Los vinos de altura están desarrollándose a pasos agigantados durante los últimos meses y la bodega comunitaria de Amaicha del Valle no es la excepción. Por el momento busca tomar protagonismo y movilizar la economía regional y articular la gestión entre lo público y lo privado.
La cultura ancestral de los pueblos originarios, los sabores, la calidez de su gente y su invaluable clima hacen del lugar un espacio único para todos los visitantes. Ese mismo lugar donde en cada mes de febrero la Pachamama se celebra, es un escenario privilegiado para la actividad vitivinícola y para el enoturismo.
Por el momento 60 familias y viñedos desarrollan la actividad e impulsan el desarrollo de la bodega comunitaria de Amaicha junto con organismos como la Unidad para el Cambio Rural (UCAR), el Programa de Desarrollo Rural Incluyente (PRODERI), la Secretaría de Agricultura Familiar -dependiente como las dos primeras del Ministerio de Agroindustria de la Nación, que coordina la gestión en la provincia de la cartera nacional, y la Subsecretaría de Estado de Micro, Pequeñas y Medianas Empresas (MiPyME), bajo la órbita del Ministerio de Desarrollo Productivo de Tucumán, encabezado por Luis Fernández.
“Con este proyecto Amaicha coordina sus dos mayores atributos: el desarrollo productivo de los vinos de altura y su mayor valor, la Pachamama, la tierra y su identidad de Comunidad Originaria. No es un vino más, sino uno cuyo mayor acierto radica en la identidad de quien lo produce”, señaló Elena Colombres Garmendia, vicepresidente del Ente Tucumán Turismo.
