Milagros tiene 24 años, vive en Buenos Aires, está en Tucumán y es la nieta de Ana María Carrizo, la mujer brutalmente asesinada en Los Bulacio, caso en el que se encuentran detenidos dos sospechosos: la expareja de la mujer de 64 años (abuelo de Milagros), y su último novio.
“Cuando me enteré en Buenos Aires de que mi abuela estaba desaparecida, dudé en venir, pero tenía que estar fuerte para acompañar a mi mamá y a mi tía. Cuando llegué a Tucumán y vi lo mal que se movía la policía, tenía miedo de no encontrarla nunca, de no saber nunca qué le pasó. Me hubiese encantado encontrarla viva, pero eso no pasó. Y al culpable queremos meterlo preso hasta que se muera. Y si vuelve a salir, lo vamos a volver a meter preso”.
Ana María Carrizo estaba desaparecida desde el jueves pasado. Tal como confirmó la investigación a cargo del Personal de la Unidad de Homicidios II, encabezada por el fiscal Carlos Sale, el último novio de Ana María fue quien la vio con vida aquel jueves a la noche. El lunes fue encontrado su cuerpo en los cañaverales donde se habría confirmado un profundo golpe en la cabeza: “En la autopsia mi abuela tenía un golpe en la cabeza, lo que le provocó una acv, una hemorragia. No se sabe hasta el momento dónde el hecho sucedió, sí que fue encontrada en los cañaverales”.
Ana María Carrizo, la abuela de Milagros, fue más que una abuela para ella: “Mi abuela nació en Santiago del Estero. Cuando vivía en Buenos Aires, ella fue quien me crió hasta los 11 años. Me llevaba al colegio, me daba de comer, me cuidaba cuando mi mamá estaba trabajando. Cuando tuvo la posibilidad de viajar a Buenos Aires tuvo a sus dos hijos: mi mamá es hija de uno de los sospechosos, de mi abuelo, con quien actualmente estamos conviviendo en la misma casa”.
Ana María Carrizo y su expareja (el abuelo de Milagros, tucumano él), vivían en la casa de Los Bulacio con vidas separadas: “Mi abuelo se levantaba, desayunaba y se iba. Mi abuela tenía por su lado su vida y así es que conoció a su última pareja. Mi abuelo ni lo conocía. Cuando pensamos en escenas de violencia que haya sufrido mi abuela con esta última pareja, sabemos que mi abuela era una persona de mucho carácter que nunca permitiría que le pegaran, que no se dejara tocar. Era jubilada, de fuerte personalidad”.
¿Qué saben Milagros, su madre y su tía de la última pareja de Ana María? “Poco y nada, pero sí que no era un buen hombre. Hace un mes falleció la madre de mi abuela y en Santiago lo conocieron sus familiares. No tuvieron mucho trato, pero recuerda que quería llamar la atención, lo cual incomodaba a todos. Los días que estuvieron conviviendo se decía que estaban tomando mucho alcohol todo el tiempo. No sé si tenía un problema con el alcohol, pero sí que tomaba mucho. Y hay cosas que no podemos decir: no podemos difamarlo por lo que nos dicen de él, pero hay muchas cosas que nos dicen sobre él”.
¿Y sobre su abuelo, señalado como uno de los sospechosos? “Suena hasta lógico lo que te voy a decir porque se traba de mi abuelo, pero no creo que él sea el responsable, de verdad. Siempre hay que dejar un margen de duda, pero creo en un 99% en la inocencia de mi abuelo. Mi abuelo no es el responsable. Si conocieras a mi abuelo, es un amor de persona. Ojo: eso no quita que se transforme en algo que no sepamos. Pero él convive con nosotras: está normal, coopera con nosotras, está con nosotras, lee notas de mi abuela, o ve el informe que ahora salió lo del Trece. Él sabe que es un sospechoso. Y así se comporta. Lo que está probado es que la última vez que mi abuelo vio a mi abuela fue un martes, que el jueves no vio a mi abuela. Y que no sabía de la relación de mi abuela con su última pareja”.
Milagros, su abuela y su mamá.
A diferencia de la actitud de su abuelo, sostiene Milagros, el otro sospechoso no se ha acercado de ninguna manera a ofrecer ayuda en la investigación: “Está con custodia policial en su casa, pero jamás se acercó a saber nada. Yo digo: por más que te estén acusando, ¿no vas a querer ayudar? ¿No vas a querer saber la verdad? Yo a mi abuela no la veía desde 2019, antes de la pandemia. En otra entrevista le preguntaban a mi mamá si había notado cambios en los últimos tiempos en mi abuela. Y yo me di cuenta que antes mi abuela todos los días me escribía o me mandaba fotos para que se las retocara. Eso dejó de hacer y empezó a mandarme un mensaje una vez a la semana”.
Es difícil imaginar el escenario que les toca vivir a Milagros, a su madre y a su tía junto a su abuelo mientras se espera esta semana que se aceleren los pasos judiciales: “Es un dolor enorme para ella, para mi madre: está en que es su madre la que murió, pero a la vez que su padre es un sospechoso. Alguien le sacó la vida a mi abuela y nosotros buscamos Justicia, sea quien sea. Y mi mamá y mi tía se van a quedar acá hasta que haya algún culpable, alguien detenido hasta que haya un asesino”, declara Milagros, quien hoy enterró a su abuela en Santiago.
Con las amigas de su edad, con su propia madre, Milagros caminó por las calles de Buenos Aires con ese temor latente a engrosar la terrible lista de femicidios que se suceden en la Argentina: 128 casos en siete meses de los cuales 13 se cometieron en Tucumán: “Para un psicópata de mierda no hay edad, no hay economía, no hay ni color de piel. Si sos un loco de mierda vas a hacer locuras para matar a alguien, el que es loco es loco y listo, no importa si sos pobre o si sos rico”.
“Nunca pensé vivir algo así: hoy me toca que sea mi abuela, hoy me tocarlo vivirlo a mí. Es doloroso, es horrible. Perder a alguien querido ya es triste, pero perderlo a así no tiene nombre: nadie tiene el derecho a quitarle la vida a nadie. Hay un montón de mujeres asesinadas, casi una por día. Es terrible. Yo me aferro a tener fuerzas para mi mamá y mi tía. Soy la que le tiene que dar fuerzas a ellas. Necesito saber quién la mató, quién asesinó a mi abuela”.
Milagros con su abuela, su mamá y su tía: “Solo queremos Justicia”.
Cerca a su abuelo, sospechoso para la Justicia, Milagros insiste: “Hay cosas que mi abuelo se entera por la tele que son terribles. Yo lo trato igual. Pero nosotras nos aferramos a nosotras tres. No sabemos si mi abuelo lo cometió: viendo el noticiero del Trece sabe que es uno de los sospechos, pero no se pone a la ofensiva. Si no es el culpable, es horrible para él vivir todo esto. El velatorio se hizo en la casa de él, de hecho, con todos los familiares”, dice Milagros, quien destaca el interés de los medios de comunicación en este caso: “Son una gran ayuda, son fundamentales. La Policía se comportó para la mierda. Si no nos movíamos, no hubiésemos encontrado una fiscalía. Pensaron que no la íbamos a buscar”.
Por último, y antes de quebrarse inevitablemente de Ana María Carrizo, 64 años, golpeada hasta la muerte y trasladada a los cañaverales donde un lugareño la encontró, Milagros dice: “A mi abuela le quedaba mucho de vivir. En el velatorio me emocionaba con todo lo que me decían: era empoderada, no sé cómo se pudo meter con un hombre como su última pareja, quizás fue un momento de debilidad, que no estaba más con mi abuelo, que no tenía familiares cerca, pero no lo sé: todos tenemos puntos frágiles. Lo que sí sé es que queremos Justicia. Y que el asesino se pudra en la cárcel”.