Julia Ríos fue vista por última vez el 26 de diciembre, cuando salió de su casa. Ayer jueves en cuestión de horas, los familiares se enteraron que fue asesinada por su ex esposo y que el crimen ocurrió ese mismo día.
Guillermo Nieva, el mismo sujeto que cuando comenzó la búsqueda sembró la versión de que Julia se había marchado voluntariamente, fue quien finalmente se quebró cuando los indicios recogidos por el fiscal Pedro Gallo lo llevaron a determinar que la mujer podría haber sido víctima de femicidio.
El accionar de la Justicia y la Policía se dividió en dos. Mientras los investigadores se reunían con la familia para contarles las últimas inquietantes novedades, los uniformados allanaban las casas del ex marido y de Maximiliano Moyano, un remisero que había asegurado que trasladó a Julia el día de su desaparición.
Fue entonces cuando Nieva, desgreñado y con signos de haber pasado varios días sin una ducha, se quebró ante los pesquisas, ahora bajo las órdenes del fiscal de homicidios Ignacio López Bustos. El femicida contó dónde estaban los restos de la mujer que, según argumentó, murió accidentalmente al golpear su cabeza con la cuna de su hijo después que él la empujara en medio de una discusión.
Pero ese primer asomo de estrategia defensiva podría caer muy pronto. Sucede Serafina Rodríguez, madre de Julia, contó que meses antes del terrible desenlace, su hija le había contado que Nieva la había atacado con intenciones de ahorcarla. Eso fue lo que la llevó a sospechar de él desde que se declaró la desaparición de la mujer.