“Los hijos siempre buscan a sus madres. Las mamás a veces sentimos vergüenza, miedo al rechazo, a no ser comprendidas, a ser juzgadas. Por eso, por más que nos sentimos morir por dentro, muchas veces no comenzamos la búsqueda”, cuenta Dévora, en la primera nota que decide dar junto a su hija Ana Paula a menos de un año de haberse encontrado.
La sensación de culpa y el dolor por no verla crecer acompañó cada cumpleaños, cada celebración de la familia, durante los últimos 48 años. El amor de Ana Paula llegó justo a tiempo, antes de que tanta angustia los derrumbara: “Yo siempre dije que mi alma no estaba entera, y creo que cuando escuché ese `hola mamá’, fue como que ya no quería morir. Quería seguir viva, no quería que me pasara nada. Quería verla y abrazarla”, detalla la mujer de 62 años.
Por encontrarse en medio de la pandemia, viviendo Dévora en La Plata y Ana Paula en Bragado, estuvieron un mes hablando por videollamada hasta que finalmente se pudieron abrazar: “No dormíamos. Yo decía: ‘A ver si desaparece’. Es un sueño del que no quería despertarme. Creo que hasta ahora, no me quiero despertar porque me parece que va a desaparecer”, repite la mamá.
Por su parte, Ana Paula, que contó su historia de búsqueda en mayo, explica que con el primer abrazo el 18 de septiembre de 2020 sintió que había llegado a casa: “La había buscado tanto, que nunca me había podido imaginar cómo iba a ser. Obviamente que no la quería soltar, y después, abrazar a papá, fue sentir finalmente que tenía uno”.
La mentira de que Ana Paula era un varón
Dévora recuerda el comienzo de una pesadilla que duró casi medio siglo: “Tenía 13 años cuando quedo embarazada y mi mamá se da cuenta. Con el papá de mis hijos quisimos escaparnos pero a mí me llevaron por la fuerza a la casa de la partera y me tuvieron dos meses encerrada hasta que nació mi bebé”.
“Lo tengo, me dicen que es un varón y obviamente que no lo quería soltar. Para esto, me venían diciendo que para mí era lo mejor. Que era chica, que tenía que estudiar, que tenía que rehacer mi vida”.
De ese día en que las separaron Dévora solo recuerda: “Me agarraron de un brazo y me dijeron ‘subí, subí a la camioneta’. Me sacaron a mi bebé y vi cómo una señora vestida con un delantal se llevaba a mi hija. Esa imagen la tengo grabada. Ahí empezó todo mi infierno, porque no hubo un solo día que en que no haya pensado en ella”.
La búsqueda del origen
Por su parte, Ana Paula sostiene que pese a no tener recuerdos de esos momentos, siente que algo en su memoria quedó: “Me impulsó desde pequeña a buscar a mi mamá, a sentir que no pertenecía a mi familia de crianza”.
Ana Paula tenía al certeza de que su mamá estaba en algún lugar: “Era pequeña y soñaba que a los pies de la cama estaba ella. Era jovencita. Sin embargo, mi madre de crianza era una mujer grande. Hay mucho que yo no puedo explicar desde la razón, y mucho que puedo entender desde el corazón”, sostiene la mujer de 49 años.
La certeza que la llevó a los brazos de su mamá
Por eso, durante la hora de la siesta ella revisaba los papeles, buscando algún indicio de que no pertenecía allí. A los 25 años no aguantó más y viajó a La Plata, a la casa de una tía de crianza: “Ella estaba pelando papas en la cocina, de espaldas a mí y yo le dije ‘viste que al final me dijeron la verdad, que soy adoptada’. Cuando se dio vuelta, vio en mi cara que era ella quien me estaba confirmando mis sospechas”.
En la casa, también estaba el hijo de ella, que había sido adoptado legalmente. “Por fin te enteraste”, le dijo.
Junto a su primo, Ana Paula fue a la casa de la partera. Tiempo después, sabría que su abuela materna la había entregado y que la partera había sido quien había decidido venderla. “Yo fui comprada. Al llegar, la partera estaba en la puerta. Me dijo que había nacido allí y no quiso darme más información. Yo sentí que ese era el lugar en el que tal vez iba a estar más cerca de mi mamá”.
De allí, fue a la casa de la mujer que la crió a la que obligó a que le dijera la verdad. Ya sin excusas ni forma de sostener la versión con la que la habían engañado toda su vida, confirmó que no eran sus padres: “Desde ese momento golpeé puertas en la secretaría de Derechos Humanos, fui a Abuelas, escribí a programas como Gente que busca Gente, pero sabía que era buscar una aguja en un pajar”.
“Fueron 24 años en los que no me di por vencida. Nunca dejé de buscar a mi mamá. Hace 10 años, empecé a usar las redes sociales para mandar mensajes a ver si obtenía respuesta. Para mi cumpleaños subía un video contando mi historia”, resume.
Una hermana y una prima que buscaban a un varón
Paralelamente a la búsqueda de Ana Paula, sus papás biológicos le contaron a sus otros hijos la historia de cómo, cuando eran adolescentes, les habían arrebatado de sus brazos a su bebé: “Papá y mamá les contaron a mis hermanos que yo había nacido el 1° de noviembre de 1972. Que habían tenido un bebé y que mi abuela lo había entregado a la partera”.
Al hablar sobre cómo llegaron a encontrarse, Dévora destaca la tenacidad de Ana Paula, pero también menciona que hay algo que excede la razón humana que hizo que esto fuera posible: “Creo que fue un milagro que mi sobrina ese día agarrara el teléfono y dijera ‘¿qué hace mi prima acá en ‘Te busco mamá’?. Eran tan parecidas Ana Paula y la hermana que se la confundió y al darse cuenta que podía ser ese hijo que estábamos buscando, la contactó”, dice Dévora.
El posteo del encuentro y el ADN con 99,9% de coincidencia
El 27 de abril de 2019, Ana Paula escribió: “Hoy como muchas veces te pienso mamá. Pero no me pregunto qué pasó exactamente ese fin de octubre o principio de noviembre de 1972. Quiero encontrarte, miro el cielo y sé que estás”. El texto es extenso y al final, compartió las fotos en las que su prima, creyó ver a una de las hermanas.
Ya en contacto con su hermana decidieron hacerse un estudio de ADN que estuvo listo el 19 de agosto de 2020. El análisis le dio una coincidencia del 99,9 por ciento por parte de madre y padre. El día que conocieron la noticia, decidieron hacer una videollamada.
El abrazo que esperó 48 años
Al momento de la llamada, Ana Paula recuerda que estaba junto a su esposo y que cuando atendieron, ella vio la cara de su madre y lo primero que le salió fue decirle “mamá”: “Mi papá lloraba y ella me decía ‘mi amor’”.
Después llegó el primer abrazo. “Por el tema de los permisos y la logística para viajar se demoró un mes. En realidad, fueron tantas cosas que me pasaron también internamente al saber que iba a finalmente verlos que creo que eso también necesitó de un tiempo para procesar las emociones”, explica.
“Cuando finalmente abracé a mi mamá después de 48 años me di cuenta, al escuchar su corazón con el que había estado en contacto durante los nueve meses de la gestación, de que no necesitaba ningún ADN. Era ahí donde siempre debía haber estado. Lo mismo me pasó al escuchar la voz de mi papá”.
La lucha por restituir su identidad y por un banco de ADN
Más allá de la felicidad por haber encontrado a su familia biológica, para Ana Paula la lucha aún no termina. Legalmente, en los papeles, sigue siendo Marcela Elías, el nombre que esas personas le pusieron cuando la compraron. “Uno firma con un nombre, que nos acompaña en todo lo que hacemos, que nos identifica y yo necesito recuperar mi identidad de origen, mi nombre”, cuenta.
Desde que se enteró de quien era, cuál era su verdadera familia, busca incansablemente a un abogado que la ayude para que su historia siente un precedente: “Lo mío no es un cambio de identidad, es un restablecimiento de nombre de origen, con el que siempre tendría que haberme llamado, Ana Paula Tolosa Safigueroa”.
En ese camino hacia el reconocimiento de su verdadera identidad, Ana Paula reclama que para poder ser llamada con el nombre de origen, debe renunciar a todos los bienes de Marcela Elías: “Uno de los grandes problemas es que pese a que Marcela Elías es una identidad falsa, vivió 48 años e hizo mucho”.
Ana Paula explica que con ese nombre se recibió de profesora de Lengua y Literatura. “Me casé, anoté a mis hijas y además tengo propiedades con ese nombre. Es totalmente injusto cómo funciona el sistema”.
Un banco nacional de ADN libre y gratuito
Por otra parte, Ana decidió que sería la voz de todos los buscadores que -para poder confirmar su identidad – tienen que pagar para hacer un ADN en Estados Unidos: “Voy a seguir luchando para se cree el banco de ADN libre y gratuito en la Argentina. Hoy, la única manera de confirmar una identidad que fue sustraída es estar en el banco de abuelas pero sino, hay que pagar un estudio en Estados Unidos o como hicimos con mi familia biológica que pagamos en Genetic Pro que es un laboratorio privado en argentina que envía las muestra a Suiza”.
Los hijos son los que buscan
Dévora no puede ocultar la emoción que le surge al hablar de Ana Paula y el camino que recorrió sola hasta llegar a ellos: “Los hijos te buscan, ella lo hizo y la admiro y es mi orgullo porque no paró hasta encontrarnos”.
Por eso es que cuentan su historia, para impulsan a otros hijos y a otras madres a que no paren de luchar por encontrarse: “No hay palabras, sé que nosotras vamos a sanar, que nos va a llevar un tiempo, espero que no sea muy largo, pero sé que vamos a curar tantos años de dolor porque estamos juntas. A quienes estén en una situación familiar queremos decirles que se puede, que busquen y que no bajen los brazos nunca”.