Una adolescente fue mordida por una Yarará mientras estaba en un club con su familia

Publicado el: 22 febrero, 2016

Eran las 16:45 del sábado y, mientras Diego y su mujer disfrutaban en la pileta de la sede náutica del Club Universitario Buenos Aires (CUBA) junto a unos amigos, Olivia, su hija de 12 años leía un libro para el colegio.

Inmersa en su lectura Olivia estaba recostada en una reposera plegable con los pies en alto, pero no pasó mucho tiempo antes de que el fuerte calor la empujara a dejar el libro para acompañar a sus padres en la pileta.  Y cuando bajó sus pies al pasto sintió que la lastimaba algo.

Treinta minutos después de la mordedura y, tras un breve altercado con la gente del hospital porque no los querían dejar ingresar vestidos con los trajes de baño y nada más, los Rodriguez ya se encontraban en el sector de pediatría del Muñiz a la espera de los resultados del coagulograma. “El resultado dio bien. Y los médicos le mostraron unas fotos de serpientes para ver si la podría reconocer. Ahí nos enteramos que había sido una Yarará -explica el padre- para colmo mi mujer estaba con un ataque de nervios, imaginate”.

Mientras Olivia sonreía y no era consciente del riesgo que corría, los médicos controlaban constantemente que el empeine no se le necrosara porque “si se ponía negro quería decir que tenía veneno”, relata Diego. A eso de las 23 pudieron volver a su hogar con la feliz noticia de que la serpiente no le había dejado venenos en la herida, tal vez porque no la reconoció como una amenaza o quizá porque había mordido a alguna presa minutos antes.

Al día siguiente Olivia regresó al club y disfrutó de una bienvenida, por parte de sus amigas, cual heroína vuelta de la guerra. Y si bien los médicos del Muñiz indicaron que debía volver para un control, su padre decidió que por el momento no volverá allí para evitar riesgos de contagio de alguna otra enfermedad dadas “las graves especialidades que atiende dicho hospital”.

“Por el momento ella está bárbara y dice que no le tiene miedo a las serpientes, más adelante la llevaremos con su pediatra para que la controle, pero la herida ya está cicatrizando con normalidad – adelanta su padre – fue un susto y tuvimos suerte pero la naturaleza es así y estamos inmersos en ella”.

Instintivamente la nena de 12 años alejó con una patada aquello que imaginaba que era una rama. Siguiendo su trayecto por el aire se sorprendió al ver que se trataba, en realidad, de una serpiente. Esta se acomodó rápidamente y se arrastró hacia el sector donde se guardan los barcos.

Diego y su mujer enfilaron hacia el auto junto a su hija que “sangraba mucho y se le veían los dos agujeros de la mordedura sobre el empeine”. Yendo a toda velocidad se dieron cuenta que no tenían idea de donde se ubicaba el Muñiz y en la desesperación interceptaron a una camioneta de la gendarmería para que les indicara hacia donde ir pero “ellos tampoco tenían idea y no nos pudieron ayudar”.

“Llamamos a mi cuñada por celular y ella fijándose en una computadora nos fue indicando qué calles tomar”, recuerda Diego. “La desesperación era tal que íbamos tocando la bocina y con un pañuelo blanco por la ventanilla. Cuando nos veía venir la policía nos abría camino, y ya por 9 de Julio agarramos la vía del Metrobus”, describe Rodrigue. Ellos estaban desesperados por llegar al hospital ya que no sabían con cuánto tiempo contaban, y el médico del club les había indicado que no podían pasar más de 4 o 5 horas.

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