En el Domingo de Ramos, el Papa llamó a “asumir la responsabilidad del destino” de refugiados y migrantes

Publicado el: 20 marzo, 2016

Al celebrar hoy la misa de domingo de Ramos que abre la Semana Santa, el período más importante del año para la Iglesia católica, Francisco volvió a llamar la atención sobre el drama de los cientos de miles de refugiados que escapan de guerras, miseria y conflictos. Lamentó la indiferencia que padecen y que nadie “quiera asumir la responsabilidad de su destino”, aludiendo, sin mencionarla, a la incapacidad de la comunidad internacional en general, y de la Unión Europea, en especial, para enfrentar la peor oleada de refugiados que golpea al continente desde la Segunda Guerra Mundial.

Mientras que miles de migrantes, la mayoría sirios, pero también afganos e iraquíes, siguen varados en la localidad griega de Idomeni, en la frontera con Macedonia, sellada desde hace más de dos semanas, el viernes la UE alcanzó un acuerdo por el cual a partir de hoy todos los migrantes irregulares que lleguen a Europa por las costas griegas desde Turquía, serán devueltos a este país.

El Papa evocó la tragedia de los refugiados, que marca a fuego los tiempos de hoy, al comparar la indiferencia que están padeciendo con la que sufrió Jesús durante su pasión y muerte. “Mientras le es negada toda justicia, Jesús experimenta en su propia piel también la indiferencia, porque nadie quiere asumirse la responsabilidad de su destino”, dijo Francisco. En ese momento, dejó de lado el texto que tenía preparado. Con rostro serio y voz compungida, siguió: “Y pienso en mucha gente, en muchos marginados, en muchos prófugos, en muchos refugiados”, por los cuales, “muchos no quieren asumirse la responsabilidad de su destino”, lamentó.

Fiel reflejo de que este drama lo desvela, el próximo jueves santo Francisco le lavará los pies a doce refugiados de un centro de esta capital, otro mensaje claro a la comunidad internacional.

En una jornada de sol primaveral, como es tradición la ceremonia comenzó con una procesión de palmas y ramas de olivo hasta el centro de la Plaza San Pedro, en medio de coros solemnes. Allí, donde se levanta un obelisco, Francisco bendijo las palmas y ramas de olivos que evocan la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. Al término de la procesión, en la que participaron cardenales y obispos vestidos con paramentos rojos, desde el sagrato celebró misa.

“Del mismo modo que entró en Jerusalén, Jesús desea también entrar en nuestras ciudades y en nuestras vidas”, dijo Francisco en su homilía, ante unas 100.000 personas presentes no sólo en la Plaza, sino también en la via della Conciliazione. “Sólo Jesús nos salva de los lazos del pecado, de la muerte, del miedo y de la tristeza”, afirmó. En el sermón, destacó que la liturgia del Domingo de Ramos, que también evoca la pasión y la muerte de Cristo, enseña que Jesús “no nos ha salvado con una entrada triunfal o mediante milagros poderosos”, sino porque «se despojó» y «se humilló» a sí mismo. “Estos dos verbos nos dicen hasta qué extremo ha llegado el amor de Dios por nosotros. Jesús se despojó de sí mismo: renunció a la gloria de Hijo de Dios y se convirtió en Hijo del hombre, para ser en todo solidario con nosotros pecadores, él que no conoce el pecado. Pero no solamente esto: ha vivido entre nosotros en una «condición de esclavo»: no de rey, ni de príncipe, sino de esclavo. Se humilló y el abismo de su humillación, que la Semana Santa nos muestra, parece no tener fondo”, afirmó.

Francisco subrayó que el primer gesto de este amor «hasta el extremo» fue el lavatorio de los pies, cuando Jesús “se abaja hasta los pies de los discípulos, como solamente hacían lo siervos”. “Nos ha enseñado con el ejemplo que nosotros tenemos necesidad de ser alcanzados por su amor, que se vuelca sobre nosotros; no puede ser de otra manera, no podemos amar sin dejarnos amar antes por él, sin experimentar su sorprendente ternura y sin aceptar que el amor verdadero consiste en el servicio concreto”, explicó.

Resaltó luego que éso fue sólo el inicio, porque “la humillación que sufre Jesús llegó al extremo en la Pasión”, cuando Jesús no sólo fue vendido por treinta monedas y traicionado, sino también negado tres veces, insultado, humillado, golpeado, desfigurado y finalmente crucificado y muerto junto a criminales.

Francisco reconoció que “nos pude parecer muy lejano a nosotros el modo de actuar de Dios, que se ha humillado por nosotros, mientras a nosotros nos parece difícil olvidarnos un poco de nosotros mismos”. “Él renunció a sí mismo por nosotros; ¡Cuánto nos cuesta a nosotros renunciar a alguna cosa por él y por los otros! Pero si queremos seguir al Maestro, más que alegrarnos porque él viene a salvarnos, estamos llamados a elegir su camino: el camino del servicio, de la donación, del olvido de uno mismo”. Invitó, finalmente a aprender el camino de Jesús deteniéndonos en estos días que preceden a la Pascua “a mirar el Crucifijo, la ‘cátedra de Dios’, para aprender el amor humilde, que salva y da la vida, para renunciar al egoísmo, a la búsqueda del poder y de la fama”.

Tras concluir la misa, antes de la oración mariana del Angelus, que no recitó desde la ventana del Palacio Apostólico, sino desde el sagrato de la Plaza, el Papa saludó especialmente a los jóvenes. “Espero que puedan venir numerosos a Cracovia, patria de san Juan Pablo II, iniciador de las Jornadas Mundiales de la Juventud (JMJ). A su intercesión encomendamos los últimos meses de preparación de este peregrinaje que, en el marco del Año Santo de la Misericordia, será el jubileo de los jóvenes a nivel de la Iglesia Universal”, dijo Francisco, que a fines de julio próximo irá a Polonia.

Francisco cerró su cuarto Domingo de Ramos con un enésimo baño de multitud al recorrer en papamóvil una Plaza San Pedro llena de entusiasmo, en la que fue aclamado al grito de “¡Viva il Papa!”. Cinco chicos tuvieron el privilegio de acompañarlo durante la recorrida, más rápida de lo común, pero igual de festiva.

Fuente: La Nación

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