El papa Francisco calificó al aborto como uno de los “males gravísimos que nos hunden en la anti-cultura de la muerte”, al tiempo que criticó los efectos del sistema económico y la ideología del consumo.
Además resaltó el compromiso de la Pontificia Academia para la Vida del Vaticano en “la promoción y protección de la vida humana en todo su desarrollo, la denuncia del aborto y de la supresión de los enfermos”.
En una carta enviada a la institución por su 25 aniversario -fechada el 6 de enero y divulgada hoy-, Jorge Bergoglio calificó a esas actividades como males gravísimos que contradicen el Espíritu de vida y nos hunden en la anti-cultura de la muerte.
“Ciertamente hay que continuar en esta línea, prestando atención a otros desafíos que la coyuntura contemporánea presenta para la maduración de la fe, para una comprensión más profunda de la misma y para una comunicación más adecuada a los hombres de hoy”, pidió el pontífice.
En el documento que lleva como título “Humana communitas” (La comunidad humana), Francisco dio su visión sobre los cambios tecnológicos de los últimos años, refiriéndose a las tecnologías de la información y de la comunicación, las biotecnologías, las nanotecnologías y la robótica.
“Hoy es posible intervenir con mucha profundidad en la materia viva utilizando los resultados obtenidos por la física, la genética y la neurociencia, así como por la capacidad de cálculo de máquinas cada vez más potentes”, enmarcó su carta.
“También el cuerpo humano es susceptible de intervenciones tales que pueden modificar no solo sus funciones y prestaciones, sino también sus modos de relación, a nivel personal y social, exponiéndolo cada vez más a la lógica del mercado”, agregó Bergoglio en la misiva, según informó Télam.
En ese marco, destacó: “ante todo, es necesario comprender los cambios profundos que se anuncian en estas nuevas fronteras, con el fin de identificar cómo orientarlas hacia el servicio de la persona humana, respetando y promoviendo su dignidad intrínseca”.
Ante estos cambios, según el papa, “la medicina y la economía, la tecnología y la política que se elaboran en el centro de la ciudad moderna del hombre, deben quedar expuestas también y, sobre todo, al juicio que se pronuncia desde las periferias de la tierra”.
“De hecho, los numerosos y extraordinarios recursos puestos a disposición de la criatura humana por la investigación científica y tecnológica corren el riesgo de oscurecer la alegría que procede del compartir fraterno y de la belleza de las iniciativas comunes, que les dan realmente su auténtico significado”, lamentó.
“Debemos reconocer que la fraternidad sigue siendo la promesa incumplida de la modernidad”, planteó, en un escenario en el que “el aliento universal de la fraternidad que crece en la confianza recíproca parece muy debilitada, dentro de la ciudadanía moderna, como entre pueblos y naciones”.
“El sistema económico y la ideología del consumo seleccionan nuestras necesidades y manipulan nuestros sueños, sin tener en cuenta la belleza de la vida compartida y la habitabilidad de la casa común”, finalizó.