Adelanto de “Fueron por Todo”, el libro de Nicolás Wiñazki. Editorial Sudamericana.
El funcionario caminador
Sergio Berni había “caminado” durante meses al fiscal que yacía muerto. “Caminar”, en la jerga del espionaje argentino, es igual que “monitorear” en secreto a una persona, alternando métodos diversos. Agentes de la fuerza que manejaba Berni “caminaron” a Nisman cuando estaba vivo. Continuó después con esas tareas, husmeando, auxiliado por sus subalternos, en el análisis de hechos de la vida de un fiscal que ya estaba muerto. Y aplicó el mismo sistema a la familia del fallecido por causas que, al cierre de este capítulo, en enero de 2017, aún se desconocen. Berni y su superiora formal, Rodríguez, buscaron información privada de la madre de Nisman, Sara Garfunkel. Y obtuvieron, a causa de su posición, información que manejaban policías federales sobre secretos familiares de la ex esposa de Nisman. Sandra Arroyo Salgado es una jueza federal, que ha buscado participar en la investigación judicial de la muerte de su ex marido, guiada por el propósito de dilucidar cómo terminó su vida el padre de sus hijas.
El libro blanco
Entre los vestigios que documentaban desde el interior de la administración pública cómo había sido el arbitrario estilo de gobernar de la gestión anterior, en el nuevo Ministerio de Seguridad de la gestión Cambiemos, al mando de Patricia Bullrich, empleados de carrera encontraron una carpeta con anillos, blanca, voluminosa, que Berni había mandado “eliminar”, según fuentes del propio organismo público. La orden del teniente coronel no fue obedecida. La carpeta blanca no fue eliminada. Berni me aceptó que esa carpeta existía, pero me dijo que era parte de la documentación que guardaba su “jefa”, Rodríguez. Eso pasó cuando una parte del material del “expediente Nisman” se difundió por Telenoche.
Lo que salió al aire fue solo la parte de la carpeta que mostraba cómo la custodia de la ex mujer del fiscal le informaba los movimientos de la vigilada al Ministerio de Seguridad. Dentro había materiales que hoy resultan escalofriantes. Llevaba en su tapa, la carpeta, un papel stick de color violeta que decía esto: “Alberto Nisman”.
Una sola “s”. Tuve en mis manos la carpeta lo suficiente como para reproducirla entera, después de chequear con el propio Berni y con fuentes del Ministerio de Seguridad la historia de ese rejunte impactante de informes. El contenido permite conocer de qué modos el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner “caminó” a la causa AMIA. Era información judicial que por primera vez volvía concreta una pista firme sobre quiénes o cómo formaron parte de una “conexión local” que ayudó a terroristas de Irán —según la tesis de la Justicia— a hacer volar la AMIA. Alberto Nisman había logrado establecer que un espía confeso de la Policía Federal se había infiltrado en la comunidad judía, en una de sus asociaciones más importantes. Había obtenido respuestas oficiales a las preguntas y repreguntas que había formulado como fiscal investigador: eran las palabras y los documentos de la propia administración nacional, del área de Seguridad.
Cuando anteriormente había sido indagado en sede judicial, este agente, cuya existencia, funciones y actividades probó Nisman, había declarado fehacientemente que él estimaba que la información que había elevado a sus superiores era la más relevante, eficaz y funcional para el apoyo local prestado a quienes volaron la sede de la AMIA en 1994. El agente trabajaba en un esquema desconocido de espionaje de la Policía Federal. Era material caliente. Nisman no lo había hecho público. El gobierno K lo sabía. Y no solo eso.
La carpeta secreta sobre Nisman contiene también información crucial sobre la causa judicial de la muerte del fiscal. Hay además constancia de que los agentes policiales que custodiaban a Arroyo Salgado elevaban, en secreto, informes de todo lo que se enteraban sobre ella a sus jefes policiales. Sus miedos, lo que contaba de sus conversaciones con Nisman, hechos extraños en su casa, que podrían ser considerados intimidaciones.
La carpeta también incluye un completo listado de todas las salidas y entradas al país del fiscal muerto del caso AMIA. Y también de los viajes que realizaron al exterior personas allegadas como la madre de Nisman. Inteligencia pura.
Berni, o Rodríguez, que reportaban de modo directo a Cristina Kirchner, tenían dentro de esta carpeta un supuesto análisis de los cruces de llamados de los principales protagonistas de la investigación de la AMIA, del entorno de Nisman y, sobre todo, de las jefaturas y direcciones de distintos servicios de inteligencia.
Mencionaban a espías de la entonces SIDE como Antonio Stiuso. Al ex director de Reunión Interior, Alberto Mazzino. Al director de Análisis, el kirchnerista Fernando Pocino. Y a teléfonos que ese día se intercomunicaron entre sí y que pertenecían a Inteligencia del Ejército, bajo control de César Milani. Ese material consiste solo en gráficos documentales. No existen audios al respecto ni tampoco se especifica si fueron entrecruzamientos de comunicaciones hechas de modo legal, o por qué organismo del Estado.
En esa carpeta, además, que el escrúpulo y el coraje de un funcionario preservó, hay un plexo de informaciones muy valioso, que el Estado K no solo no quiso conservar, sino que expresamente buscó eliminar.
El gobierno de Cristina Fernández espió a Nisman y, más aún, sabía que él tenía pruebas orales y documentales que indicaban que la gestión K sabía que un agente de la Policía Federal había actuado haciendo espionaje en la sede de la AMIA, y que temía haber ayudado, de forma indirecta pero eficaz, a los terroristas que volaron ese edificio. La Casa Rosada de los Kirchner estaba al tanto de esa información y la ocultó. Esas pruebas investigaba el fiscal de la AMIA cuando apareció muerto.
Cristina Fernández declaró, defendiendo el “Memorándum de entendimiento con Irán”, que el expediente AMIA no avanzaba desde muchos años atrás. Es falso, como se verá. El propio director general de Operaciones de la Secretaría de Inteligencia del Estado, Antonio Stiuso, estaba elaborando un informe de inteligencia sobre las causas por las que, según sus pesquisas, Irán había atacado en la Argentina en dos ocasiones. Primero en la embajada de Israel. Y después en la AMIA.
El espía Stiuso —según él, es un profesión de por vida— declaró dos veces en la causa. Cuando la Casa Rosada, a través del secretario Legal y Técnico de la Presidencia, Carlos Zannini, instrumentó el pacto con Irán, ese mismo funcionario le mandó a decir a Stiuso que ya no podría darle más información a Nisman. Más aún —según declaró Stiuso bajo juramento ante la Justicia—, Zannini le comunicó ese nuevo escenario de desinformación al propio fiscal de la AMIA en un encuentro cara a cara. Ni Nisman ni Stiuso iban a dejar de trabajar en una investigación en la que llevaban tanto tiempo de estudio, de recopilación de pruebas, y de resultados, para ellos, muy concretos. Tras la acusación de Nisman por encubrimiento de la Presidente y parte de su equipo a los iraníes, esos datos se reactualizaban de un modo inesperado y con final incierto. La comprobación efectuada por la Justicia de que el secretario Berni —responsable del “espionaje” a Nisman— hubiera pasado varias horas dentro del departamento en el que apreció muerto el fiscal, aun antes de la llegada de la fiscal Fein, suma sospechas a esta trama.
Cuando el caso Nisman pasó en 2016 al fuero federal, y quedó bajo instrucción del fiscal Eduardo Taiano y del juez Julián Ercolini, Berni fue imputado por su presencia y permanencia en el lugar en el que apareció muerto un fiscal federal que había acusado a su jefa, la Presidente.
También fue imputada en ese expediente la fiscal Fein, por el rol que cumplió dentro del departamento de Nisman. Sospechan que dejó actuar sin protestar al funcionario K y al resto de la veintena de personas que deambulaban por el departamento 02 del piso 13 de la Torre Boulevard. Taiano y Ercolini ordenaron un cruce de llamados. Las comunicaciones entre sí de Berni, del jefe del Ejército especializado en Inteligencia, César Gerardo Santos del Corazón de Jesús Milani, y de la propia Fein. ¿Por qué Berni llegó al lugar antes que la jueza, o que la fiscal? ¿Por qué su calzado estaba cubierto de barro que manchó una escena que debía ser preservada? Desde el lugar del hecho, con información privilegiada, aún más que aquella de la que disponía, con el cadáver de Nisman a metros de él, el secretario de Seguridad se comunicó con la Presidente de la República.
Así calificó lo que esto significa judicialmente la primera jueza del caso, Fabiana Palmaghini:
Imperioso resulta destacar que el desarrollo de esta causa se vio signado por los cuestionamientos que se formularon sobre el actuar que las fuerzas de seguridad y la representante del Ministerio Público Fiscal desde un primer momento asumieron. En tal sentido, este Juzgado también podría detenerse en formular consideraciones y valorar la rigurosidad con que se produjo el levantamiento de rastros (ya se trate de huellas de pisadas; dactiloscópicas; manchas hemáticas; restos de cabello y/o piel, entre otros), mas se impone reparar en un aspecto hasta ahora desatendido y que resulta ser el basamento sobre el cual actuaron tanto los distintos gabinetes periciales como la Agente Fiscal. Aquel resulta de analizar el intervalo previo al arribo de la Fiscal Viviana Beatriz Fein al departamento, que —junto a los dos halls de ingreso con que cuenta dicha unidad— resulta ser la “escena del hecho”.
Sobre la presencia de Berni, además de remarcar que estaba “embarrado” y que eso se conoce por lo informado por la declaración del jefe de la Policía Federal, Román Di Santo, señala que el por entonces secretario de Seguridad justificó su presencia en el departamento de Nisman con motivo de “… supervisar el accionar de las fuerzas de seguridad…”. Y agregó que su ingreso al lugar del hecho se caracterizó por su acceso a “… la cocinita que daba al lugar del ascensor por donde entré, y el pasillo donde estaban el dormitorio y el baño donde estaba el doctor Nisman…”.
La doctora Palmaghini remarca que, junto con Berni, al menos veinte personas, sobre todo miembros de las fuerzas de seguridad y civiles entraron en el departamento y arruinaron la escena del hecho al no cuidarla profesionalmente como todo policía sabe que debe hacerse.
Y agrega:
El propio prefecto Horacio Nicolás Aranda que asumió y dispuso las iniciales —pero fracasadas— medidas tendientes a asegurar el “lugar del hecho” previo a que intervinieran los peritos, indicó que al ingresar al departamento junto al oficial auxiliar Alegre advirtió la presencia de “… un médico de Swiss Medical con dos acompañantes…”, “… la madre de Nisman con una amiga de ella…”, “… uno de los custodios… hablando por teléfono…” y “… como la madre se entró a mover en el interior del departamento, living, cocina, dormitorio, entonces el dicente le pide que por favor se quede en un lugar, y dice bueno me voy a quedar acá, y se quedó sentada sobre la cama del dormitorio principal, junto a su amiga, Marta Chagas…”.
Las dudas no existen en este punto, según determinó Palmaghini:
El tratamiento dispensado en esa oportunidad por el jefe de la fuerza de seguridad que previno fue acompañado por amables solicitudes y decisiones que distan ampliamente de directivas destinadas a asegurar la integridad de, al menos, un perímetro determinado. Así, señaló a la nombrada Chagas: “… yo la entiendo, comprendo la situación, pero por favor no se mueva”. Y también reprodujo que Berni “decidió que para paliar la incidencia negativa de las ocho personas que ya por entonces se hallaban en el interior del departamento, dos agentes de la Prefectura Naval Argentina permanecieran ‘custodiando’ la zona. Ello, no desde el exterior o desde los dos ingresos al departamento, sino desde la propia zona a resguardar, alterándola en consecuencia por su propia actividad de “preservación”.
Objetivo: Nisman
La carpeta del gobierno K sobre el fiscal del caso AMIA, que incluía actividades de inteligencia sobre él y su familia, debió ser atendida de acuerdo con los principios básicos del espionaje: la confidencialidad y el secreto.
Pero alguien la encontró.
Conviene ir por partes.
El 4 de julio de 2014 declaró José Alberto Pérez como testigo en la causa AMIA. Así consta en el expediente. Fue un testimonio revelador para Nisman, e impactante para el gobierno que supo de estas declaraciones, y las incorporó al “expediente secreto Nisman”, como podemos llamar a la carpeta que conservó, con su contenido, el Ministerio de Seguridad.
Pérez hizo algo que no suelen hacer los espías de las diferentes fuerzas de seguridad nacionales. Bajo juramento, sabiendo que podía ser penado por los delitos de falsa denuncia o falso testimonio, reveló que trabajaba como “Oficial Tercero de Inteligencia de la Policía Federal Argentina”.
No son verdades que los agentes secretos revelen porque sí.
Que tal había sido su trabajo, y parte de sus dichos habían sido difundidos antes por el libro La ley bajo los escombros, de Gabriel Levinas, uno de los periodistas que más y mejor conoce el dossier sobre el ataque terrorista que voló la mutual judía en la Argentina.
Uno de los capítulos de ese libro se titula “Yossi, el espía”.
“Yossi” es Pérez. Él mismo lo ratificó ante Nisman.
Según el escrito de esta testimonial firmada por Nisman, Pérez contó que sus primeros contactos con el periodismo los había tenido con Miriam Lewin y Horacio Lutzky. ¿Por qué este espía de la PFA se había puesto en contacto con esos periodistas?
Textual del expediente de Nisman, que tenía guardado Berni o la ministro Rodríguez: “Que el objeto de contactarlos fue encontrar un interlocutor a quien transmitirles que el declarante sabía acerca de su infiltración en la comunidad judía”.
Sí, en efecto. Mientras investigaba los vericuetos que habían llevado al gobierno a gestionar la firma y aprobación de un pacto con la República Islámica de Irán, Nisman trabajaba en paralelo en una nueva pista para intentar dilucidar un componente de la trama de la explosión terrorista de la AMIA. Un agente secreto de la policía, Pérez, le reveló como testigo la punta del ovillo de esa trama. Nisman, siempre en este punto según el expediente, que es taba bajo “análisis” del gobierno K, le preguntó al espía Pérez sobre “la posible vinculación de la Policía Federal con el atentado a la sede de la AMIA”.
Y así registra la causa la respuesta del testigo:
Durante 1986, participando de grupos sionistas, el declarante contó, por una tarea en particular (abrir la sede durante el fin de semana de un seminario) con la llave de acceso al edificio de Uriburu 650, donde funcionaba la Federación Universitaria Sionista de Latinoamérica.
Agrega en estas fojas el expediente que estaba guardado en el Ministerio de Seguridad K: “Que eso lo puso en conocimiento de sus superiores, junto con un croquis ilustrativo”. Y así prosigue la causa del atentado a la AMIA, literal: “Que a partir de 1989 el declarante comenzó a formar parte, como prosecretario de la Organización Sionista Argentina (OSA), por el partido MAPAM (Partido Socialista Israelí)”.
Pérez declaró ante Nisman todavía más, y más:
Que en 1994 tales entidades se mudarían a la calle Pasteur y de allí las obras de refacción que ese año estaban haciendo en el edificio de la AMIA. Que todo ello fue notificado a sus superiores. Y que para fines de 1993, y hasta marzo de 1994 él se desempeñaba como Secretario de Actas de la Organización Sionista Argentina.
El espía Pérez, entonces, ahondó, quizá por primera vez en la causa AMIA, en pistas concretas que podrían profundizar cuál fue el verdadero rol de un sector de la Policía Federal en la voladura de la AMIA. Nisman había logrado, tras la publicación del libro de Levinas, que un agente secreto de esa fuerza reconociera que había trabajado en esa condición, y que además le contara que había estado destinado a asociaciones de la comunidad judía muy vinculadas, aun por la contigüidad del espacio físico, con la AMIA y con su sede. La declaración de mayor impacto es su revelación al fiscal que entregó a sus superiores “planos” del edificio de la AMIA. Dijo que “allí” se “albergarían la Agencia Judía y la Organización Sionista Argentina”. Y que, por eso, “obtuvo copia de tales” documentos arquitectónicos, e insistió en que “los remitió a sus superiores”.
Fuente: Infobae.