Por Sergio Silva Velázquez
Un primer informe remitido a la fiscalía de Diego López Avila indica que no hay registro, por ahora, de denuncias realizadas en la Justicia por Juan Viroche, respecto a lo mucho que hablaba durante sus homilías: el reclamo público que hacía contra los “transas” y “dealers” que comerciaban pasta base en La Florida. Tampoco hay una denuncia del sacerdote encontrado muerto de una amenaza concreta recibida hacia su persona, ni siquiera una que contemplara la realizada por un anónimo o de forma telefónica. Ayer, una familiar relativizó la situación que describe el cura en el audio, reduciéndolo a un hecho meramente circunstancial. Según el audio su sobrina fue interceptada por “un auto blanco en la plazoleta Dorrego”, pero la joven indicó que se trató de un hombre que había intentado dirigirle la palabra mientras le decía un piropo. “Es feo vivir así…es bastante difícil llevar esto a cabo”, afirma Viroche en su enigmático mensaje conocido hace pocas horas.
Pese a que el fiscal ordenó peritar el audio e investigarlo se encuentra con un hecho desconcertante: por ahora, no existe denuncia que hubiera realizado el sacerdote de la persecución de la que decía sentirse víctima. El segundo audio de una mujer en la que advierte de que en la iglesia habían encontrado “las imágenes de los santos todos rotos” no se corresponde con la realidad: no había ningún desorden en la parroquia con excepción de un banco tirado y el Cristo roto. Las “advertencias” y el “escrache” que le habían realizado por Facebook, del que la policía sospecha que era su real preocupación, solo habían sido transmitidas de forma reservada a sus allegados. Tres jóvenes diferentes forman parte de la investigación por su vinculación con el religioso. Los pesquisas no descartan que puedan existir incluso otras personas implicadas. El caso de cada una de ellas describe un similar modo empleado por el sacerdote a la hora de contactarlas: maneras inconvenientes que amenazaban con salir a la superficie desatando un potencial escándalo. En tanto, conforme los pesquisas hablaban con los allegados a Viroche, descubrieron un común denominador: los comentarios de sus temores vinculados con los “dealers” se restringen a los últimos veinte días. Como si anhelara un escenario acorde para la despedida que recibiría: con una caravana que acompañó su féretro envuelto en aplausos, emoción y lágrimas de toda la comunidad de La Florida.
La última cena
La noche del martes 4 de octubre, Viroche eligió ir a cenar a la casa de una familia muy cercana a él, compuesta por el matrimonio y su hija adolescente. Extraoficialmente, se supo que el hombre que lo vió angustiado: Viroche volvió a mencionar en esa comida el tema de las amenazas. Lo hizo de manera calma pero también insistente. Este testimonio será uno de los aportados a la causa en las horas siguientes. Cuando llegó la hora de la despedida, el sacerdote se habría marchado caminando las escasas cuadras desde esa casa hasta la parroquia. Los pesquisas se preguntan: ¿Si estaba bajo amenaza porqué correr el riesgo de caminar en medio de la noche? Al llegar a la parroquia, todo indica en la causa que ya no hay testigos para saber qué fue lo que hizo. El registro de uno de los teléfonos del sacerdote muestra que permaneció activo en WhatsApp hasta pasadas las 23.30. Pero una fuente oficial consultada indica que la muerte del cura podría haber tenido lugar entre las 2 y las 6 de la madrugada. Dos horas antes de las 8 de la mañana, el momento en que llegaría la mujer que descubriría el cadáver de Viroche colgado.
Lo que hizo después
La preparación de lo que estaba decidido a hacer le iba a llevar un tiempo más. Primero atravesó un mueble (el que tiene la imagen del Cristo que luego aparecería roto) para trabar una de las puertas. Luego habría iniciado el procedimiento para llevar a cabo su plan irreversible. Algo que los investigadores creen que ya estaba calculado. Había iniciado el proceso de transferencia de su camioneta para su sobrino y había dejado ya en claro a sus allegados (incluso a través de un audio) que existían amenazas que lo aquejaban. La motocicleta que el cura usaba fue ayer secuestrada de la casa de una sobrina donde había sido dejada, acaso como parte de un plan que ya había sido diagramado. El vehículo también será peritado en las horas siguientes debido a que es mencionado también en el audio.
Viroche utilizó una linga de su vehículo para atársela al cuello con un nudo que daba a la nuca. Después colocó un banco atravesado contra la baranda del lugar, subiéndose al banco para arrojarse hacia atrás: existía el riesgo de que la estructura cediese y su intento fracasase, algo que finalmente no ocurriría.
Durante la reconstrucción realizada el viernes por la tarde, los peritos recrearon lo sucedido lanzando en tres oportunidades un muñeco con el peso del sacerdote desde ese lugar, donde acostumbraba a colocarse el coro. Los forenses encontraron lesiones de rupturas las vértebras y de los anillos traqueales (casi se decapita) causadas por el peso de la caída. Las imágenes que tomaron los peritos fotográficos muestran que el cuello quedó reducido a un espesor de 6 o 7 centímetros. Ese proceso de ahorcamiento hizo que la sangre manchara la remera blanca con el rostro del Che Guevara que el cura tenía y que salpicara el piso con el paso del tiempo. Las alpargatas que llevaba quedaron suspendidas a 40 centímetros del piso. El salpicado de la sangre aparece en el tipo goteo describiendo un movimiento pendular necesario provocado por el cuerpo colgando. El tipo de goteo fue también estudiado por los expertos para cotejarlo con el movimiento que hace el cuerpo: estos coincidieron que se correspondían con los de una persona que se ahorca, sin la intervención de terceros. Los forenses confirmarían que la sangre pertenece al sacerdote y no hallaron lesiones en el resto del cuerpo, con excepción de un hematoma en los nudillos.
La querella
Desde el viernes, la familia del sacerdote está representada por el abogado José Del Río. En una primera declaración portando el mensaje de la familia, el letrado dejó en claro que la familia había aceptado la conclusión de los peritos acerca del suicidio, al igual que destacó que el párroco había recibido “amenazas en los últimos 20 días” antes de su muerte. Un dato coincidente con lo obtenido en el trabajo de recolección de testimonios que hicieron los pesquisas. Desde la fiscalía de López Avila esperan obtener las últimas certidumbres para dar por concluido el caso.
Mientras tanto y hasta tanto terminan de recibir el resto de los informes, los pesquisas repasan los elementos y coinciden que se trató de un hecho que ya tenía decidido. Había iniciado el proceso de transferencia de su camioneta para su sobrino y había dejado ya en claro a sus allegados (incluso a través de un audio) que existían amenazas que lo aquejaban. ¿Pero eran esas supuestas amenazas iban a ser la verdadera causa por la que iba a decidir su desaparición física? La investigación empieza a sospechar que lo que realmente mortificaba la paz del cura era el potencial escándalo derivado de su comportamiento temerario. Los hechos que habían empezado a salpicarle, a través de las redes sociales.