Sergio Silva Velázquez-En la casa de Martín todo pretende ser igual pese a que nadie ignora que habrá un antes y un después. Por allí anda su abuela, pendiente de que siga en su cama. Un tío que emocionado me pregunta si sé como sucedió eso que ni los médicos pueden explicar. No soy el de las respuestas sino el de las preguntas que contestarán, en breve, otros sobre la historia increíble. Otra tía mira desconfiada, tal vez incrédula de que ese chico que se enoja caprichoso sea el mismo que se precipitó al vacío de una altura de casi 40 metros. Imposible saber que piensa él. El protagonista del milagro está recostado en la cama mientras relojea de lejos la cámara que pretende tomar el mejor ángulo.
“Soy consciente de que tenemos una segunda oportunidad. De que Martín es un elegido. De que nos queda toda una vida para disfrutar de nuestro hijo. Ahora hay que ver para qué se salvó y que destino le tiene Dios preparado”, dice Maxi. Una reflexión acorde al milagro que le tocó presenciar desde el momento en que miró hacia abajo, desde el balcón de su noveno piso, y vio que su hijo se movía.
Por eso no habrá médico que explique lo que no puede explicarse. La ciencia calló para dar paso a otras argumentaciones para nada académicas, aquellas que los padres de Martín fogonearon durante 19 días pendiente de la noticia del alta que recibiría este lunes.
“Volvemos a agradecer a cada uno de los que se preocupó por él. Nosotros nunca dejamos de creer. Eso es lo importante, ahora vamos a disfrutarlo”, agrega Florencia con una sonrisa que nunca se borró de su rostro.
Esta es la charla completa con Florencia y Maxi, los padres de Martín, el niño del milagro.
