“Explotación laboral, horas sin agua y exposición al Covid-19”, esas son las graves acciones que una joven tucumana denuncia contra Los Castaños, un bar alojado en Tafí del Valle.
Julieta Bravo Sayoud inicia su relato y descargo en su cuenta de Facebook pidiendo disculpas a la clientela: “Me disculpo si me demoré, si mi cara no era la más simpática, si no estuvieron conformes con mi atención, de lo que sea me disculpo”.
Luego Julieta devela un sinfin de episodios que vivió en su trabajo, rol en el cual ella ya tenía experiencia y que, por animarse a reclamar, fue despedida:
“Detrás de mi delantal y un barbijo que yo compré había una persona, un ser humano que pasó por 15 días de horror. No sólo porque éramos NUEVE, NUEVE para atender a 1.000 o más de 1.000 personas sin ningún tipo de equipo de protección ni protocolo de bioseguridad, sino porque durante el día teníamos que aguantar el maltrato de ’compañeros’ que por ser amigo, novia, conocido, de nuestro ’superior’ se veían con el derecho de tratar mal a los demás compañeros.
Por cualquier error eran gritos o ya te tenías que llevar la mala cara y, si no eras vos quien te equivocabas, también”, relató la joven, quien pasó a describir en detalle algunas de las situaciones que vivió.
La cocina del problema
La denunciante reveló que “nunca había conocido a una persona tan desalmada ni miserable” como el jefe de cocina del Parador Los Castaños, ubicado sobre la calle María Lidia Chenaut de Bossi. “Te trataba como cualquier cosa, a los gritos. Nunca se le podía hacer algún reclamo porque ya eras vos el pelotudo y él era quien dejaba salir los tostados con pan viejo, media feta de jamón y una de queso. Por supuesto la gente lo devolvía, pero siempre era de terror ir a la cocina a devolver algo. Él, como jefe de cocina, tenía que ver que las cosas salgan bien”, expresó.
Y agregó: “me acuerdo de una situación que me dejó sorprendida por el poco grado de humanidad que tienen. Fue por un matambre de cerdo que los clientes devolvieron porque era grasa pura. Cuando fui a la cocina, en vez de arreglarlo, convenció a mi jefe de que el error era mío porque no expliqué que el matambre salía con grasa. Y acepté el error hasta que consulté con otro chef para saber si realmente me había equivocado y me explicó que el matambre tiene poca grasa y tiene que estar muy dorada. Si está blanca, es porque está mal hecho, y éste claramente estaba mal hecho. Era así con todo: gente quejándose, nosotros dando la cara, y cuando nos tocaba ir a avisar en cocina como corresponde recibíamos malos tratos”, enfatizó la presunta víctima, quien reconoció que llegó a decirse a sí misma “qué mal estoy haciendo mi trabajo” por todo lo que sentía cada vez que arrancaba su jornada laboral.
“Lo peor era en la hora de comer cuando terminábamos de trabajar y acomodar a las 2 de la mañana en adelante. Se los digo con las palabras más reales, aunque me dé pavura escribirlo: de los 15 días que estuve ahí sólo dos veces comí decente y las dos veces fue porque nuestro jefe de cocina no se había encargado de nuestra comida. De ahí en más era ’salsa’ de agua roja porque ni salsa era; papas fritas que no me sorprendería que sean de las sobras por el aspecto que tenían. Era todo un rejunte de cosas”, relató Bravo Sayu.
Y agregó en la misma línea que “una noche mis compañeros comieron una milanesa que, cuando la abrieron, tenía un olor desagradable. Hasta que se dieron cuenta, ya le había dado un ataque de hígado a una de las chicas que trabajaba conmigo. Daba bronca lo que te servían para comer y más impotencia daba verlos a mis compañeros comerlo porque no les quedaba otra, gente grande, que ni con ellos tuvieron un poco de respeto”.
Con las bebidas los empleados no corrieron mejor suerte que con la comida, según la versión de la moza: “el dispensar de agua que nos prometieron nunca apareció. Algunos días nos tocó dias de estar desde las 4 de la tarde hasta la 1 o 2 de la mañana sin tomar nada de agua. Las veces que tomé era agua del caño y, si era potable o no, no sé ni me importaba, porque era lo único que podías tomar”. “Fueron horas, muchas horas, trabajando sin agua, comiendo menos que sobras, siendo violentados y maltratados verbalmente”, puntualizó.
“En la hora de la merienda era frecuente escuchar decir ’el pan más viejo tuesten para el personal’ o se escuchaban quejas como ’tengo que cocinar para el personal de mierda’. Esas cosas eran imposible que no te dañen en lo emocional, era sentirte mal en la hora de comer, en la hora del trabajo, sentir como no se debería tratar ni a un animal, gente que fue con el mismo propósito de uno, ver cómo aprovechan la necesidad ajena es impresionante”, escribió Bravo Sayu en su perfil, donde suma más de mil compartidos, 700 reacciones y más de 200 comentarios.
“Nos hicieron subir un día antes para trabajar en el día de la inauguración. Había invitados especiales, más la gente que venía de afuera. Sigo sosteniendo que éramos 9 personas, por lo que tuvimos mesas que se levantaron sin pagar. A mí me tocó una que fue la de la DJ Baby Cueto y sus amigos que me descontaron al final de cuentas como si la culpa de la desorganización y de que ellos se fueran sin pagar fuera mia”, rezongó y aclaró “a nosotros nos pagaban por el trabajo en un bar, no como este evento/boliche o como sea que se llame que entran más de 1.000 personas con 9 personas atendiendo. Me pagaban $100 pesos por hora”, especificó.
“Finalmente, nos pusimos de acuerdo para pedir un aumento y dejar de comer ahí, ya que nos cocinaban con desprecio. La idea era que cada uno se encargue de su comida, más que nada porque nuestro trabajo no valía tan poco. Cuando llegó el día para pedir aumento me dejaron sin trabajo, porque me encargué de hablar con las personas que no estaban cuando se habló del aumento en el lugar y yo era la supuesta ’cabecilla’, cuando con mis compañeros coincidíamos en todas mis quejas, solo que yo lo hacía saber Y NO ME ARREPIENTO”.
La denunciante también apuntó contra el encargado del bar: “estaba para solucionar problemas, pero cuando tenías alguno, se daba la vuelta y se lavaba las manos, jamás nos solucionó nada”.
Empatía en el desborde
La denunciante hizo, finalmente un llamado a las personas que concurren a este tipo de lugares, para que tengan en cuenta a los trabajadores y a las situaciones que tienen que atravesar a causa de la necesidad de un ingreso.
“Escribo esto para que ustedes, siendo clientes, sean mas amables, sepan entender. Me tocó estar en el infierno del otro lado, no traten mal. Y también es muy importante si es que pueden, ¡dejen propina!. Sean más comprensivos y compasivos con la persona que los atiende porque lo mas probable es que haya tenido un día del orto y esa propina sea lo único que lleven a su casa como me pasó a mí”, relató la mujer.
A modo de conclusión, sostuvo que “nosotros no nos demoramos porque queremos o porque somos boludos, sino que no nos da el cuerpo ni la cabeza para tanta gente, tantos malos tratos, tanta desorganización y egoísmo de nuestros superiores. Espero que mi historia llegue a muchas personas y sirva para que a los seres humanos que siguen trabajando ahí les pueda ir un poco mejor gracias a cada uno de ustedes”