Después de matar a seis personas y dejar heridas a otras dos, Diego Alberto Loscalzo se dio a la fuga. Apenas tres horas de haber consumado la masacre, fue hasta Retiro y pidió un pasaje a Córdoba lo antes posible. Así fue que a las 2.32 de la madrugada se subió al interno 3907 de un micro de General Urquiza. A los conductores les llamó la atención que no llevara ningún bolso, ni siquiera una mochila.
A media mañana, un llamado desde la policía bonaerense alertó a los conductores a quienes les advirtieron que harían una revisación en medio del camino, antes de llegar, para detener al asesino que viajaba con ellos.
Pensaron en interceptarlo en la terminal cuando llegara, pero como en el lugar había mucha gente y tenía miedo que comenzara una toma de rehenes, vieron más viable la opción de hacer la detención en el medio del camino.
Según publica el diario La Voz de Córdoba, a varios pasajeros les llamó la atención que el hombre se tapara la cara con una campera negra y que iba al baño a cada rato. A pesar de que su foto era una de las que más circulaban por las redes sociales, nadie lo reconoció.
Cuando los oficiales subieron al rodado para capturarlo, una mujer les informó que había un hombre en el baño que había entrado ni bien los paró la policía. “Perdiste flaco”, le dijeron a Lozcalzo antes de arrestarlo.
A pesar de que en un momento intentó negar su identidad, los efectivos no dudaron. Inmediatamente le preguntaron donde había dejado el arma. “Lo perdí. Se me cayó cuando me caí de la moto, cuando escapé”, dijo. Se refería a la 9 milímetros que era de su novia policía a quien había asesinado horas atrás.
“Ojalá me perdonen por lo que hice”, alcanzó a decir, entre lágrimas, cuando fue subido a un patrullero rumbo a la comisaría de Río Segundo.
A la fiscal local le habría dicho: “Por favor, no me manden a Buenos Aires. La Policía me va a matar”.
fuente: minutouno.com