Elizabeth Toledo, la víctima del femicidio cometido a fines de 2018 en San Fernando y por el que dos hombres serán juzgados, tenía como mascota un loro que fue hallado en la escena del crimen repitiendo la frase “ay no, por favor soltame”, un ruego que pudo haber hecho la mujer mientras era asesinada, según creen los investigadores.
Elizabeth Alejandra Toledo convivía con tres hombres que la sometían a maltratos. Ambos son acusados de violarla y luego asesinarla.
El dato fue incorporado por la fiscal de San Fernando Bibiana Santella a la requisitoria de elevación a juicio a partir del testimonio de un policía que aquel 30 de diciembre de 2018 por la mañana custodiaba y preservaba el lugar del hecho antes de la llegada de la Policía Científica.
El efectivo de la comisaría de Virreyes Oeste declaró en el expediente que mientras estaba de consigna a la espera de la llegada de la fiscal y los peritos, escuchó “gritos provenientes del interior de la vivienda, los cuales le llamaron poderosamente la atención”, ya que le habían dicho que dentro de la casa sólo estaba el cadáver de Toledo.
El policía contó que tomando los recaudos necesarios para no pisar ni tocar nada, se asomó al interior de la habitación donde yacía el cuerpo y volvió a escuchar gritos detrás de la puerta principal y cuando observó detenidamente advirtió la presencia de un “loro de color verde y tamaño estándar” dentro de una jaula blanca.
Cuando se retiraba, volvió a escuchar gritar al loro la frase: “¡Ay por favor soltame, ay no!”.
El loro también es mencionado en la causa por una almacenera y vecina de la víctima, que afirmó que no sólo le compraban a ella las semillas para el ave, sino que una vez lo escuchó repetir la frase “¿por qué me pegaste?” y justo coincidió con el momento en el que una de las parejas de la víctima fue echada de la casa porque le había pegado a Toledo.
Fuentes judiciales indicaron a Télam que ese loro que pertenecía a Toledo, fue retirado de la casa por una de las hermanas de la víctima que podría ser una de las testigos convocadas por la fiscalía al debate.
El femicidio
El caso además develó la vulnerabilidad de la víctima, una mujer con retraso madurativo que, según declaró su propio entorno, convivía con tres hombres que la sometían a maltratos que nunca fueron denunciados.
Toledo, a quien llamaban “Eli”, apareció asesinada a las 6 de aquella madrugada de tormenta en una habitación de madera tipo altillo que alquilaba y está ubicada en el segundo nivel de la casa 27 de la calle Boedo, esquina Gorriti, del barrio Presidente Perón.
El cuerpo estaba desnudo, tirado boca arriba sobre uno de los colchones que había en el piso, en medio de un gran desorden y con visibles golpes en el rostro.
La fiscal Santella menciona en su requerimiento de elevación a juicio –al que accedió Télam-, que mientras la escena del crimen era custodiada a la espera de la llegada de peritos, un efectivo de la comisaría de Virreyes Oeste escuchó gritos desde el interior y al revisar encontró un loro en una jaula que decía “¡ay por favor soltame, ay no!”, frase que los investigadores creen que pudo ser lo último que dijo la víctima antes de terminar asesinada.
La autopsia determinó que Toledo había sido violada, que le habían dado una paliza -sobre todo golpes en la cabeza-, y que la causa de muerte fue un estrangulamiento manual.
Pero los forenses encontraron en el antebrazo derecho de la víctima marcas de mordeduras que fueron catalogadas como lesiones defensivas y terminaron siendo clave para esclarecer el asesinato.
Desde el inicio de la investigación, Santella tuvo como sospechosos a los tres hombres que convivían con “Eli”.
Dos de ellos son los que irán a juicio, Rolón y Álvarez, y el tercero era un hombre -su identidad se reserva porque fue sobreseído-, que quedó descartado porque tenía coartada y unos 15 días antes del crimen el dueño de la casa que alquilaban lo había echado porque había golpeado a “Eli”.
A partir de las lesiones halladas en el antebrazo, la fiscal le encomendó a la División Odontología Legal de la Superintendencia de Policía Científica de La Plata que cotejen la impronta de la mordida que dejó el asesino con la mordedura de cada uno de los sospechosos.
Para algunos expertos en odontología forense, esas marcas pueden ser como una huella digital.
Los peritos odontólogos hicieron con moldes una copia exacta de la dentadura de cada uno de los sospechosos y al comparar la mordida de cada uno de ellos con las marcas halladas en la víctima, llegaron a la conclusión de que coincidían en tres puntos con “el canino, primer premolar y segundo premolar” de la arcada inferior izquierda del imputado Rolón, según el peritaje al que accedió Télam.