Es extraño todo lo que uno puede saber o imaginar sobre Nueva York, aunque uno nunca haya estado ahí. Porque, de manera inexorable, están los retazos de las películas de Woody Allen, o las andanzas de Holden Caulfield, pergeñadas por J. D. Salinger, y también conviven lo que aprendimos con Don Draper, en Mad Men y con el personaje de Lena Dunham en Girls. Los ejemplos se multiplican. Y, sin embargo, es una ciudad que se sigue resignificando.
Esta semana el escritor tucumano Fabián Soberón presentará en Salta su visión de Nueva York. El libro Cosmópolis justamente retrata la ciudad que nunca duerme, desde una óptica particular. Soberón hace lo que debe hacer un buen cronista: tamiza la ciudad con su mirada.
El marco del congreso internacional de crónica, la Tibia Garra Testimonial, que arranca el miércoles, ha sido la excusa para realizar esta entrevista.
1-Vos escribís ficción y crónicas. ¿Qué te da y qué te quita cada género?
Me interesan los efectos de la ficción en la crónica y los efectos de la realidad en la ficción. Es decir, prefiero los cruces. Me fascina cómo una crónica tematiza un hecho que puede tener el efecto de increíble o ficcional. A la inversa, cuando un cuento falso produce el encantamiento de un hecho verosímil, asistimos a la creación de una serie narrativa que puede pensarse como cierta. El encanto y la persuasión de lo falso que pasa como cierto hacen de ese relato un relato maestro. El juego o el encanto de la falsificación es indestructible: el juego con el secreto, el enigma, aquello que sin ser real produce el efecto de realidad me provoca una consternación y una felicidad incomparables. En este sentido, soy devoto de Orson Welles, el Orson Welles que ha creado la escena de los espejos en La dama de Shangai. No importa el medio: lo único importante es el estilo.
2-¿Cómo influye la mirada de anteriores cronistas sobre los lugares que recorrés? Quiero decir: son lugares ya cronicados, si bien mucho tiempo atrás. ¿Cómo dialogás con esa influencia?
Como dice Borges, un escritor que escribe desde el margen tiene la tradición literaria occidental a su servicio. Y si, además, ese escritor vive en el margen del margen, tiene una ventaja doble. Desde ese lugar marginal, pienso a la crónica como un plurigénero y como plataforma de pensamiento. Los antecedentes de la crónica que me interesa son Platón (sobre todo, su versión de la muerte de Sócrates), la Biblia (en especial el Evangelio según San Lucas), Epicuro, Montaigne, Nietzsche (su autobiografía intelectual), Marcel Schwob (las vidas imaginarias), Richard Ford, Tobias Wolff, Lucio V. Mansilla, Rodríguez Juliá y Borges: todos –incluido Lucas– han encontrado en la escritura un modo de indagar en la realidad desde el yo, una manera de narrar y de pensar el mundo desde sí mismos. Y el yo, en casi todos los casos, es un espejo deforme del mundo.
LA PRESENTACIÓN DE COSMÓPOLIS ES EL JUEVES 29 DE JUNIO, A LAS 10.30, EN BUENOS AIRES 177 (PALACIO ZORRILLA, DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL DE SALTA)
3- ¿Qué hay que tener para ser un buen cronista?
La crónica –en mi caso– es el laboratorio de la escritura. Como la novela en la década del veinte del siglo pasado, la crónica es el terreno ideal para la experimentación y el cruce de registros. Un buen cronista tiene lo mismo que todo creador: oficio, pasión y empecinamiento: la búsqueda de la palabra justa.
4- ¿Cuáles son tus referentes en la crónica?
Virgilio, la Divina Comedia, Todo Montaigne, todo Shakespeare, el Flaubert de Bouvard y Pecuchet, el Knausgard de La muerte del padre, el relato “Hotel Almagro”, de Piglia, y el Richard Ford de Mi madre, entre otros.
5- Hasta hace un tiempo se hablaba de un boom del género. ¿Cuál creés que es la situación de la crónica en la Argentina?
No lo sé. Supongo que el interés ha crecido. Pero eso importa poco. La realidad importa tanto como la escritura. Una buena crónica no solo perdura por la historia que narra. Perdura por el modo de narrar. Lo central es, siempre, la obsesión por la escritura perfecta.
6- ¿Cómo ves al espacio digital para el género?
Los textos breves funcionan muy bien en la web. Supongo que el vértigo de la web se lleva bien con la intensidad de la crónica fusión. Llamo crónica fusión a la crónica hospitalaria que incluye ficción, autobiografía y filosofía. En este sentido, la crónica como un haiku que expande los instantes de la experiencia puede exponer en una historia la densidad conceptual y la fuerza narrativa de un poema y de un ensayo mínimo. Pienso a la crónica como un laboratorio, como un lugar y un tiempo para experimentar con la realidad y con la escritura. Cosmópolis (Ed. Modesto Rimba, 2017) está compuesto de textos breves de diversos tipos que, creo, se unen en un tono y en una trama. Incluye poemas, relatos, ensayos, cruces, piezas intensas como haikus. La Nueva York del libro es la ciudad como frontera, como intemperie, como isla, como desierto de soledades: el escritor manco en la calle, el cartonero de Washington Square, la puertorriqueña que vende helados a un dólar, el boxeador solitario del McDonald´s, la chica que come sola en un restaurante bajo el puente de Brooklyn, la que no espera a nadie, el negro que rodea el lavadero y que no sabe quién es, el cubano que se muere antes de volver a Cuba, Renán, el fotógrafo de los homeless, los músicos que tocan sin público, los que piden limosna, los que caminan sin rumbo fijo, el mexicano que repite su camino como Sísifo y que morirá en NY, la china que vende comida repetidamente en la misma calle, el cubano que no recuerda el rostro de su padre, mi vecina, la que ve fantasmas en los sótanos y su esposo, el inventor que guarda un pez, mis hijos, el tiempo. La Nueva York de Cosmópolis es la ciudad de los perdedores y de la esperanza. Busqué el tono para escribir sobre aquellos que no encontrarán el tono, ni su yo, y a los que solo les espera la muerte. Es decir: busqué una música a través de los otros y de mí mismo.
7- ¿Qué consejos le darías a un joven cronista?
Le recordaría un aforismo de Oscar Wilde: “Me pasé todo el día trabajando en las pruebas de uno de mis poemas. Por la mañana puse una coma y por la tarde la volví a quitar.”
8- Hay fragmentos de la crónica que son poemas. ¿Cómo elegías qué contar en prosa y qué en poesía?
No escribo con la guía de un género. Me interesan especialmente los cruces. Sin embargo, supongo que una idea encuentra mejor su forma entre los versos que en la prosa. Yo escribo habitualmente tanto poesía como cuento y crónica. Soy un lector que se demora en los libros que tienen especial dedicación a los cruces, las mezclas, las combinaciones: los experimentos. En este sentido, los poemas y los relatos buscan trabajar con el mismo tono. Una cuestión central es el tono: la combinación de voz, ritmo y el encuentro entre el narrador y el objeto de la narración, entre el sujeto lírico y el asunto poético. ¿Quién y cómo cuenta la historia? ¿Desde qué voz/ritmo/atmósfera se escribe un poema? ¿Dónde está el foco?
9- Hay un fragmento que menciona el cambio de Nueva York después de los atentados del 11S. ¿En qué aspectos notaste el cambio en la ciudad y la gente?
Escribí las historias de personas anónimas, invisibles, individuos que guardan los secretos de la ciudad. Como un espía, seguí la pista de hombres y mujeres que me cruzaba en las calles y en los cafés. Cuando me encontré con una mujer que me habló de la paranoia posterior a los atentados, pensé que ahí había un relato. Y me pregunté cuál sería la mejor forma de narrar. Buceé en los puntos de vista, en los personajes laterales, en los espacios cerrados que contenía la historia. Me interesó la idea de un instante o de una escena que concentra el tiempo complejo de la experiencia urbana.
10- Voy a citar un párrafo del libro: “Nunca hice un viaje con mi papá. Es una ironía que yo tenga este amor por los viajes. Y por el registro detallado de los viajes. Quizás sea una forma de contrarrestar el vacío original. Siempre pienso en la imposibilidad de escribir una experiencia. La experiencia es muda o parca. No habla por sí misma. Y cuando intentamos anotarla hay algo que se borra, que se pierde, que se esfuma. Sin embargo, tengo el interés absurdo de escribir. La escritura es una lucha contra una pérdida irreparable, contra el vacío que se tiende entre la escritura y la vida. Hay un abismo insalvable, un hiato, un hueco. Pero yo vuelvo una y otra vez sobre el pasado inmediato o lejano. ¿Para qué?… “Notas sobre una imposibilidad” se podría llamar este libro ¿Por qué hacer algo que está destinado al fracaso?” ¿Podrías responder esa pregunta: por qué hacer algo destinado al fracaso?
No puedo vivir sin escribir. No puedo abandonar este impulso: en eso consiste, en parte, vivir. El fracaso es el destino de toda escritura. La experiencia está sometida por el tiempo. Y nada, y menos la escritura, puede detener al tirano irrefutable. Cada experiencia es única e irrecuperable. La escritura lucha vanamente contra el desvanecimiento del pasado. Por eso es fútil la escritura. Pero somos humanos porque insistimos en luchar contra el vacío. Eso nos define: la batalla empecinada contra el sinsentido.
Fuente: http://www.lagacetasalta.com.ar/nota/83806/espectaculos/soberon-cronica-en-mi-caso-laboratorio-escritura.html