Con más de 60 años de casados, Miguel de 87 y Pilar de 84 años, son una pareja de abuelos que tuvieron que enfrentar el aislamiento quizas de la forma más triste que puede haber. A diferencia de muchos, a ellos no se les permitio estar juntos y no por una cuestión de “enfermos”, sino porque viven aislados en diferentes residencias de mayores y el traslado es denegado.
Aunque esta decisión se toma, supuestamente, por razones sanitarias, el estar separados les está afectando más casi que el propio COVID-19. José Luis Ponzano, uno de sus hijos, hace unos días no logra “conciliar el sueño” por tratar de lograr la reunificación de sus padres, “antes de que sea demasiado tarde”.
Atrapados en la residencia
El problema, cuenta José Luis, empezó antes de la crisis del coronavirus. Sus padres habían ingresado en distintas residencias en 2019 -su madre, en un centro de Villanueva de la Cañada y, su padre, en uno de Vallecas (Madrid)-, beneficiándose de plazas concertadas con la administración. Desde ese momento, la familia trató de que estuviesen juntos.
A principios de 2020, tras un recorrido burocrático muy complejo, lograron que se le adjudicase una plaza a la madre en la residencia donde vive el padre.
Sin embargo, justo antes de la pandemia, todo cambió. “El día 10 de marzo nos llamaron a las 6 de la tarde de la residencia de mi madre y nos dijeron que si no la sacábamos ese mismo día, ya no podríamos hacerlo más adelante. Lo intentamos, pero en el centro donde reside mi padre nos dijeron que era imposible. Así que mi madre se quedó atrapada en Villanueva de la Cañada”, relata José Luis.
Desde aquel momento, tanto Pilar (antigua ama de casa) como Miguel (excamionero), que han pasado la mayor parte de sus vidas residiendo juntos en su piso en el barrio de Ventas, tuvieron que hacer frente a la crisis del coronavirus por separado.
Además, ni ellos ni sus respectivas residencias se libraron de la infección. El padre, que había tenido una sintomatología compatible con el COVID-19 en enero, dio positivo a un test de anticuerpos realizado en abril y, la madre, a una PCR, aunque “no tuvo síntomas”.
Pese a todo, asegura José Luis, lo que más está afectando a sus progenitores, que “llevan más de dos meses aislados”, no es el virus en sí, sino el no estar juntos. “Si mis padres hubiesen estado juntos, todo hubiese sido distinto: las penas compartidas serían menos penas. Ahora, si no les mata el coronavirus, que esperemos que no, se van a morir de tristeza”, sostiene.
Y lo dice basándose en hechos. “Este domingo nos llamaron de la residencia de mi padre y nos dijeron que estaba muy rebelde y bajo de moral. Y él siempre ha sido como un algodón de azúcar. La sensación de abandono que puede sentir, la verdad, la entiendo”, comenta. “Está preocupadísimo con este asunto. Siempre me pregunta: ‘¿Mamá cómo está? ¿Cuándo viene?’. Le cuesta mucho trabajo entender que no pueda venir y estoy convencido de que por su cabeza pasa que se va a morir allí solo”, reconoce.
En el caso de la madre, la situación es también delicada. “Tiene una frustración terrible. La están viendo psicólogos. Estaba super animada por poder encontrarse con su marido. Uno era el sostén del otro”, señala.
Dificultad para comunicarse
Tampoco está siendo sencillo para José Luis y sus hermanos mantener conversaciones periódicas con su padre. Con la madre, tienen línea directa telefónica, pero con el padre, se ven telemáticamente sólo “una vez por semana, normalmente”. Eso sí, José Luis explica que el personal de la residencia contacta todos los días con la familia para contarles más sobre su estado de salud, desde que dio positivo en coronavirus.
Aun así, añade el hijo, las conversaciones no son fluidas por “los problemas audición”. “Escucha mal. Me pregunta constantemente: ‘¿Qué has dicho?’ “, cuenta. Y, por esta razón, todavía no han podido poner en contacto a sus padres al menos telemáticamente, algo que supondría un cierto alivio para la pareja.
Un traslado por humanidad
Así, desde marzo, el hijo está intentando que la Comunidad de Madrid proceda a efectuar la reunificación familiar que ya se les había concedido, mediante la adjudicación de una plaza para la madre en la residencia del padre. “Lo estamos solicitando, pero desde la Comunidad no hay respuesta. No sabemos nada. Puedo llegar a entenderlo, hablan de que existe un protocolo que deniega los tralsados pero, si lo hay, quiero que se haga público. Siguen corriendo los días y, a ciertas edades, cada instante es un regalo. A lo mejor, cuando quieran abrir la veda, ya no hace falta, desgraciadamente”, critica.
“Ya solamente por un tema de humanidad pienso que podría hacerse un esfuerzo. Cuando eres joven, luchas, tienes ganas de pelear y te recuperas, pero a esas edades es distinto”, asegura.
Por ello, comenta, ha decidido contar su historia para tratar de denunciar la situación y reivindicar que se lleve a cabo el ingreso de su madre. Unos ingresos paralizados por la crisis del coronavirus que, en Comunidades como Navarra o Andalucía, ya se están empezando a realizar.