La historia del tucumano trasplantado que se sube a la bicicleta para sentirse más vivo

Publicado el: 14 octubre, 2018

“Mi vida actual es una bendición que trae aparejada la maña suerte de estar en una lista de espera al borde de la muerte”. Se llama Etin Manca, tiene 56 años y una sonrisa que viene a definirlo. Una sonrisa que emociona, que crea  empatía inmediata con quien tiene enfrente y lo escucha. Su entusiasmo desbordante  es difícil de encontrar en los rostros que se miran por la calle, en estos tiempos “de crisis”.  Hace 15 fue trasplantado del hígado por una compleja enfermedad: su órgano no producía las suficientes enzimas y su peor momento llegó una noche en que se vio en el baño de su casa derrumbado en medio de su sangre.

La enfermedad de Wilson empezaba a causarle vómitos con sangre.  El síndrome es un trastorno poco frecuente que hace que el organismo no pueda deshacerse del cobre adicional. El cuerpo lo necesita para mantenerse sano pero tener demasiado puede ser llegar a ser tóxico. Normalmente, el hígado libera el cobre que no necesita en la bilis, un líquido digestivo. Cuando los médicos lo examinaron después de varios análisis y le dieron el diagnóstico, Etin supo que la vida que tenía se había terminado para siempre. 

Ingresó a una lista de espera y permaneció años allí hasta que pudo recibir un hígado de un donante cadavérico mientras estaba internado en una etapa de extrema gravedad. El momento más dramático fue haber sido internado y detenerse en un estado  que los médicos definieron como “pre mortem”. La historia terminaría bien para este tucumano y su familia, a contramano de muchos que se quedan en el camino. Le pasaron el tipo de cosas que pueden llegar a sucederle a cualquiera. Quebró en su actividad, se bajoneó, rezó, se angustió, tuvo el apoyo de la familia, se separó luego pero su historia no estaría completa sin ese trasplante que le daría un tiempo suplementario que jugar. 

“Cuando miro al cielo, le agradezco a esa persona que fue mi donante. Desde algún lugar me debe estar mirando. Quisiera convencerlo de que lo que hizo no fue en vano”, dice serio.

Después de recibir el órgano por el que salvó su vida, un médico le sugirió hacer ciclismo: salió a dar una vuelta “para ver que pasaba” y desde entonces  no se ha bajado nunca. Es el único trasplantado que compite en diferentes pruebas de extrema exigencia  y hasta se animó a participar del durísimo Montain Bike  tucumano. “Ya terminar esa competencia, es un orgullo”.  Desde entonces, procura llevar a  la gente la conciencia de donar órganos. Lo hace con su actividad y su conexión con las cosas sencillas que otros tal vez no vemos.

Un hombre al que el trasplante le cambió la vida. Un verdadero triunfador.

 

 

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