La pesquisa se inició el mismo martes por la noche. Momentos después de que se produjera el “incidente” del abordaje de Margarita Toro, la referente más encumbrada del denominado “Clan Toro”, todos entendieron de que no se trataba de un hecho más. En esas cinco horas en que el paradero de la mujer fue una incógnita que desveló a propios y extraños: la policía que realizó un inédito procedimiento procurando encontrarla y su familia, que montó una búsqueda en paralelo, con las implicancias que eso podía llegar a tener.
Desde el inicio, los Toro supieron que eran víctimas de una extorsión. ¿Quienes podían ser capaces de hacer una cosa así? Las sospechas de los Toro apuntaron sin dudar a la familia Acevedo. Pero la del fiscal Pablo Camuña se sostienen en la posibilidad de la intervención de otro grupo delictivo con fuerza y estructura suficiente para poder estar a la altura de un hecho semejante. Una estructura que habría llevado a cabo otros secuestros similares en los últimos meses.
La disputa con los Acevedo
La familia Acevedo cuenta con antecedentes por ilícitos de todo tipo que oscila entre sus actividades vinculadas con el narcomenudeo-que desconocen-y las otras “legales”. La sospecha de negocios relacionados con la reventa de entradas como referentes de la barra “La Inimitable” y de bebidas-entre otras cosas- cada vez que juega Atlético. Estas actividades que tienen el marco de una pelea de fondo con los Toro por “ocupar” una tribuna del estadio. De nuevo, la lucha por el lugar. De eso se trata todo.
El primer código lesionado fue el crimen de un hombre en la zona de El Abasto en abril de 2017 que se investigó en la Justicia, como si fuera un homicidio escindido del contexto del conflicto permanente entre los clanes. Ese fue el primer límite que se corrió debido al enfrentamiento a tiros entre los representantes de los dos grupos. En el medio quedó Roberto Zelarayán, tendido sin vida en el asfalto, tal como fue fotografiado. Fue el primer aviso.
La disputa continuaría con fricciones ocasionales protagonizadas por distintos miembros. En el medio, el robo de una motocicleta de un joven de la familia Acevedo atribuido a Maxi Toro, un sobrino de Margarita. El límite de la tolerancia siguió corriéndose entre los dos grupos con una serie de enfrentamientos en los días previos al secuestro.
Las acusaciones típicas que se realizan unos a otros no son sino una forma de provocaciones en esta escalada por el dominio de un sector. Hace un tiempo esa pelea había tenido lugar entre los miembros de la familia Toro y los de la familia Carrión, quienes habían “trabajado” para los primeros. Una disputa que terminó zanjándose con la imposición del clan cuya cara visible es Margarita.
Una banda de secuestradores?
La mujer denunciaría después a Gustavo “El Gordo” González y su hijo Abel como los principales acusados del “episodio” registrado en el barrio 130 viviendas, cuando los ocupantes de una camioneta bajaron para obligarla a abordar el vehículo. Estos, sin embargo, se desvincularon del hecho.
¿Existe otro grupo capaz de introducirse en el marco de esta pelea? El fiscal Pablo Camuña investiga esa posibilidad: en esa hipótesis surge el nombre de un tal “Flaco Claudio”, de quien se investiga si pudo haber sufrido un incidente similar al del secuestro de Margarita. Además de este antecedente, Camuña investiga un hecho similar vinculado con otra víctima de secuestro, lo que abre la posibilidad de un modus operandi específico que realiza un grupo delictivo. Sólo buscan la recompensa de los eventuales secuestros que son planificados de una manera similar al de Margarita Toro.
Toro mencionó en su declaración a dos personas vinculadas con el ascendente grupo llamado “Los 30” quienes tienen en sus manos la distribución de este tipo de drogas en la zona sur de la ciudad. La mujer fue agredida por sus captores. Ese fue el tercer código roto. El que no entienden y no están dispuestos a perdonar casi ninguno de los que se consideran víctimas de este episodio inédito. El supuesto pago de 500.000 pesos de rescate queda casi como una anécdota si uno contempla todo lo demás.
La aparición de la mujer, alrededor de las 2 de la mañana en la zona de Tafí Viejo, trajo alivio a los investigadores sólo por espacio de unas horas. En ese lapso ya se habían detonado una serie de alertas a través de mensajes de audio que ilustraban el cuadro completo de situación. Esos mensajes que cruzaron los celulares a través del WhatsApp indicaban que había un despliegue inusitado en aras de una supuesta represalia por lo que había pasado. Las advertencias sobre un escenario en el que hay una guerra declarada parece legitimar los métodos de los grupos marginales en una pelea ciega. Aquellos “visibles” del grupo Acevedo eligieron emigrar a El Sifón, no sin antes, desvincularse una vez más del hecho. Un audio les advirtió sobre lo que puede pasar. El mensaje atribuido a Ismael Toro, sobrino de Margarita, que es ahora investigado por la Justicia Federal. En ese mensaje están los nombres de varios actores de reparto en esta historia.
Es esta la verdadera razón de tantos roces, chicanas e incidentes entre ambas familias. El monopolio de un negocio. En el medio, los tucumanos, asisten atónitos como rehenes a la resolución del “conflicto”.