Paradójicamente, la pandemia está generando un respiro al planeta. La parálisis industrial en países como China, la reducción del número y la frecuencia de vuelos entre distintos destinos, así como del tráfico vehicular interno y el encierro obligado en el que se encuentran miles de personas en varias ciudades del mundo, han permitido que se reduzca el nivel de emisiones de gases de efecto invernadero.
Delfines y cisnes nadan en aguas limpias en Venezia. En Italia se comprueba que hay menos contaminación atmosférica, y en Alemania también mejora el aire. Se reduce la contaminación en toda Europa y en China, cuna del virus, las fábricas dejan de producir nubes de smog. Causa y efecto de la pandemia, el contagio del virus puede ser entendido como producto de la destrucción de ecosistemas que, de a poco, muestran signos de recuperación. Otra lección que deja la parálisis productiva y el aislamiento social.
Aunque el alivio será momentáneo y no resolverá de fondo la crisis climática existente, tal y como lo indicó Antonio Guterres, secretario general de las Naciones Unidas (ONU), lo cierto es que el coronavirus sí le ha dejado buenas noticias al medioambiente.
La cuarentena en la que se encuentran algunos países como Italia que ha hecho que la calles permanezcan solas, y ha propiciado el retorno de los animales. En Venecia, el agua de los canales luce mucho más clara debido a la nula presencia de turistas y de tráfico de góndolas. Su calma ha permitido que cardúmenes de peces de varias especies salgan de sus escondites. Además, ha incrementado el número de cisnes recorriendo los caños.
Lauri Myllyvirta, integrante del Centro de Investigación en Energía y Aire Limpio (CREA), en Estados Unidos, indicó que el cierre de fábricas y comercios en China, al igual que las restricciones de viaje impuestas para hacerle frente a la pandemia, produjo una disminución en las emisiones de dióxido de carbono (CO2) de, por lo menos, un 25%, esto debido a la baja sustancial en el consumo de combustibles fósiles (petróleo, gas, carbón, entre otros). Esta cifra representa, a su vez, una reducción del 6% a nivel global.
“La demanda de electricidad y la producción industrial de China permanecen muy por debajo de sus niveles habituales, según varios indicadores”, afirmó Myllyvirta en un análisis publicado en el portal especializado Carbon Brief. La experta agregó que esta tendencia se ha mantenido. Calcula, de hecho, que durante las últimas tres semanas el gigante asiático emitió 150 millones de toneladas métricas (mtm) de CO2 menos que durante el mismo período del año pasado, el equivalente a todo el dióxido de carbono que una ciudad como Nueva York emite durante un año.
Sin embargo, se teme que las medidas que adoptadas por las autoridades y las fábricas para estimular la economía y el regreso de los trabajadores a las fábricas vuelvan a aumentar las emisiones contaminantes por encima de los promedios históricos en su afán de recuperación financiera.
A pesar de esto, el impacto del coronavirus en la naturaleza, al parecer, por factores como la cancelación de los vuelos comerciales entre países de la Unión Europea y Estados Unidos. El 5% de la contaminación del mundo pertenece a los vuelos de aviones. El grupo de aerolíneas Lufthansa informó, por ejemplo, sobre la cancelación 7.100 vuelos hasta finales de marzo debido a la caída de la demanda por la propagación de la pandemia. El mayor porcentaje de estos viajes eran a Alemania, al norte de Italia e Israel, debido a que esta última nación prohibió el ingreso de viajeros de Austria, Suiza y Alemania.
Lufthansa hace parte del grupo de aerolíneas, junto a la suiza Swiss y la austriaca Austrian Airlines, que también cancelaron sus vuelos hacia China hasta el próximo 24 de abril. Adicionalmente, hay viajes suspendidos a Hong Kong y Corea del Sur.
Por otro lado, la aerolínea estadounidense American Airlines dio a conocer hace unos días que suspendería sus vuelos diarios desde Nueva York y Miami hacia Milán, debido a la reducción en la demanda. Así mismo, Ryanair, British Airways, Latam y TAP han anunciado cancelaciones en sus viajes, especialmente hacia Italia.
Se estima que un avión que recorre ida y vuelta entre Madrid y Nueva York emite entre 2 y 3 toneladas de dióxido de carbono (CO2) por pasajero, lo que significa si la aeronave transporta entre 150 y 300 pasajeros, la contaminación sería de entre 900 y 1.350 toneladas.
Un avión Airbus A380, con capacidad máxima de combustible de 323.546 litros, emplea la cantidad de energía que equivaldría al combustible usado por 3.500 automóviles.
Una bendición para los animales salvajes
La prohibición temporal del comercio de fauna silvestre impuesta por China para combatir el coronavirus se ha convertido en la tabla de salvación para muchos animales amenazados, en vista de que ese país por tradición tiene gusto por los productos con base en especies consideradas exóticas.
Por eso en esa nación se pueden encontrar desde sopas hechas con murciélago, testículos de tigre o partes del cuerpo de la civeta de palma, hasta cobra frita y la pata de oso estofada. Y es que según la idiosincrasia china este tipo de alimentos son considerados un privilegio, manjares. Otros los consumen como medicina tradicional (pangolines) sin importar el grado de vulnerabilidad en el que se encuentren en la lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) y si pueden o no representar un riesgo para la salud pública.
Frente a este panorama, la iniciativa de ley para prohibir tanto el consumo como el tráfico de animales salvajes que cursa en el Comité del Parlamento chino, podría constituirse en su bendición.
Se estima que más del 70% de las infecciones emergentes en humanos provienen de animales, particularmente de animales salvajes. “Estamos entrando en contacto con especies de vida silvestre y sus hábitats con los que no estábamos antes. Por lo tanto, tenemos una serie de nuevas enfermedades vinculadas a nuevos contactos entre virus, bacterias y parásitos humanos y previamente desconocidos”, dijo a la BBC Ben Embarek, del Departamento de Nutrición y Seguridad Alimentaria de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
El tráfico ilegal de fauna silvestre mueve alrededor de 20.000 millones de dólares al año y es el cuarto comercio ilegal más grande después de las drogas, el contrabando de personas y falsificación.
“Esta crisis de salud debe servir como una llamada de atención”, expuso el World Wide Fund for Nature (WWF) en un comunicado. Y así debe ser. Esta pandemia debe servir, además, para generar una mayor conciencia social frente al cuidado del planeta y el uso racional de los recursos naturales.