Calabresa, napolitana, cuatro quesos, anchoas, muzzarella, choclo, roquefort, hawaiana. Hay sabores para todos los gustos. También podés disfrutarlas como calzone o lomo pizza y a la piedra, batida, casera, a la parrilla, rellena o hasta enrollada. Sea como sea, la pizza es la debilidad de más de uno. Pero ¿por qué no hace tan felices disfrutar de una porción y qué nos hace desear más?
Una investigación se propuso entender este gran interrogante que envuelve al plato que hace salivar inmediatamente a varios. Así que sí, está científicamente comprobado: la pizza nos hace felices.
A cargo del informe estuvo la marca de pizza congelada estadounidense DiGiorno que armó tres fiestas en las que escondió 40 cámaras de alta resolución. En un momento de la velada, alguien se encargó de meter pizzas en el horno para después cortarlas y servirlas a los invitados.
En todo el proceso las cámaras, con tecnología de reconocimiento facial, capturaron las reacciones y emociones de los participantes. Al estudiar los resultados después de devoradas las pizzas, concluyeron que el momento de mayor felicidad fue cuando el aroma de la pizza salía del horno.
El queso derritiéndose y la masa volviéndose crocante lograron un 24% de alegría. Al ver la pizza, el porcentaje bajó a 20% y al comerla llegó a 11%.
Entonces, ¿qué nos hace tan felices y nos da tanto placer? La anticipación. La sensación de que la pizza está por llegar a la mesa, ese momento de excitación de los sentidos genera un pico de felicidad difícil de explicar. La tristeza extrema debe experimentarse cuando sentimos su aroma pero no podemos saborearla, por eso más de uno rompe su dieta con una pizza, ¿no?