Jorge Racedo, quien estaba al mando de la Policía de Tucumán cuando ocurrió la revuelta de los policías en diciembre de 2013, es el único protagonista importante de ese evento que está siendo juzgado esta semana.
Racedo quiere contar lo que sucedió en esos días y argumenta que debería haber sido un testigo en el juicio en lugar de un acusado.
Él comenzó recordando que al asumir su cargo en la policía tuvo problemas con algunos agentes revoltosos, a quienes identificó por nombre. También mencionó al ex gobernador José Jorge Alperovich, funcionarios de seguridad de esa época y otros personajes involucrados.
En su testimonio, Racedo proporcionó una cronología detallada de los eventos en esos días.
El domingo 8, estuvo en el estadio de Atletico donde se encontraba el gobernador Alperovich. Luego, se enteró de que un grupo de policías se estaba congregando cerca del estadio de All Boys y trató de informar a las autoridades superiores, pero no recibió una respuesta clara. “La única respuesta que recibí fue: ‘llamalo a Jorge (Gassenbauer)’, que era el ministro de Seguridad”, añadió.
El ex titular de la fuerza contó que acordaron reunirse con Gassenbauer, el secretario de Seguridad, Paul Hofer; el ex subjefe de Policía, Víctor Sánchez; y los comisarios Leandro Herrera (jefe del Servicio 911), Luis Medina (titular de la Unidad Regional Capital), Carlos Paz (jefe del D3) y Quinteros (ex jefe de la Brigada de Investigaciones) en un bar de una estación de servicio esa misma noche.
“Allí los puse al tanto de las novedades y les advertí que la revuelta estaba encabezada por Herrera, Hogas y Toledo”, detalló.
“Tenían tres planteos: la reincorporación de Herrera, Hogas y Toledo porque habían sido cesanteados, porque hicieron una protesta similar en 2011; desconocer a Víctor Nacusse como interlocutor con el Gobierno y pedir que se resuelvan favorablemente todas las causas penales que había en la Justicia contra el personal”, explicó. “No aceptaron la propuesta y me pidieron un encuentro con los referentes que eran rechazados por los manifestantes para el día siguiente”, destacó.
El lunes 9, en las primeras horas del día, Jorge Racedo y sus superiores se dieron cuenta de que los policías en huelga ya habían ocupado la Subjefatura de Policía. Para hacer frente a esta situación, Racedo tomó dos medidas: ordenó que todos los vehículos policiales se dirigieran a la Escuela de Policía y formaran un retén. Esto significa que llamaron a todos los miembros de la fuerza para que se incorporaran al servicio.
Sin embargo, la reunión programada con los representantes de los huelguistas no se llevó a cabo porque uno de ellos no se presentó. Racedo se dirigió entonces a la Casa de Gobierno para explicar la situación al gobernador. Alperovich le preguntó si tenía a su disposición 10 o 15 policías leales para restablecer el orden, pero Racedo recomendó que sería prudente convocar a las fuerzas federales para ayudar en la situación. El ex fiscal de Estado, Jorge Posse Ponessa, se ofreció a encargarse de esto, aunque Racedo no estaba al tanto de lo que sucedió después.
Racedo también mencionó que le sugirieron ir a buscar a los líderes de la revuelta para dialogar, pero él aconsejó en contra de esta acción. Argumentó que Alperovich ya había cesanteado a estos hombres en el pasado y no era apropiado ceder ante ellos. Alperovich respondió que tuvo que aceptar muchas cosas desagradables en el pasado y que podría hacerlo de nuevo. Después de esto, Racedo fue a la Subjefatura, donde fue enfrentado con piedras y insultos por parte de los manifestantes.
El martes 10, Jorge Racedo fue citado por la fiscal Adriana Reynoso Cuello para declarar en la causa de sedición policial, bajo amenaza de sanción si no se presentaba.
Mientras estaba dando su declaración, recibió una llamada del vocal de la Corte Suprema, Antonio Estofán, quien le preguntó si estaba preparado para desalojar a los policías revoltosos. Racedo respondió afirmativamente y luego recibió la orden de llevarle de inmediato la documentación de la causa. Sin embargo, Racedo explicó que no podía hacerlo en ese momento porque estaba en la fiscalía dando su testimonio. Estofán reaccionó con exasperación y cuestionó la situación.
Racedo admitió que había advertido a Estofán sobre la complejidad de la situación, ya que los policías en rebelión estaban armados, bajo la influencia del alcohol y mostraban comportamiento violento. Propuso que, si se decidía un desalojo, un funcionario judicial debía acompañar la acción para anunciarla y supervisarla, asegurando que se llevaría a cabo dentro del marco legal y sin causar una tragedia.
Sin embargo, al final, no se implementó esta medida porque el arzobispo Alfredo Zecca se ofreció como mediador. Además, llegaron unos 100 efectivos de la Gendarmería Nacional para patrullar las calles, lo que contribuyó a restaurar gradualmente la calma en la situación.
El miércoles 11, Racedo presentó su renuncia al gobernador Alperovich debido a la insubordinación de la tropa y a las negociaciones con los líderes de la revuelta. Racedo destacó que estaba cansado de la situación.
A lo largo de su testimonio, Racedo criticó la forma en que el ex gobernador Alperovich manejó la situación y cómo aceptó negociar con los líderes de la revuelta, lo que influyó en su decisión de renunciar.