Femicidios: Cada diez días asesinan a una mujer

Publicado el: 4 mayo, 2015

A Natalia Gabriela Rocha la asesinaron a golpes a los 16 y fue una NN diez días en una morgue a 30 cuadras de su casa. A Erica González la incineraron a los 19 y agonizó 9 días hasta morir. Daiana Giménez tenía 12 cuando la violaron, golpearon y mataron para terminar en un arroyo en José C. Paz. A Jaqueline Rodríguez, a Jackie, de 17, la denuncia por violencia de género contra su pareja no le sirvió para evitar que terminara muerta. Serena Denise Rodríguez, de 15, fue 49 veces apuñalada. Yamila Gómez recibió una más. Su novio sería el principal acusado. Melina Romero, de 17, apareció muerta en una bolsa de basura después de estar desaparecida un mes. La lista de los femicidios entre 12 y 21 años llegó a 36 en 2014, durante uno de los años más violentos que registra la Casa del Encuentro, la asociación civil -que a falta de estadísticas oficiales- se ocupa desde 2008 de contabilizar los crímenes contra las mujeres en Argentina. El año pasado quedará en la historia como uno de luto: cada diez días mataron a una joven.

“En Argentina, estamos en un momento crítico”, explica Fabiana Túñez, de esa institución. Según el relevamiento hecho desde el año 2008 fueron, en total, 1808 mujeres asesinadas por la violencia sexista. Aunque la mayor cantidad se registra entre los 19 y 50 años, al ver el detalle alarma el aumento de asesinatos entre las adolescentes. En 2013, las víctimas de entre 13 y 18 fueron 18, al año siguiente: 25.

“No hay estadísticas oficiales, responsabilidad del Estado. Sostenemos el Observatorio de Femicidios para decir que nos siguen matando, que cada 30 horas una mujer muere por violencia. Creemos que se debe aplicar la ley para la eliminación de la violencia; crear un ministerio de la igualdad, garantizar el acceso a la justicia; el patrocinio legal penal gratuito; la pérdida de la patria potestad para el femicida y crear más hogares refugios para las víctimas”, enumera en la lista de deudas.

En una semana se cumple seis años de la sanción de la Ley 26.485 para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres, considerada ejemplar dentro de la legislación comparada. Pero la letra escrita no tiene resultados concretos. Un estudio del Instituto de Investigación Social, Económica y Política Ciudadana y de Mujeres de la Matria Latinoamericana (MuMalá) considera que la falta de aplicación por parte del Estado nacional y los provinciales es “en gran medida una de las razones por las cuales no se ha logrado frenar la lucha contra la violencia de manera eficaz”.

“El Consejo Nacional de las Mujeres –órgano de aplicación de la ley y encargado de diseñar e implementar un programa de prevención a nivel nacional– recibe el 0,018 por ciento del presupuesto: son 80 centavos por mujer”, indica Verónica Catinari, coordinadora de MuMalá. El tema es central. Según la organización, “la importancia que se le da a una política pública se ve reflejada en esa asignación”.

El informe señala también como falta la ausencia de estadísticas públicas para hacer un diagnóstico de lo más urgente. Entre los temas de esa agenda señalan la prevención, por ejemplo, a través de las escuelas.

“Teniendo en cuenta que la mayoría de niñas y adolescentes están en edad escolar y que existe una ley de educación sexual integral, las aulas son un buen ámbito para empezar a revertir las desigualdades de género”, explica Catinari.

El tema es complejo y todos los consultados coinciden en que se debe abordar desde muchos aspectos. “Ante un femicidio, por ejemplo, los medios dicen cómo iba vestida la chica, datos que hacen a su condición de mujer y que si fuera un varón no se les daría importancia. Las fotos son estereotipadas para de alguna manera justificar, que, en el fondo, hubo una provocación. El cambio implica una profunda transformación cultural que lleva tiempo”, dice.

El Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA) también pone el foco en la aplicación de la ley. “Si no se realiza un plan de acción federal -como indica la legislación- y una encuesta no podemos aplicar políticas adecuadas porque estamos trabajando a ciegas”, dice Cecilia Gebruers. “Eso nos va a permitir detectar la eficiencia o no de lo que se está haciendo. Porque no sabemos si estamos avanzando o no”.

El femicidio es el último paso de una cadena de violencias. La Organización Mundial de la Salud calcula que el 35% de las mujeres han sufrido o sufren algún tipo de violencia de pareja o sexual en algún momento de su vida.

La Asociación Civil Trama y el Instituto Abierto para el Desarrollo de Políticas y Estudio de Políticas Públicas elaboró un estudio llamado “Fragmentos de un discurso (no tan) amoroso” para analizar la forma de relacionarse de los adolescentes argentinos (Ver aparte). Lo que surgió de 500 entrevistas y grupos de reflexión es una pirámide de maltrato que va de lo evidente a lo naturalizado. En el vértice está el control, los celos, la humillación, la indiferencia afectiva, el aislamiento, el acoso, la presión y amenaza. Lo ejercen, fundamentalmente, varones sobre mujeres en un vínculo permanente de agresión del que la víctima no puede salir sin ayuda profesional. En el nivel intermedio aparecen también los celos y el control de varones sobre mujeres y tiene un efecto negativo sobre la autoestima. En la base -y generalizado- están también los celos y el control tanto de varones como mujeres. “Esos malos tratos están invisibilizados y se ven mucho en las relaciones a través de las redes sociales y en los celulares. Es cuando el chico le pide las claves del mail y el Facebook, le exige borrar contactos o usa el GPS de los teléfonos para saber dónde está”, cuenta Lucila Tufró, quien coordinó la investigación. Según el estudio, esto genera la mayoría de las peleas. “En el fondo, aparece la idea de la infidelidad permanente. No hay una valorización de la confianza y el diálogo en las relaciones y, al mismo tiempo, los chicos y chicas ven a la violencia de género como un asunto de adultos”, señala.

A partir de estos datos, Trama –junto a ONU Argentina y la Fundación Avon- lanzó una campaña que apunta a frenar la violencia no explícita para prevenir la otra y crearon una página (http://amarseaprende.tumblr.com/) destinada a los chicos y chicas, a los padres y los maestros.

Como trasfondo están los roles. Las chicas han recibido un mensaje distinto sobre el desarrollo personal y profesional, pero los varones siguen teniendo muy fuerte el modelo tradicional, explica Tufró. El estudio detectó la persistencia de patrones y modelos tradicionales de género que regulan y condicionan las opiniones y conductas afectivas y sexuales de los y las jóvenes.  Los cambios en las relaciones de género (especialmente en el mundo público) han puesto “la cuestión del ideal femenino asociado a la pureza sexual y la virtud moral pero tampoco es reemplazado con una figura alternativa que aporte un modelo positivo. Sólo queda “la puta” como aquello que una mujer no debería ser. La transgresión de las chicas a las expectativas de género es mucho más condenada”, surge de las entrevistas.

Entonces, para evitar la violencia extrema es esencial comenzar a sensibilizar los entornos y lanzar campañas permanentes y constante no sólo el 8 de marzo cuando el calendario marca que es el Día de la Mujer.

“El grupo de amigos en caso de no tolerar la violencia protegen mucho”, señala Tufró. Ante cada caso de asesinato los temores de los padres crecen. “Hay que centrarse en el femicidio, no importa las circunstancias: el hecho de que las matan y las tiran en bolsas de basura por un lado es aleccionador: ‘a mí o a vos te puede pasar’ y así va limitando los lugares para las adolescentes”, indica Catinari.

Corina Fernández tiene 51 años, hizo 80 denuncias por amenazas y violencia contra su ex marido y terminó baleada en la puerta de la escuela de sus hijas. Sobrevivió y ahora se dedica en su ONG “Hay una salida” a ayudar a las víctimas. “Muchas veces pienso que para llegar a permitir situaciones de violencia extrema hay alarmas que no suenan la primera vez ante un insulto porque en las familias hay dinámicas de tolerancia para esas situaciones”, dice.

Tufró coincide en apuntar a la prevención en la familia. La falta de comunicación también permite que el violento aísle a la víctima. “Hay que construir un diálogo y hablar de la sexualidad para evitar la violencia o el acoso sexual. Hay que instalarlo como tema de discusión porque es la única forma de encontrar alternativas para no llegar a situaciones extremas y desterrar la falsa idea de que eso que hace sufrir es amor”.

DÓNDE PEDIR AYUDA: Se puede llamar desde todo el país al 144, pertenece al Consejo Nacional de las Mujeres y da contención, información y asesoramiento las 24 horas los 365 días. La Corte Suprema de Tucumán tiene una Oficina de Violencia Doméstica, funciona las 24 horas en La Madrid y 9 de Julio.

Fuente: Clarin

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