Boca tiene un problema grande, que excede a un asalto disfrazado de VAR en la Copa Libertadores, y que es más preocupante que esos raquíticos tres puntos sobre doce posibles en la Liga Profesional. Lo que no tiene hasta hoy el equipo que diseñaron Juan Román Riquelme y Miguel Ángel Russo para competir durante este semestre es lo más esencial del juego: ideas y medios para meter un gol.
La versión alternativa que igualó 1 a 1 en Santa Fe en la jornada inaugural, con aquel gol de Agustín Obando que ya es una foto en blanco y negro, la que fue eyectada de la Copa Libertadores aún metiéndola dos veces de manera lícita, y la que sumó en Córdoba sólo por Agustín Rossi tienen un denominador común: la falta de un patrón, un patrón de juego, porque Boca no defiende con rigor ni logra superioridad numérica en ataque, y la falta de un patrón, el “dueño” del equipo, ese jugador que le da el pulso y la emoción.
Es temprano para hacer un juicio de valor sobre un nombre propio, porque los refuerzos y los pibes están dando los primeros pasos. Ahora bien, el DT sigue sin hacer lo que exclama el vicepresidente. Porque Riquelme repite desde que tuvo un micrófono de frente por primera vez que el fútbol para él es eso que Boca hace exactamente al revés. Contra River, la obligación no se limita a pasar. El cómo será tan importante como el boleto a cuartos de final de Copa Argentina. Porque el cómo es el sustento para que, siete días más tarde, una formación pueda sumar otra vez de a tres.
River tiene la cabeza más limpia, y se metió entre los ocho mejores de América. El relanzamiento en La Paternal tiene un fundamento más anímico que de funcionamiento, con Matías Suárez como eje de todo. Es cierto que los de Marcelo Gallardo tienen las ideas más claras, y que las chances y los goles están, pero el desafío en Núñez es “mantener”, resaltó el Muñeco. Es por ahí, fácil de entender.
Cada vez que los suplentes flaquearon, como ante Colón y Huracán, los titulares acomodaron las piezas. River tiene tres competencias por delante. El interrogante es cómo se va a “mantener”. Y con quiénes. Porque los nuevos, salvo Braian Romero, son apuestas que todavía deben crecer. Y el miércoles faltará Matías Suárez, que estaba haciendo todo bien.
Este Superclásico no tiene ni el morbo ni la tensión de aquellos cruces épicos en el plano internacional. Pero el premio será el impulso para todo lo que viene desde el miércoles hasta diciembre. El cómo (hacer goles), el cómo (mantener). Boca versus River, otra vez.