Diez minutos antes de las ocho de la noche del 17 de octubre (no de 1945: de ayer), Andy Kusnetzoff –en adelante Andy a secas: más fácil– dijo micrófono en mano: “Señor Diego Izaquier Ibarrola Quiñones, ¿acepta por esposa en esta ceremonia a la señora Daniela Mariel López Fuentes?”. Él dijo “Sí”. Ella, “Sí, ¡obvio!”.
En una ceremonia simbólica (el casamiento por civil sucedió unos días antes, el 13), con entrega de anillos y votos (los de él, quebrados por la emoción: “No creía en el matrimonio, pero cuando te conocí supe que eras la mujer de mi vida”); los de ella (“No tuve tiempo de preparar mis palabras, pero sos mi hombre para siempre”), terminó la segunda parte de un casi milagro radial y de solidaridad que rozó lo increíble.
Todo eso, mientras el salón “Sitio Palermo”, Humboldt al 1400, de gran frente gris y varios pisos, echaba a vuelo todas sus luces, sus cortinados, sus puertas de noble madera, y un enorme salón de fondo con veinte lujosas mesas ya listas y una explosión de neón azul sobre la última pared.
Que rozó lo increíble, digo, y acudo al preludio de esta brillante sinfonía en la que nada faltó: los novios llegando en una interminable limusina blanca, y al final, caminando para cambiarse (ella, encaje blanco con espalda desnuda, y él con smoking clásico), seguidos por un niño que arrojó pétalos de flores al paso de los novios.
Porque todo empezó con una carta escrita con lápiz y letra de imprenta dirigida a Andy por Damián, íntimo amigo de la pareja, y finalizó la noche del 17 de octubre con un traje gris brilloso a la page.
La abrevio: “Mi nombre es Damián Alejandro, tengo 27 años y soy de Lomas de Zamora. Te quiero contar algo sobre una pareja de amigos. Ellos son Diego y Daniela. A Dani la conozco desde la infancia, y Diego es su novio: ¡un tipazo!
Están juntos desde hace tres años y con el hijo de ella, Agustín, de 11 años.
Están pasando por una situación delicada. Dani tiene cáncer y la está peleando.
Las cosas parecen complicarse, pero ella no va a bajar los brazos.
Diego tiene 28 años y es fanático tuyo. No se pierdeun programa de “Perros de la calle”.
Y acá viene lo que más me gusta: en un poco más de un mes, se casaaaaaaaaaaran!!!
Pero poco había para semejante paso. Fiesta en un galpón prestado por la madrina, un hermano de ella regala la torta y la mesa dulce, y nada más.
Necesitamos mesas para 27 familias, son casi 100 invitados, a Dani le prestan elvestido. ¿Nos podrás ayudar en algo”.
Y fue apenas decirlo, y explotó, en avalancha, la solidaridad. Con los teléfonos al rojo, una docena o más de buenas almas prometió un gran salón. Mesas. Sillas. Catering. Dos enormes perniles con panes y salsas. Los anillos. El maquillaje de la novia. Una wedding planer que no perdería detalle. Un DJ para que no faltara el vals de los novios. El vestido de ella. El smoking de él. Las fotos y los videos de la fiesta. Las tarjetas de casamiento. Una torta gigante. Dos choperas inagotables. Y el corazón de Andy: “¡Yo los caso!”
Teleshow recogió el guante; nota completa y título directo al corazón: “Diego y Daniela no son ricos ni famosos, pero su historia de amor conmovió al país”
Y anoche, octubre 17, todo se multiplicó como los panes y los peces.
Y fue cierto nuestro presagio: de pronto, estos Romeo y Julieta de carne, hueso, poco dinero, trabajos que no destilan oro (ella estudia enfermería), se besaron entre lágrimas, y nada más fue necesario para comprender la gran verdad: el amor todo lo puede, aunque los dados caigan adversos…
Mientras todo sigue a toda vela, a pura luz, a aplausos y vivas, a risas y lágrimas, algunos datos se deslizan… De aquella modesta fiestita de la que hablaba la carta de Damián, el bastonero, se pasó al top: Natalia, la wedding planner, le dijo a Teleshow que el salón, el menú y todo el despliegue rondó… ¡los 500 mil pesos!. La luna de miel está decidida: Misiones, las cataratas. Pero antes, Daniela debe pasar por otro tratamiento y dos semanas de reposo.
El vestido de la novia: diseño de la conductora Verónica Lozano, que trabaja con la muy famosa Natalia Antolín.
El traje del novio, by Liguria.
El gran show: Ciro y los Persas. Estaban de gira por el sur, pero mandaron dos temas vía Skype. Los aplausos levantaron el techo…, lo mismo que cuando, pasadas las diez y media, partió Andy: el hombre que abrió el arcón después de leer aquella conmovedora carta de Damián.
Sin eso, nada de esto habría sucedido…
Según Damián, un canal de tevé quiso poner en pantalla la historia de amor de DyD, pero ella se negó: “Nunca quiso usarla para dar lástima”.
Y mientras, seguía sonando la suave melodía de “Hagamos un mundo mejor”, by Michael Jackson. Y juro que al principio, bajo tan alto techo, entre tan inmensas cortinas, iluminados por tantos focos y piruetas de neón, D y D parecían muy, muy pequeños, abrazados, con lágrimas, sin discursos preparados, besándose, como si empezaran un camino arduo, espinoso e incierto (la lucha contra la enfermedad de ella), y después de esa noche mágica, solidaria y lujosa, destinados a una realidad más dura.
Sin embargo, si uno los miraba más con el corazón que con los ojos (tan engañosos a veces…), girando en el centro del salón al compás del inevitable y sagrado vals de los novios, D y D se agigantaban, y todo lo demás, en silencio, aceptaba un módico segundo plano.
Porque en ese momento eran las únicas estrellas.
Un hombre y una mujer que se aman.
Y todo lo demás, como diría Borges…, todo lo demás era literatura.
Así lo entendió Andy cuando dijo “esta noche olvídense de todo, diviértanse, emborránchanse pero no demasiado, y honren a Diego y Daniela. Porque además de quererse… ¡tienen muchos huevos!”.
fuente: infobae.com