Por José Romero Silva.- Mucho se dice sobre lo ocurrido en la-hasta hace pocos días casi ignorada- parroquia de La Florida. Sin embargo poco se habla de quien verdaderamente fue Juan, el hombre. Un hombre de Dios que amaba el folclore y el rock nacional. Su canción favorita “El Olvidao”, una chacarera del santiagueño “Duende Garnica”, una canción de protesta que pinta la personalidad del “Cura Gaucho” que le dio una vuelta de rosca a la iglesia de los pueblos de La Florida y Delfin Gallo, “haciendo lio” y literal… Un cura particular.
Juan Heraldo Viroche, nació el 24 de marzo de 1969 en la Maternidad Ntra. Señora de las Mercedes en San Miguel de Tucumán. Sus padres eran Juan Serafín Vircoche y Yolanda Quinteros, quienes al momento de su nacimiento vivían en Libertad 737, en plena Ciudadela, por eso su amor por el Club Atlético San Martin, al que lo seguía desde niño.
Su padre era soldador y trabajaba en el Ingenio San Antonio de Ranchillos, que fue cerrado en 1966 por la Dictadura de Juan Carlos Onganía. Con el pasar de los años se trasladaron a la calle Mateu al 1500 donde el pequeño Juan vivió toda su infancia.
En su juventud, decidió ingresar al Seminario y entregar su vida a Dios, proyecto que se paralizó cuando su madre enfermó y murió. En ese entonces dejó los estudios por unos años, pero seguía trabajando dentro del seminario como preceptor, donde se ganó cientos de amigos. Era “el compinche” de todos los estudiantes de esa época. Como le gustaba el fútbol, lo practicaba y organizaba siempre encuentros con sacerdotes, vecinos y feligreses, era su arma para el encuentro.
Viroche, como vimos al comienzo, amaba el folclore, Mercedes Sosa, Néstor Garnica, El Duende Garnica, Los Manseros, entre otros artistas eran sus favoritos. Entre sus gustos, principalmente, se destacaban las canciones de protesta. Cantaba y bailaba, amaba las chacareras y tenía un asombroso método de zapateo, de esos que se dicen “bien de campo”.
“Yoni”, como era conocido por sus amigos, rebozaba misericordia. Como este termino lo indica, era un ser que se inclinaba a sentir compasión por los que sufren y ofrecerles ayuda a sus vecinos, familiares y feligreses.
El Padre “era jetón”, así lo definen sus colegas más cercanos. “Decía las cosas sin pensar. No le gustaban las injusticias, le dolían y les hacía frente”, confesó unos de los sacerdotes más allegados a Viroche. Y un claro ejemplo son sus marchas por la inseguridad, sus protestas contra el gobierno del actual Delegado Comunal que quiso dejar en la calle a varios empleados por diferencias políticas y Juan, para que así no fuera y sin dudarlo, se presentó junto a los damnificados en la legislatura para denunciarlo, además de hacer toda una homilía por este tema.
Sus arma era la más poderosa, la palabra. También sus oraciones, su apoyo, su carisma, ese carisma que acercaba a los más necesitados de fé. A los jóvenes que estaban en la droga y que salían por su apoyo pero sobre todo por su contención.
Juan Heraldo Viroche, no se callaba nada y todo lo compartía, eso es lo que todos dicen. Era humilde, vivía con lo puesto y casi siempre almorzaba en la casa de algún vecino de la zona. Andaba en moto, “una chopera”, siempre alegre y pateando la calle.
Su muerte, con el pasar de las horas, se hace aún más incomprensible. Los pesquisas tienen varias hipótesis pero ninguna definición. Lo cierto es que este miércoles iba a cumplir 15 años de sacerdocio, de trasmitir el evangelio, de pastar. Su lucha inclaudicable contra los que comerciaban al menudeo con la droga, la delincuencia y la prostitución infantil eran el motor de un cura que físicamente se fue pero sembró en una comunidad la lucha y el deber por la justicia y la verdad.
Así era Juan.
Gracias por hacernos conocer
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