Pese a que en su entorno le acercaron al Presidente algunos consejos para que espere un tiempo para subir al flamante bólido celeste, Alberto Fernández parece decidido a disfrutar de su adquisición.
Le pidieron que demoren la entrega, pero el Presidente lo quiere ya. En principio, para el acto del 25 de mayo, cuando vaya a Tucumán. Además, piensa utilizarlo para ir a Brasil, a fines de mayo, a una reunión de la Unasur convocada por el presidente Lula Da Silva, en la que se dará el regreso de la Argentina, Chile y de Brasil al bloque de naciones que actualmente integran Bolivia, Guyana, Surinam y Venezuela.
La compra, que se realizó a través de la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI), una agencia de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) creada para uniformar las reglas aeronáuticas globales, seguramente será revisada con lupa. Sucede que hay algunas empresas que intermediaron en la operación. Y en épocas de pagos al exterior con dólar oficial, las comisiones que puedan haberse facturado afuera son motivo de miradas puntuales necesarias para despejar sospechas.
Hay otra novedad. Fernández, además de decidir pagar por el avión alrededor de 21,7 millones de dólares más el valor de mercado del Tango-01 que se queda el vendedor, tomó otra decisión. La nueva perla celeste no tendrá la matrícula Tango, como todos los aviones que conformaban la flota presidencial.