Es insoslayable atender a las relaciones que vinculan a estas dos complejas realidades, globalización y medio ambiente, en las cuales estamos sumergidos, con independencia de la voluntad o de la decisión que pusiéramos de nuestra parte. Son dos tipos de realidades que nos superan, envuelven y condicionan, a las que se ha de atender
y que ineludiblemente se imponen.
Según advierten los expertos, se trata de dos procesos complejos que interactúan con lógicas y dinámicas diferentes, lo cual ha llevado a la conexión inédita de los fenómenos antrópicos con los ecológicos, al punto de que se ha acuñado un nuevo término —Antropoceno—debido al impacto que las actividades humanas tienen sobre los ecosistemas en todo el mundo
De acuerdo a un documento de la Organización para las Naciones Unidas (ONU), en la actualidad se viven situaciones muy complejas, con enormes impactos ambientales y sociales y con un orden económico que se presenta como desequilibrado, injusto y excluyente, con países desarrollados y otros en desarrollo.
“Esto es, países ricos y pobres, con crisis financieras, económicas, comerciales, alimentarias, energéticas, sanitarias, educacionales, demográficas, migratorias y ambientales, donde prevalecen la inequidad y las grandes brechas de desigualdad social, étnica y de género, así como la desconsideración por los derechos humanos y de la infancia”, señala el informe de la ONU.
Para el organismo, el medio ambiente y los servicios que este orden presta desencadenan procesos como la contaminación del aire, el agua y el suelo; el deterioro de cauces y cuencas hidrográficas, así como la reducción de cuerpos de agua superficiales y acuíferos, y de la biodiversidad asociada.
También produce contaminación y acidificación de los océanos y la pérdida de biodiversidad marina; la deforestación y la pérdida de biodiversidad terrestre; la degradación de las tierras que, con la exacerbación de las sequías, da lugar a la desertificación; el calentamiento global y el cambio climático asociado, y el incremento de la vulnerabilidad de los asentamientos humanos y el riesgo de que ocurran desastres naturales y tecnológicos.
“Todas estas realidades, que tienen serios impactos productivos, económicos y sociales, están asociadas a las diferentes políticas que cada país adopta para su desarrollo”, se detalla en el informe.
En este sentido, la situación ambiental de América Latina y el Caribe, incluyendo a la Argentina, también es cada día más inquietante para una región rica en recursos naturales y en biodiversidad pero que es testigo de cómo su deterioro avanza inexorablemente.
Para la ONU, todo esfuerzo en favor de la sostenibilidad ambiental en la región y en el país entra en conflicto con un estilo de desarrollo en que sigue primando la explotación de los recursos naturales con escasa agregación de valor.
Al respecto, otro paper elaborado por la Comisión Económica para América Latina y el Carible (Cepal), advierte que mantener el actual estilo de desarrollo, al menos como se proyecta en la región “supone agudizar los problemas ambientales, acercándonos al colapso”.
El organismo que también depende de la ONU estima que las respuestas a las voces de alerta y a los llamados a una mayor cordura son postergadas por la aparente urgencia de otros temas supuestamente más perentorios.
Por ese motivo, reclaman dejar atrás el concepto de desarrollo entendido como crecimiento del producto interno bruto (PBI), reducido en la actualidad a la expresión “crecimiento económico”, teniendo en cuenta que el fracaso de este modelo tiene que ver con situaciones graves, como la persistencia de la pobreza extrema; el deterioro acelerado del ambiente físico y biológico; la vulnerabilidad; el debilitamiento reciente y el aumento de la inestabilidad de la situación de las clases medias emergentes; la exigencia financiera para contar con un buen sistema de salud; la demanda de divisas para asegurar los insumos extranjeros necesarios para algunas industrias, y la enorme magnitud del deterioro social y del dinero ilegal generado por el narcotráfico.
“Estamos ante una crisis integral que manifiesta en forma más abierta las contradicciones entre sociedad y naturaleza, y por ello se hace más evidente. Pero, como en la actualidad los disturbios políticos, sociales, económicos y ambientales coinciden, las interacciones se van volviendo explosivas. Si a ello se suma la crisis de ideas, se conforma un panorama caótico, para nada digno de quienes con su esfuerzo luchan todos los días por sobrevivir”, anticipa el estudio de la Cepal.
Tragedia evitable
Consciente de estas complejidades, el organismo recurrió a la visión de un grupo de personalidades con destacada trayectoria académica, pública e internacional para que, sobre la base de sus conocimientos y experiencias, contribuyeran a ofrecer una comprensión en profundidad de la dinámica del desarrollo actual y su relación con el medio ambiente.
Este grupo se compone de expertos como Nicolo Gligo, Gisela Alonso, David Barkin, Antonio Brailovsky, Francisco Brzovic, Julio Carrizosa, Hernán Durán, Patricio Fernández, Gilberto Gallopín, José Leal y Margarita Marino de Botero.
También de César Morales, Fernando Ortiz Monasterio, Daniel Panario, Walter Pengue, Manuel Rodríguez Becerra, Alejandro Rofman, René Saa, Héctor Sejenovich, Osvaldo Sunkel y José Villamil.
Todos formaron parte de la elaboración y redacción de un libro llamado “La Tragedia Ambiental de América Latina y el Caribe”, que publicó la Cepal y en el cual se reflexiona sobre la sustentabilidad de la región en base a diferentes perspectivas aportadas por los autores sobre la situación en materia de medio ambiente y desarrollo sostenible.
En el libro se encontrará que los aportes de los autores se ordenan, sin citarlos, en una estructura coherente, con el fin de que el documento se constituya en un punto de partida para consolidar planteos realistas ante el drama ambiental y el futuro de la región.
Los primeros cinco capítulos abordan el desarrollo y el medio ambiente, y se inician con la afirmación de que la humanidad está frente a una encrucijada.
Se sostiene que el planeta ha sido conducido hacia un deterioro creciente de la biósfera, agravado por el fenómeno del cambio climático, en el marco de un orden económico internacional desequilibrado, injusto y excluyente.
Se cuestiona el estilo de desarrollo vigente, “que se ha presentado como el único camino posible para la humanidad, sustentado en la hipótesis improbable de un crecimiento económico que se proyecta sin límites en el tiempo”.
El documento plantea además que el modelo de desarrollo no es sostenible, que está llevando a un colapso ambiental y a una crisis generalizada, mientras se ignoran las voces de alerta y los llamados a la cordura desde variadas instancias nacionales e internacionales.
Los autores del libro consideran la necesidad de un cambio estructural que conduzca a un verdadero desarrollo, un cambio que permita una mejor calidad de vida, con una preocupación relevante por la sostenibilidad ambiental.
Además, el documento reivindica la necesidad de una perspectiva ambiental del desarrollo que ponga freno al desenfreno capitalista.
Huella ecológica y PBI
El capítulo sexto se orienta a una visión estratégica que enfatiza la necesidad de un mayor conocimiento del territorio y sus ecosistemas, reconociendo la heterogeneidad del continente, de cada país y de sus diversos territorios.
El documento asigna una alta prioridad estratégica a las políticas e instrumentos de ordenamiento territorial que determinen idoneidades y vulnerabilidades. Asimismo, se abordan los conceptos de huella ecológica, hídrica y de carbono, y se rescata la perspectiva del balance de materiales.
En tanto, en el capítulo séptimo se retoma con más profundidad el tema de los conflictos entre crecimiento económico y medio ambiente, y se aborda la apropiación de la dimensión ambiental por la economía y como superarla, las insuficiencias del PBI y las cuentas nacionales para el análisis ambiental, y los déficits de la teoría económica con relación al medio ambiente.
Para el capítulo octavo se reserva el estudio en torno a la necesaria transformación productiva a través de nuevas tecnologías y de la ciencia, y enfatiza que la “interciencia” es la herramienta necesaria para la investigación. Se destaca, además, la pasividad y la dependencia científica de la región.
El capítulo noveno, que trata sobre propuestas, políticas y medidas para una gestión ambiental relevante, examina el concepto de políticas ambientales explícitas en las que los objetivos declarados son ambientales. También se estudian las políticas ambientales implícitas, que tienen consecuencias ambientales no declaradas, generalmente negativas, y la necesidad de armonizar los instrumentos de las políticas públicas.
El libro reconoce que en la región ha habido avances en la legislación y la institucionalidad ambiental, pero asegura que su eficacia y eficiencia han sido limitadas.
Señala la necesidad de contar con estrategias nacionales que incorporen la dimensión ambiental para contribuir a revertir la insostenibilidad del modelo vigente y a viabilizar cambios estructurales.
En ese contexto, el capítulo décimo se centra en las comunidades indígenas y campesinas y su contribución actual y potencial para el desarrollo sostenible, “que debe partir, necesariamente, por el reconocimiento de los derechos de los pueblos indígenas y la reivindicación del campesinado regional”.
Se destaca la existencia en la región de un gran número de culturas, sociedades y comunidades, que se organizan al margen de la sociedad y que han sufrido siglo de discriminación, exclusión o inclusión lesiva que las ha marginado de una participación efectiva en la formación de las naciones.
En el capítulo undécimo, se aborda la mitigación de las emisiones de gases de efecto invernadero, se llama a considerar la incidencia de la gestión de tierras y ecosistemas en las emisiones y el secuestro de carbono.
El documento plantea que, sin perjuicio de la importancia del cambio climático, el énfasis que se ha dado al fenómeno y a sus efectos en escenarios de mediano y largo plazo podría estar dejando en la sombra algunos de los principales problemas relacionados con la conservación de los bienes y servicios de la naturaleza.
Por eso se plantea que deben realizarse esfuerzos para la conservación y restauración de ecosistemas cuyo deterioro está en el origen de las emisiones que dan lugar al cambio climático. “Visto así, el cambio climático no es más que la consecuencia, a escala mundial, de una modalidad de desarrollo depredadora de la naturaleza”, acusan los autores en el libro.
Finalmente, en el capítulo duodécimo se destaca la necesidad de avanzar hacia la implementación de acuerdos multinacionales en el ámbito de la investigación y la gestión sostenible de tierras y ecosistemas o espacios geográficos compartidos entre dos o más países, en particular donde estén ocurriendo procesos de transformación significativos.
Nueva civilización
Como solución permanente a todos estos planteos, desde las páginas del libro se recomienda a las autoridades nacionales de todos los gobiernos de la región enfocarse en un cambio orientado a una nueva civilización, con mejor calidad de vida y con una preocupación relevante por la sostenibilidad ambiental.
“No obstante, esto no va a ocurrir sin un cambio profundo y estructural, cultural que anule las tendencias actuales al individualismo y que permita la recuperación del valor de la solidaridad, no solo con los seres humanos, sino con todas las formas de vida”, advierten los analistas convocados por la Cepal.
También recomiendan que para alcanzar los cambios estratégicos necesarios para transformar las estructuras productivas se necesita reconsiderar la inserción de cada país en la división internacional del trabajo y analizar la forma de promover inversiones (sobre todo extranjeras), ya que esto implicaría renunciar al control sobre los impactos de los procesos económicos en el ambiente.
Se advierte en el libro que “los candados impuestos a los cambios en los patrones de consumo, de uso de insumos del patrimonio natural y de la consecuente excreción han llevado a exceder con creces varios de los límites ecológicos planetarios”.
Y agrega que todas las previsiones de la comunidad científica “apuntan a una gran extinción biológica, importantes desastres naturales y una acumulación de gases de efecto invernadero que tornará el mundo inhabitable”.
Por eso reclaman adecuar las estrategias incorporando la dimensión ambiental como sujeto político relevante, sin utilizar los términos “desarrollo” o “desarrollo sostenible” que están asociados a propuestas neoliberales.
Para que la dimensión ambiental sea considerada como sujeto político, el libro de la Cepal estima que los gobiernos y la propia sociedad deben dar mucha más importancia a la participación ciudadana en los procesos de gestión ambiental.