En 2003, cuando la atención estadounidense se desvía de Afganistán y se centra en la invasión de Irak, los rebeldes talibanes y otros grupos islamistas se reagruparon en el sur y este del país. Desde esa región, podían movilizarse hasta las zonas tribales de Pakistán y empezar un movimiento de insurgencia.
Pasado cinco años de tensiones, en 2008, ante el pedido de la jefatura militar estadounidense, Bush aprobó el despliegue de 48.500 soldados adicionales para mantener el gobierno afgano y evitar una contra ofensiva talibán.
Pese a que en 2009, fue electo bajo la promesa de terminar con la guerra de Irak y Afganistán, Barack Obama aumentó el despliegue de tropas en medio oriente con el objetivo de sofocar la insurgencia talibán y fortalecer las instituciones afganas.
Con el paso del tiempo y la estrategia geopolítica estadounidense más fuerte que nunca, en 2011 se contabilizaban más de 150.000 soldados extranjeros en suelo afgano, de los cuales 100.000 eran estadounidenses. El 2 de mayo de ese mismo año fue asesinado el líder terrorista responsable del atentado a las Torres Gemelas en Nueva York, Osama Bin Laden, en una operación de las fuerzas especiales estadounidenses en Pakistán.
Pese a la muerte del líder de Al Qaeda, la presencia militar estadounidense se mantuvo y, en junio de 2014, posibilitó el triunfo de Ashraf Ghani como presidente de Afganistán, que se produjo en medio de acusaciones de fraude.
Con la llegada de Ghani al poder, la OTAN anunció el 31 de diciembre de ese mismo año el fin de su misión de combate en Afganistán, pero en virtud de pactos firmados con anterioridad, 12.500 soldados extranjeros, de los cuales 9.800 eran estadounidenses, se quedaron con el objetivo de entrenar a las tropas afganas y llevar a cabo operaciones puntuales antiterroristas.
Sin embargo, a medida que la OTAN y los Estados Unidos se retiraban de territorio afgano, la seguridad del país se volvía más frágil producto de la nueva expansión de la insurgencia de los talibanes que ocupaban los territorios que liberaba la coalición internacional. Además, el contexto empeoró con la aparición del grupo yihadista Estado Islámico (EI) a principios de 2015.
En 2017, el entonces presidente estadounidense, Donald Trump, canceló el calendario de retirada de tropas y volvió a mandar miles de soldados para recuperar la presencia en Afganistán y contrarrestar los ataques del Estado Islámico. De esta forman, ante el aumento de los ataques contra las fuerzas afganas, Estados Unidos replicó con un gran aumento de ataques aéreos. En ese contexto, Estados Unidos mató a 96 yihadistas luego de que lanzó su bomba convencional más potente para destruir una red de túneles y grutas del EI en el este de Afganistán.
El 18 de febrero de 2020, Ghani fue declarado ganador de las elecciones presidenciales de septiembre, con el 50,64% de los votos en la primera vuelta, marcada por una fuerte abstención y, nuevamente, sospecha de fraude. Su principal rival, Abdullah Abdullah, también reclamó la victoria hasta que en mayo de ese mismo año, los dos hombres firmaron un acuerdo de reparto del poder: Ghani conservó la presidencia y Abdullah dirigió las conversaciones de paz con los talibanes.
Esas conversaciones de paz, surgieron del acuerdo que los talibanes y Estados Unidos firmaron el 29 de febrero de 2020, en el que se preveía la retirada completa de las tropas extranjeras para mayo de 2021 y los talibanes, se comprometían a negociar con el gobierno afgano y a reducir los actos violentos.
Si bien las primeras negociaciones de paz directas entre los insurgentes y el gobierno afgano se iniciaron conforme lo acordado, la violencia continuó y se multiplicaron los atentados contra periodistas, jueces, médicos y miembros de la sociedad civil.
Luego de que se iniciara de manera oficial la partida de los últimos 2.500 soldados estadounidenses y los 7.000 de la OTAN en mayo de 2021, en el sur de Afganistán estallaron los enfrentamientos entre los talibanes y el ejército afgano. Mientras tanto, en el norte, los talibanes conquistaron el distrito de Burka, provincia de Baghlan.
Como ocurrió años atrás, cada espacio que era liberado por Estados Unidos, era ocupado por los talibanes. Así, el 2 de julio pasado, las tropas de la OTAN y Estados Unidos se retiraron de la base aérea de Bagram, la más grande de Afganistán. Y en menos de un mes, el 6 de agosto, los talibanes ya habían conquistado su primera capital provincial, Zaranj (suroeste) y el 8, Kunduz, la gran ciudad del norte.
Ante la escalada del conflicto y la avanzada talibán en tiempo récord ocupando la capital, Kabul, el 12 de agosto, Washington y Londres anunciaron el envío de miles de soldados, pero sólo para evacuar a sus ciudadanos y sedes diplomáticas.
Después de tomar Lashkar Gah (Helmand) y Kandahar, con la presencia militar internacional reducida al mínimo para tareas de evacuación, el 13 de agosto los talibanes se apoderaron de Pul-i-Alam (capital de la provincia de Logar), ubicada a solo 50 km al sur de Kabul, y el 14 se hacen con el control de Mazar-i-Sharif, la última ciudad importante del norte que aún estaba bajo el control del gobierno.
Tras la huida del presidente Ghani, el 15 de agosto, los talibanes tomaron el control de Kabul y entraron sin violencia en el palacio presidencial. Con la caída de Kabul el pánico se desató en la capital afgana y miles de personas acudieron al aeropuerto, con la esperanza de poder huir, mientras los países occidentales organizan la evacuación de sus ciudadanos y de personas bajo su protección.
La presencia estadounidense em Afganistán culminó oficialmente el 16 de agosto, en la madrugada, cuando retiró su bandera de la embajada en Kabul.