Hoy es el día Mundial de Conciencia sobre el Autismo. El Trastorno del Espectro del Autismo (TEA) comprende un conjunto amplio de condiciones que afectan al neurodesarrollo y al funcionamiento cerebral. Las personas que padecen autismo sufren dificultades en la comunicación e interacción con los demás, así como en la conducta y la flexibilidad del pensamiento.
A pesar de los grandes avances en las investigaciones sobre este trastorno, su origen sigue siendo un misterio. Además, el autismo cuenta con la dificultad extra de que cada individuo que lo padece posee características propias.
En algunos casos, el TEA se manifiesta asociado a otros trastornos del neurodesarrollo, como la discapacidad intelectual o el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH).
A pesar de que los síntomas clínicos varían entre unos casos y otros, existen señales de alarma que compartidas, que afectan a la forma en que se desarrollan las habilidades de comunicación e interacción social y también a la flexibilidad del pensamiento del niño o la niña: insistencia en rutinas; fuerte resistencia a cambios aunque sean mínimos; juegos repetitivos y estereotipados. Los primeros signos del TEA suelen aparecer entre los 12 y los 18 meses de edad, cuando estas habilidades comienzan a ser especialmente relevantes en el desarrollo típico del niño o la niña.
Sin embargo, algunos casos el TEA se identifica en edades más avanzadas, cuando las demandas del entorno son más complejas y exigentes y superan las capacidades de afrontamiento de la persona.
Sabemos que el conocimiento y comprensión social del TEA es aún muy limitado y que la sociedad tiene una imagen estereotipada de las personas que padecen este trastorno. Este desconocimiento se traslada a todas las esferas de la sociedad y hace que las personas con TEA se encuentren dificultades significativas para disfrutar de la igualdad de oportunidades en el ámbito de la educación, el empleo, la inclusión social o en la vida independiente.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), uno de cada 160 niños tiene un TEA y sus síntomas comienzan a manifestarse en la infancia y persistir hasta la adolescencia y la adultez. Otras estimaciones hablan de que puede afectar a uno de cada 68 niños en edad escolar.