la Paulina, ahí la han encontrado unos chicos de acá”. El padre de la víctima le remarcó a Noguera lo que le dijeron, pero luego se concentró el cadáver.

Al recordar los momentos en los que vio a su hija muerta, la voz del hombre de 63 años se quebró. “Yo me di cuenta en ese momento que era Paulina… si yo le he cambiado los pañales todos los días. Le miro la cabeza y no tenía cabello. Y Paulina tenía una cabellera impresionante”, recordó entre lágrimas. Señaló que, en ese momento, dijo que no estaba seguro de que se trate de su hija “pero, en el interior, yo sabía que era ella porque le había visto el codo, doctor”, le dijo al presidente del Tribunal.

Sale le preguntó entonces si supo de una discusión entre el fiscal de la causa y algún miembro del Poder Ejecutivo. “Si”, respondió Lebbos. “Yo lo encontré conmocionado al fiscal y supe que había instrucciones de levantar el cuerpo del lugar. El fiscal, muy enérgico, hablaba con no sé quien y decía que se suspendan inmediatamente todas las medidas y se ponga consigna hasta el día siguiente”, profundizó. “¿Usted supo de quien era esta idea?”, inquirió Sale, en referencia a la intención de levantar el cuerpo y llevárselo del lugar sin orden judicial. “Sí, supe que era del señor Di Lella. No sabía por qué. Ahora sí sé, en su momento no”, contestó.

Siete años de oscuridad

“Cuando fue el velorio de Paulina, llega al velorio José Alperovich. Se me acerca y me abraza. Me dice ‘quedate tranquilo, vos vas a cobrar todos los meses y no vas a trabajar”. Inmediatamente lo eché, lo eché del velorio”, aseguró Lebbos.

Más adelante, el padre de la joven asesinada detalló cómo se referían los policías a su hija. “Nos preguntaban que por qué Paulina había tenido una hija a los 16 años, por qué se puso esa pollera cortita, por qué había ido a bailar a ese lugar ¡20.000 jóvenes iban a bailar ahí! En cada ‘por qué’ de esos la mataban de nuevo a mi hija, la estrangulaban de nuevo”, reflexionó.

Luego, comenzó a detallar episodios que le hicieron sospechar de que, desde la Casa de Gobierno y la Policía, se estaba encubriendo el crimen. Dijo que se dedicó a golpear puertas para pedir ayuda y, de esa manera, el 5 de abril Gendarmería Nacional realizó una reconstrucción del hallazgo que reveló las graves irregularidades cometidas. Entonces, reunió en una carpeta todas las pruebas y se las llevó al gobernador a su casa. Había sido invitado a un encuentro en la casa de Alperovich al que, en un principio, se negó a asistir porque ya reclamaba al mandatario que los funcionarios sospechados sean apartados de sus puestos. Le pidió al entonces fiscal Noguera que no fuera pero, como no le hizo caso, se presentó, entregó las pruebas y se retiró. Allí halló a las personas a las que acusaba del encubrimiento y también a Noguera quien, más tarde, fue fotografiado por el diario La Gaceta al abandonar la casa del Gobernador y tuvo que apartarse de la causa.

Se inició, entonces, la etapa del fiscal Carlos Albaca, quien mantuvo la causa paralizada y bajo secreto durante siete años (en poco tiempo será enjuiciado por encubrimiento agravado). Lebbos recordó que lo primero que hizo fue quitarle el rol de querellante y otorgárselo a Soto, en representación de la hija de Paulina (reconoció como padre a la menor recién tras la muerte de Paulina). “¡Hasta la Corte Suprema fue Albaca a pelear para mantenerme afuera!”, resaltó el padre de la víctima. Una vez ganado el pleito, no tuvo mejor suerte. El fiscal Sale le preguntó si desde entonces se le dificultó el acceso a la causa y Lebbos respondió que no, que directamente no tuvo más acceso hasta 2013.

En ese tiempo, resaltó Lebbos, las personas a las que acusaba, lejos de ser apartadas, fueron sostenidas en sus puestos, ascendidas o nombradas con cargos en el Estado. Albaca, en tanto, se negó a todos los intentos de revisión del expediente, incluso por parte de la Corte Suprema de Justicia.

“¿Usted cree que en este caso hay involucrada gente mucho más importante que la que está sentada en esta sala?”, le preguntó el fiscal Sale a Lebbos. “No tengo la menor duda de que está involucrada gente del clan Alperovich Rojkés”, respondió el testigo y agregó: “lo voy a fundamentar. El señor gobernador y su esposa tenían en sus manos las pruebas contundentes de todas las maniobras de encubrimiento desde el año 2006”, indicó Lebbos, y repasó los beneficios laborales que recibieron los acusados. “Tenían constancias documentadas, pruebas contundentes de los delitos cometidos por esta gente y los sostuvieron en su cargo, los ascendieron, los protegieron, los recontrataron. Hay pruebas firmes contra el fiscal Albaca. (Los Alperovich) han ordenado que no se haga juicio político. Existen pruebas contundentes de cómo gente que integraba el Poder Legislativo tenía constancias de los delitos desde el año 2006 y han seguido protegiéndolos. Nunca le han pedido al gobernador que los investigue”, lanzó el padre de Paulina.

“¿Qué cree que sentía yo cuando veía a los encubridores subidos a los escenarios oficiales haciendo la ‘V’ de la victoria? La han asesinado un millón de veces a Paulina”, reflexionó.

La familia, la lucha y la impunidad

Lebbos habló en nombre la madre (fallecida) de Paulina, sus hijas y su nieta. “Que (los imputados) digan la verdad. Mi familia lleva sufriendo mucho tiempo por esta causa, no lo merecen. Son personas buenas, trabajadoras, estudiosas, son personas decentes”, reclamó. “Y esta confabulación de gente mala no sólo está haciendo sufrir a mi familia, sino a la de ellos. Yo no tengo dudas de que sus hijos están sufriendo estigmatización en la calle”, subrayó.

Lebbos también pidió por los demás miembros de la Comisión de Familiares de Víctimas de la Impunidad. Antes de ir a un cuarto intermedio, pidió permiso al presidente para expresar que, como el caso de su hija, en la provincia hay cientos y “siempre tienen un denominador común: en los testimonios de las familias, aparece el poder político que encubre y protege”. Agregó que las causas prescriben sin llegar a juicio y expresó su deseo de que la causa Paulina “sirva para un cambio profundo en el sistema judicial, que se lleva tantas vidas pobres”. Dirigiéndose a los jueces, preguntó: “¿saben cuántas veces me encontré familiares de víctimas llorando a los gritos en los pasillos de Tribunales?”.

Cerca de las 20.30, cuando se acercaba la hora de finalizar la jornada, el fiscal anunció que había terminado su ronda de preguntas. Le seguirán las de la querella, representada por Mrad, la Defensoría de Menores, la defensa de la Provincia de Tucumán (es demandada civil), los abogados defensores y, finalmente, los jueces. Antes del fin de la audiencia, Lebbos remarcó durante 12 años buscó conocer qué le hicieron a su hija, por qué y quiénes encubrieron el crimen. “Yo les digo que hasta el último día de mi vida voy a estar acá luchando para que se sepa la verdad. Y el día en que me muera, van a estar mis hijos”, finalizó.

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