María (que no es su nombre, claro) tiene 26 años. El lunes fue a la Facultad de Filosofía y Letras a una clase de una de las materias que cursa de la carrera de Ciencias de la Comunicación. Su rutina habitual. Toma apuntes y nada pasa más allá de lo que habla el profesor. A las 16:30, cuando finaliza la clase, se dirige a uno de los baños contiguos al anfiteatro. Antes de llegar, es interceptada por un desconocido, al que describe como “morocho, robusto, un metro setenta aproximadamente” de altura.
María trabaja en la producción de una radio. Es una de sus primeras experiencias en el campo laboral que tiene por delante. Quiere ser periodista. Está acostumbrada a escuchar a personas que relatan sus problemas, a veces, dramas personales. Nunca lo sospechó. No creyó que sería la protagonista de la historia que ahora debe dar a conocer. Nunca pensó que se daría de esa manera. Está acostumbrada a las actividades diarias que desempeña en su calidad de estudiante. No sabe que hacer cuando el desconocido la aborda en una fracción de segundos: el lugar de pronto se ha despoblado y el tiempo se ha detenido. Y por ese instante, cree que está sola en el mundo con ese desconocido que la acecha.
Sin mediar palabra, el desconocido la toma por la fuerza contra una pared. Intenta besarla, le muerde el cuello y le lastima el vientre por la presión que ejerce. Ella dice que no sabe cómo, pero a pesar de la fuerza y la contextura física del desconocido, María pudo escapar de la situación y sólo atinó a correr.
“Conservo en mi memoria cada cosa que me hizo. La llevaré quizás para siempre en mi vida. No sé de donde saqué fuerzas para resistirme. Soy menudita. Pero algo se posesionó de mí y pude escapar. Pienso en aquellas que no pudieron hacerlo”, dice María. Aunque sepa a partir de ese momento, es una víctima más. Y sabe perfectamente que no podrá en el futuro volver a contar una historia de otro, sin pensar en lo que le pasó.
La joven radicó la denuncia en la comisaría 11 y al día siguiente regresó a la facultad para poner al tanto de la situación de abuso a las autoridades de la unidad académica. Desde el martes María no volvió a la facultad. Tampoco cree que pueda volver después de la situación traumática que le tocó vivir.
“El Vicedecano me prometió más seguridad, pero eso no me dejó más tranquila. Por eso cuento esto para que todos sepan y nos cuidemos entre todos y esto no se vuelva a repetir”, dijo la joven.
Hasta que eso ocurra, si es que ocurre, ya tiene una decisión tomada. “A la facultad no vuelvo”.