Por Luis Iriarte.- La declaración de la independencia de las “Provincias Unidas de Sud-América” el 9 de julio de 1816, tuvo un claro sentido continental, pese a que el “Estatuto Provisional para la dirección y administración del Estado”de 1815, sancionado en Buenos Aires, que convocó al Congreso de Tucumán, solo previó elegir diputados de las ciudades y villas de las provincias interiores de nuestro ex virreinato. El proceso independizador de Hispanoamérica, iniciado en Tucumán, buscó agrupar a pueblos de una misma raíz histórica, de un mismo idioma y una misma fe. No se trató de una asamblea puramente interna, limitada a organizar en Estado independiente al antiguo virreinato del Río de la Plata. Tuvo carácter americanista,conforme surge de la Declaración independentista, pero se integró solo con diputados de esta parte sur del continente. Esta dualidad dificultaba la ímproba labor de eregir un gran Estado Hispanoamericano independiente de la Metrópoli. La declaración se concretó por los congresales reunidos en Tucumán, cuando todo les era adverso. Las provincias del Litoral (Banda Oriental, Misiones,Entre Ríos, Corrientes y Santa Fe), nucleadas en torno a la figura egregia de Gervasio Artigas, con claras aspiraciones confederacionistas, no asistieron al Congreso. En México, en 1815, tuvo lugar el decisivo avance militar realista derrotando a la sublevación encabezada por Morelos, fusilado ese año. Venezuela,ese mismo año de 1815 recibió a la poderosa expedición española de Morillo enviada por el restituído monarca Fernando VII, que generó la restauración realista. En mayo de ese año, Bolívar abandonaba la lucha, refugiándose en Jamaica. Nuestro originario territorio del Río de la Plata se mostraba acosado por tres ejércitos enemigos. Uno al Norte, triunfando sobre los patriotas en Sipe-Sipe (29/11/1815), dejando en manos realistas los territorios altoperuanos. Otro al Oeste, que aplastaba a los chilenos en Rancagua (1814). Y otro al Este, proveniente de Portugal, invadiendo y ocupando la Banda Oriental (junio de 1816).Todo el país era un caos. Carecía de fuertes recursos económicos y no tenía el apoyo de ninguna potencia europea. La cuestión de la forma de gobierno, luego de declarada la independencia, generó las más extensas y ásperas discusiones en el Congreso. La mayoría de los congresales se pronunció en favor de la monarquía constitucional, confluyendo-en el tiempo-tres proyectos distintos En sesión secreta del 06/07/1816, Manuel Belgrano propuso, en primer término, el restablecimiento de la dinastía incásica sobre bases constitucionales, con la capital instalada en El Cuzco. La propiciada forma monárquica de las instituciones tenía una estrecha relación con la guerra independentista, que requiere concentrar la dirección del Estado en unas solas manos. La forma republicana, en ese contexto caótico, era impracticable. Otra posible variante fue la del príncipe portugués, cuando el avance de las tropas lusitanas sobre la Banda Oriental parecía indetenible, amenazando extenderse a nuestro litoral. Por último, cuando “puestos los ojos en las cortes europeas, se recurre al Duque de Orléans y al Príncipe de Luca”. La revolución de Tupac Amaru (1809) había demostrado la fuerza de la idea y del ideal del Inca en las masas de los pueblos originarios. No en vano el Congreso dispuso, el 29 de julio de 1816, imprimir 3.000 ejemplares del acta de la Declaración de la Independencia, entre las cuales 1.500 serían en castellano, 1.000 en quichua y 500 en aymará, idiomas indígenas cuyos integrantes resultaban vitales en la lucha por la independencia. Por estas razones el “Plan del Inca” generó el decidido apoyo de San Martín y de Güemes, toda vez que concentraba el mando militar sobre un territorio mucho más vasto que la actual República Argentina. En oposición, suscitó el rechazo de los diputados por Buenos Aires, cuestiones que se analizarán en la 2° parte de este opúsculo.
Congreso de la Independencia: proyecto de monarquía Incaica. Popularidad del plan (1ra. parte)
Publicado el: 3 marzo, 2016