Aviso: alerta spoilers
Por Sergio Silva Velázquez- La industria del entretenimiento televisivo se ha visto afectada por la irrupción de la telefonía celular, el objeto a través del cual se narran ahora los nuevos productos audiovisuales. Esto ha hecho que una parte de las inversiones creativas y de capital se piense para ser reproducidas específicamente en este soporte. “No veo televisión”, me dice, por ejemplo, mi sobrino de 16 años.
Cuando existen productos que monopolizan a la audiencia, series como “El Marginal” o “Un Gallo para Esculapio”, las nuevas generaciones las miran o reproducen desde las nuevas plataformas y a través del celular, que es por ahora, el dispositivo elegido. Los realizadores lo saben y por eso han empezado a migrar sus productos en plataformas específicas como Netflix o lo amoldan en series para ser reproducidas a través del celular. El prime time, aquella obsesión de los productores de ficción y los canales en general, ha empezado a evaporarse conforme a los criterios de consumo de las nuevas generaciones poco propensa a dejarse manejar en una franja protocolar. Tampoco puede decirse que por esa razón, las nuevas generaciones sean “más libres”. Simplemente hay que observar que han modificado los hábitos de consumo y en torno a ello ya trabajan los nuevos realizadores.
Un ejemplo de estos días es la serie Black Mirror (espejo negro, la pantalla del celular apagado) con su último capítulo Bandersnatch, el 28 de diciembre, planteado como un producto fuera del estándar episódico-cada capítulo de la serie es uno solo que aborda la forma en que las personas utilizan o se relacionan la tecnología-sino más bien de película, cuya mayor o menor extensión es “decidida” por el espectador. El capítulo sólo puede verse en soportes que tengan el software acorde. Bandersnatch ha sido tendencia en las redes sociales, principalmente en Twitter, donde es motivo de todo tipo de comentarios respecto a las decisiones que cada espectador “debe tomar” a lo largo del episodio.
Algunos críticos quisieron quitarle mérito al capítulo por el hecho de que su estructura narrativa “no es nueva”. Claro que no. Sin embargo, como bien saben los fans de esta joya británica, en esta serie nada es lo que parece. Después de ver el episodio, me ha parecido que lo importante es el mensaje concluyente-desesperanzado como siempre- de que, en el afán de tomar decisiones, el espectador también es “controlado” a tomar esas decisiones. “Haga lo que haga, el protagonista termina siempre en la cárcel o saltando por la ventana”, han dicho los espectadores. Y es que esa es la verdadera vuelta de tuerca de Black Mirror.
En un momento, el protagonista-Stefan, un chico en la década del 80 que trabaja en la programación de un videojuego donde el jugador debe tomar diferentes caminos-tiene una “conversación” con su computadora que le dice: “no eres libre a la hora de programar el juego ni tampoco en tus decisiones: hay otras personas que toman tus decisiones a través de una plataforma que se llama Netflix y que ahora están mirándote”. Ese control deliberado es el auténtico mensaje de Charlie Brooker, el realizador de Black Mirror. Su certeza de que no hay ningún ser humano que pueda tomar una decisión por sí mismo o pueda escapar de esa dinámica.
Los ingleses siempre tuvieron un concepto de la innovación y la audacia mucho más allá q los enlatados y estereotipados hollywoodenses. Demostrado una vez más en #Bandersnacth de #BlackMirrow @NetflixLAT , una muestra inquietante, de adonde van las nuevas historias. https://t.co/PqO19ZGta3
— SergioSilva (@SergioSilvaV) December 31, 2018