La definición de pandemia, según la OMS, incluye a la de epidemia, que es la aparición repentina de una enfermedad que afecta a gran parte de la población, pero extendida a muchos países independientemente de la letalidad.
En la Argentina, la pandemia de coronavirus es la segunda en lo que va del siglo XXI, ya que la primera fue la gripe A, en junio de 2009, causada por una variante del Influenzavirus A (subtipo H1N1). Originalmente se la llamó gripe porcina, pero la OMS decidió denominarla H1N1. En agosto de 2010 se anunció su fin y tuvo una mortalidad baja, en contraste con la amplia distribución del virus, causando unas 19.000 víctimas fatales. En Argentina hubo 626 muertos.
Nuestro país no estuvo ajena a padecer estos estragos, ya que, desde su fundación, en 1580, la ciudad de Buenos Aires sufrió periódicamente devastadoras epidemias que la prensa llamaba “pestes”. La viruela y el tifus fueron las que más azotaron a la población del Río de la Plata, potenciadas con el tráfico de esclavos que trajo consigo la peste bubónica y el cólera durante el siglo XVIII.
Pero la epidemia que marcó un antes y un después fue la de la fiebre amarilla en Buenos Aires (transmitida por mosquitos infectados, generalmente del género Aedes, los mismos que transmiten los virus del dengue, zika y chikungunya), especialmente en 1870 y 1871. Hubo días en los que en la ciudad murieron más de 500 personas, con un total aproximado de 14.000 muertos.
Poliomielitis o polio
En 1956, se produjo la mayor epidemia de poliomielitis o polio en la Argentina, con 6.496 casos notificados de una enfermedad que causaba la muerte o dejaba una severa discapacidad. La investigación científica y la innovación farmacéutica también pudieron torcer el curso de esta enfermedad, que hoy va camino a ser la segunda erradicada en el mundo luego de la viruela.
Tal como la define la Organización Mundial de la Salud, la de Heine Medin es una enfermedad muy contagiosa, transmitida por un virus que afecta principalmente a niños y niñas. El contagio se realiza de persona a persona; el virus puede estar presente en la materia fecal, en el agua o en alimentos.
Luego de alojarse en el intestino, ataca al sistema nervioso, pudiendo causar la muerte, parálisis u otro tipo de secuelas motrices. Fue la temida poliomielitis, o parálisis infantil. Su surgimiento, y el modo en que en la Argentina se respondió a la epidemia, trazan algunas analogías reveladoras, al confrontarlos con la actual pandemia del coronavirus.
Algunos testimonios tucumanos
Roberto Albornoz “En el año 1956 las clases comenzaron en el mes de julio por la poliomielitis. Mi libreta de Primer Grado Superior lo certifica”
En 1956 las clases empezaron en Julio por la epidemia de la polio. Un señor publicó su boletín en el grupo de fb "Fotos antiguas de Tucumán". pic.twitter.com/MyyGd6rNDK
— Gonzalo (@gonzycuervo) April 7, 2020
El usuario @rolomob comentó: “Soy un testigo de la polio del 28 porque mi padre quedó con secuelas en su pierna derecha. Padeció la enfermedad a los 4 años y, según los relatos familiares, recién volvió a caminar aceptablemente a los 7. Y también lo soy del 56 porque fui uno de los pibes que pintaba árboles y cordones con cal en Barracas. (También ví pasar los aviones del 55).
Grandes pandemias de la historia mundial
A lo largo de la historia, en el mundo se han presentado otras pandemias y epidemias. La más mortífera hasta hoy fue la viruela, que provocó unos 300 millones de fallecimientos, dejó secuelas en los enfermos y fue erradicada hace 40 años.
La segunda fue el sarampión, que provocó hasta hoy 200 millones de muertos en el mundo, según cifras de la OMS, cuyo contagio, al igual que el ébola, se previene con vacunación.
La tercera fue la peste bubónica, que estuvo activa hasta 1959 y provocó la muerte de más de 12 millones de personas, mientras el tifus dejó más de 4 millones de fallecidos, pero no supone un peligro en el mundo moderno.
El cólera, que registró grandes pandemias en los siglos XIX y XX, supera los tres millones de muertos, de acuerdo a datos de la OMS.
El siglo XX comenzó con la gripe llamada “española”, que mató en 7 meses -de septiembre de 1918 a abril 1919- a cinco veces más personas que los combates de la Primera Guerra Mundial, con unos 50 millones de fallecidos.
Años después, entre 1957 y 1958, la gripe asiática (H2N2), que apareció en China y llegó varios meses después a América y Europa, causó un total de 1,1 millón de muertos.
Otro millón de decesos provocó la llamada gripe de Hong Kong (H3N2), que dio la vuelta al mundo entre 1968 y 1970 y mató a muchos niños, una dolencia que entró en la historia como la primera pandemia de la era moderna, la de los transportes aéreos.
Y el siglo concluyó con la que se considera la quinta pandemia mundial más importante, el VIH, que a partir de 1981 mató a más de 32 millones de personas, según OnuSida.
El siglo XXI, con todos sus avances científicos, tampoco estuvo exento de grandes epidemias, desde el Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SRAS), hasta el actual COVID-19, pasando por la gripe aviar, la gripe A, el ébola y el dengue.
Pasado el tiempo, ya como estudiante de medicina, ví a los pibes de la foto ya adultos todavía en sus pulmotores.(Qué pensarán de esa foto los antivacunas?) Porque el virus de la Polio no actúa sobre los pulmones sino que ataca la neurona del asta anterior de la médula espinal que es la que trasmite los estímulos nerviosos a la musculatura paralizando cualquier músculo del cuerpo.
Los del pulmotor tenían afectados los músculos intercostales y el diafragma. Algunos podían recuperarse y otros no, necesitando rehabilitación a la que pocos accedían por la insuficiencia de servicios.
De los desequilibrios musculares quedaban secuelas deformantes en la columna vertebral y distintos grados de discapacidad motora. También recibí las primeras vacunas Salk que eran bastante dolorosas y luego las primeras Sabin.
La vacuna Sabin no solo era más fácil de administrar sino que, además era “contagiosa” ya que los virus vivos atenuados que contenía se eliminaban por materia fecal y en aquellos ambientes insalubres sin cloacas ni agua potable donde las enfermedades hídricas eran comunes (la polio lo era) se “contaminaba con un virus bueno”.
El tiempo pasó y ya no existe casi la polio. Los médicos jóvenes la verán en libro fotos y algunos documentales. Todavía hay adultos con secuelas. A vacunar sin dudas!”