Cuando parecía que no había cómo abrir la defensa naranja (tampoco la argentina, bien parada), apareció él, el de siempre. Lionel Messi tomó la pelota, amagó, miró y puso el pase justo para dejar a Molina de cara al arquero. Al lateral no le tembló la pierna y clavó la pelota contra el palo para el 1-0 de la Selección.
Así terminó el primer tiempo, con ventaja corta pero justa. En el ST, Argentina no aflojó y encontró un penal (se lo cometieron a Acuña) que el capitán cambió por 2-0. Países Bajos descontó por medio de Weghorst y le puso suspenso a los cuartos de final. Y el mismo Weghorst lo empató en el décimo minuto adicionado (sí, a los 55′ del ST). A tiempo extra…
Pese al golpe de ese final incríble, la selección sacó la cara y continuó en su propósito de ganar el partido. Tuvo las chances más claras con Lautaro Martínez, un tiro en el palo de Enzo Fernández y un corner de Angel Di María que por poco no termina siendo un gol olímpico. Países Bajos, por el contrario, volvió a un planteo timorato, lejos del empuje que había mostrado en aquellos últimos minutos de los 90.
El dramatismo seguiría en la tanda de penales donde aparecería el mejor de todos: el Dibu Martínez para quedarse con dos penales que terminarían dando la clasificación en semifinales. Lionel Messi es la figura de este equipo, capaz de desequilibrar y marcar una diferencia en cualquier momento pese a la aparente inactividad durante el partido. Incluso a la hora de patear el penal lo hizo con una serenidad tremenda que demostró el nivel que tiene el 10 en este mundial.
Sin embargo, el as en la manga fue otra vez Martínez para adueñarse de esa definición dramática: atajó dos grandes penales que terminarían siendo la clave del pase a las semifinales.