Habló Belén: “Yo estoy acá y ellos afuera”

Publicado el: 1 agosto, 2016

En el Penal para mujeres ubicado a 4,5 kilómetros de la capital tucumana se encuentra presa una joven de 27 años que utiliza el nombre de Belén para resguardar su derecho a la privacidad. El mismo derecho humano que le fue arrebatado hace dos años y tres meses cuando llegó a un hospital público en busca de atención médica. La madrugada del 21 de marzo de 2014 Belén fue condenada por el equipo de salud que debía cuidarla, cuando se dieron cuenta de que había sufrido un aborto. Ante tamaño descubrimiento los profesionales eligieron denunciarla y salieron a la búsqueda de lo que había expulsado. De ahí en más todo se convirtió en una demostración de poder, de torturas y en un relato confeccionado para que todo coincidiera con el primer preconcepto que les vino a la cabeza: es una asesina.

Tras un muro de 12 metros de ladrillos a la vista y pilares blancos se encuentra la Unidad 4 Femenina del Servicio Penitenciario de Tucumán, en una esquina de avenida Santo Cristo y Lavalle de la ciudad de Banda del Río Salí. Allí adentro, en una sala pequeña, amoblada como una oficina, con un viejo escritorio de lata en el centro rodeado de sillas plásticas, esperamos a Belén. Tímidamente, con la puerta entreabierta se la distingue, mirando desde lejos como queriendo corroborar con quién se encontrará.

Cuando entra acompañada de una guardiacárcel, saluda con un abrazo a sus abogadas defensoras, Soledad Deza y Luciana Gramaglio, a Paola García Rey integrante de Amnistía Internacional filial Argentina y a una periodista. Esta no es una semana común para ella. Será la primera vez que Belén brinda una entrevista a un medio de comunicación, la primera vez que su voz se imponndrá sobre las del resto y tendrá el espacio y el tiempo para contar todo lo que vivió injustamente en estos 900 días presa.

Belén recuerda que el primer día que fue Soledad (Deza) a la cárcel se sentía como “la culpable, la asesina. Llegó ella y ahora soy así, podemos tener acceso a la causa”, expresa. Ese hecho marcó un pase de negro a blanco en la vida de Belén porque por primera vez fue escuchada, por primera vez le dijeron que tenía derechos, ya que nunca antes habían creído en sus palabras.

“Hace unas semanas atrás tuve que ir al Hospital Padilla por un esguince en la mano. Me atendió un traumatólogo que con malos tratos me revisó. No quería hacer una historia clínica porque decía que necesitaba una orden judicial. Pero yo le explicaba que no podía volver a la cárcel y morir de dolor hasta que la pidiera. En el penal, si hay algo que te duele, te llevan al hospital. Me dijo ‘estoy acostumbrado a tratar con presos’, y le conteste ‘aquí soy su paciente.” Con este hecho Belén muestra los cambios que se han producido en su subjetividad a lo largo de este proceso. “Después pensé que si él debería esperar una orden de Tribunales, sería mi denuncia.”

“Cada vez que voy al hospital hablan del caso de Belén. Una señora que esperaba sentada al lado mío decía que era muy injusto lo que le había pasado a Belén. Yo le decía que ella no sale a la calle y que no habla con mucha gente. La señora opinaba que había que destituir a los jueces y se admiraba de que los médicos anden como si nada. Pero bueno, como hay gente a favor, también hay gente en contra” cuenta la joven, mientras recuerda.

Familia
Belén cuenta también que el lunes pasado, mientras hablaba con su mamá por teléfono, escuchó la nota de la televisión sobre el caso y el dictamen el Ministro Fiscal, Edmundo Jiménez. “Les pedí que subieran el volumen y mientras escuchaba, yo lloraba. Mi mamá la semana pasada estaba con picos de presión. Pero está semana después de escuchar lo que decía el Ministro Fiscal, se puso contenta y está un poco mejor”, relata Belén.

Además, habla emocionada del resto de su familia, en quienes se apoya continuamente. “Mi hermana es el pilar de mis padres, de mi mamá y de mi papá. Tenía miedo de que se quiebre con todo lo del juicio. Siempre pensaba en ella. Antes, cuando éramos chicas, nos peleábamos mucho, por tonterías, pero después nos unimos un montón. El día del juicio le dio una crisis y yo tenía mucho miedo por ella.”

“Creo que el Ministro Fiscal tiene razón, que los médicos se plantaron como jueces, como fiscales y como policías. Siguen hablando y hablando de Belén, incluso algunas personas me llaman por ese nombre acá (adentro)”, comenta.

Amnistía
Cuando llega el momento de recibir un cartel con miles de firmas que forman las palabras #LibertadParaBelén, cartas y postales que le lleva Amnistía Internacional, su rostro se llena de emoción y se percibe en sus ojos la ternura que le provoca este gesto. Paola García Rey la mira para decirle: “Muchas personas estamos esperándote afuera.” Belén repite como un rezo: “No lo puedo creer. A pesar de todo esto sigo en pie. Si ella (por Soledad) no hubiese aparecido, no sé qué hubiese pasado.” Y Belén llora. “Es fácil entrar pero es difícil salir de aquí”, concluye.

“Siempre lloro con mi mamá en el teléfono”, describe mientras mira las decenas de misivas con diferentes idiomas, de diferentes lugares, algunas con dibujos. “Esto te llena”, agrega con énfasis. Acto seguido Belén llama a una guardia cárcel encargada de judiciales, y le pide agua porque está ahogada. “Acá me tratan muy bien”, continúa. “Siempre estuvieron conmigo, hasta en los peores momentos, como cuando fue la condena, cuando fue el cambio de carátula, ese día fue lo peor.” Le muestra a la mujer guardia todo lo que le trajeron, los carteles y las cartas. Los mira, bromea y dice: “Con todo esto, yo te abro la puerta.”

Las mujeres presentes le muestran el informe de Amnistía donde el primer caso que aparece es el de ella, y también le regalan un pequeño libro con recetas, ya que ahora trabaja en la cocina del Penal. Al ver el informe, Belén dice que esto parece un sueño. Mientras lo observa, no puede evitar reparar en uno de los titulares de un medio local que dice que mató a su bebé y su expresión cambia notablemente. El pesar y la tristeza se apoderan de toda la salita. “Me pone muy mal cuando leo esto”, se escucha decir a Belén, a lo que su abogada contesta: “Ésa es una historia que dimos vuelta.”

El Penal y el proceso
“No me voy a olvidar que la gente de acá, que estuvieron cuando más los necesite, en el proceso del juicio. De eso siempre me voy a acordar. Un día, por ejemplo, tuve una crisis de llanto.” La guardia participa de la conversación y cuenta que gritaba “¿Por qué estoy acá?” Ese fue el día en que cambiaron la carátula, un 21 de agosto de 2015, fecha que Belén no puede borrar de su memoria.

La guardia cárcel explica que en el servicio penitenciario también hay discriminación por ser mujer. “Si cometes algún error, te dicen que es porque sos mujer, te dicen ‘Ustedes no saben trabajar.’ Y aquí tenemos que ser psicólogas, amigas, madres. Nosotras vivimos acá. Toda nuestra vida cambia alrededor de este trabajo. Cuando yo era joven, estudiaba en un colegio religioso, nunca pensé que llegaría a tener este trabajo. Pero no pude estudiar porque mi papá se quedó sin trabajo, así que me encontré trabajando aquí, y con que no había gente mala. Después, cuando empecé a compartir con las internas, fui cambiando el carácter. Nadie nace guardia cárcel. Este uniforme se te va pegando para jugar acá. Pero depende de cada una.”

Además, ella agrega que la población reducida del penal les permite tener individualizadas a las personas. Ante cualquier problema conocen quién es su madre, o su historia de vida. “Y Belén es la primera con un caso de aborto. Recuerdo que el 17 de octubre del 2014 Belén me pidió que hable con su (primer) abogado. Me pidió que lo llame porque no venía a verla. Ella no tuvo un buen asesoramiento, nunca”, finaliza la mujer vestida de azul oscuro parada en la puerta.

Su segunda abogada, la defensora oficial Norma Bulacio le dijo “hacete cargo. Es lo que te conviene.” La abogada sostenía que había un feto. “Cuando yo le dije que no había hecho nada, ella insistía”, recuerda en detalle Belén. “Entonces le pedí que se vaya; tuve que pedirle ayuda a la guardia, eso fue el 25 de julio del 2014. Después, la abogada me dijo ‘Voy a hacer lo imprescindible para que salgas’, pero no fue cierto. Cuando estaba en el medio del juicio oral y escuchaba las atrocidades que decían, yo le comentaba a ella que lo que estaban diciendo no era verdad, y ella me callaba. Yo me enteré recién en el juicio que no había ADN, me entere recién allí que no había feto. No había nada.”, enfatiza.

En el ritmo de su voz se siente que necesita de expresarse, necesita contar su verdad. El espacio brindado es la oportunidad para que ella relate en primera persona lo que vivió, lo injusto de su encarcelamiento y el dolor de su cotidianidad en el encierro. “No puedo creer que ellos como abogados no hicieron nada, no se tomaron el trabajo de leer el expediente. A los jueces recién los conocí en la sala y no tenía nada que ver con los jueces que aparecían en el oficio. Cuando vi que eran 3 hombres me sorprendí. Por eso no puedo creer que haya esta reacción recién ahora ¿Tenían que esperar que pase todo esto?”, concluye notablemente movilizada por sus propias palabras.

La joven también da su opinión sobre los médicos que la recibieron y la maltrataron al llegar al Hospital, cuando esperaba lo contrario, que la asistan. “Ellos se van a tener que hacer cargo de lo que dijeron. En el hospital no quisieron darme lugar a nada, me condenaron desde el primer minuto. Mientras estaba internada me llevaron un cura, a los 5 días que ingresé. Era un cura de unos 50 años. Me decía que me arrepintiera de lo que hice, y yo le repetía que no había hecho nada, ¿cómo quería que me arrepienta? Luego me pusieron en una sala común, con madres, hijos, acompañada por la policía y eso fue realmente una tortura”.

“Yo no maté a nadie”, suenan con fuerza las palabras de Belén. “Mi hermana y mi madre me decían que me iban a condenar a perpetua porque la doctora (la defensora oficial) le había dicho eso. A pesar que mi madre me acompañó en todo momento en el hospital, nunca hicieron que declare, porque decían que la iban a acusar de cómplice. Mi familia le llevó a la defensora unas fotos mías de unos días antes, previos a que fuera al hospital, y en las fotos no tengo panza. En esta foto tenía una musculosa como un top. Nunca se ocuparon de presentarlas, cuando me condenaron mi familia le exigió a la abogada que le devolviera las fotos pero ella nunca más volvió por acá.”, cuenta Belén sentada frente a las caras atónitas, con las manos sobre la boca de quienes la escuchan.

Durante casi dos años le decían ‘En un mes salís’, ‘el mes que viene salís’. Pero eso no pasó. “La investigación no duró ni 6 meses. Luego solo me avisaron la hora del juicio que duró solo dos días” refuerza con recuerdos aquellas jornadas que para la Justicia fueron un tramite y que en ella se le iba la vida.

Belén, necesita agregar más, porque las palabras parecen no agotársele a pesar de la emoción y la bronca. “Agradezco muchísimo a todos los que me envían sus fuerzas, una al frente de todo esto se queda sin palabras. En un principio pensaba, ¿cómo va a salir el caso en la tele? me da vergüenza, pero ahora salgo con todo. Porque ya no puede estar callada. La única boluda que cayó en cana por un aborto (espontáneo) soy yo.”

Los médicos y los jueces
“Los médicos que me atendieron siguen ahora con su vida, los que me condenaron siguen como si nada, y yo estoy acá. Lo único que pido es que revean la causa, no saben lo que es levantarse todos los días en el mismo lugar, estar lejos de mi familia todos los días. Mientras ellos están en sus casas, no saben lo que es tener que presentar una nota para poder ver a una amiga. Los jueces están en sus despachos, fumando, tomando café, y tienen en la conciencia que me condenaron para estar acá”, salen desesperadas sus reflexiones.

Ella tiene muy claro lo que pasó. “Fue porque no tuve 20 mil pesos que me pidieron en menos de 48 horas. Si los hubiese tenido, me hubiese podido defender, pero yo pensaba ‘¿Por qué voy a pagar por algo que no hice?’ Lo dejaron afuera a Lucas Gonzales y yo sigo acá, es muy injusto”.

Cuando se va terminando el tiempo de la visita, ella no se olvida de contar lo que quiere para el futuro “Voy a salir algún día y voy a luchar por mis derechos, voy estar con mi familia”. Ella tiene una noción de lo que pasa afuera de esos muros y del mensaje que dejó su condena “Me contaron que hay mujeres que tienen miedo al ir a un hospital con una hemorragia. Yo les digo que si van a un sanatorio no les va a pasar nada; ahora, si van a un hospital público pueden terminar en la cárcel. Les digo que no tengan miedo, que hay que luchar para que esto no vuelva a pasar nunca más”.

Afuera hay mucho ruido, Belén conoce que el Comité de Derechos Humanos de Naciones Unidas pidió explicaciones por su prisión. También que se reunieron extraordinariamente muchas organizaciones de diferentes sectores, nacionales e internacionales para marcar a la Corte las graves faltas del fallo que dictó la Sala III de la Cámara Penal de Tucumán. “Ahora todos en la Justicia saben de mi caso y yo sigo acá, lejos de mi familia, y solamente los veo dos veces por semana. Ellos no pensaron en esto cuando me acusaron rápidamente con sus diez dedos. Me torturaron, me hicieron ver mientras estaba acostada en una camilla, en una caja una cosita negra, del tamaño de una mano” señala con sus dedos. Su testimonio, el que no quisieron oír, dista mucho de la imagen que intentaron plantar.

“Me dieron una condena y se lavaron las manos. Ahora quiero que lo arreglen.” finaliza con la urgencia que precisa.

Cuando llega la despedida, ella abraza a las mujeres como para soportar separase, para un día más aguantar el encierro. Y es correspondida, las mujeres también aprietan sus brazos con fuerza porque no pueden dejarla. Mientras se termina esta crónica aparece un pensamiento, un sentimiento que invade una y otra vez: no podemos dejarla ahí adentro.

Belén no se llama Belén, tiene 27 años y no fue escuchada durante 2 años. Ahora pasa sus días tras ese muro de 12 metros de ladrillos a la vista. Belén está privada de su libertad injustamente por una condena moral, por un oscuro fallo sin pruebas suficientes. No tuvo plata para pagar una defensa y hoy está presa, por ser mujer y por ir a un hospital en Tucumán.

Foto: Amnistía Internacional Argentina

fuente: apaprensa.com.ar

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